La nueva normalidad: reflexiones sobre el regreso al trabajo presencial

Por Mariela Gillet *

El pasado 4 de abril la Secretaría de Gestión y Empleo Público de la Nación, dependiente de la Jefatura de Gabinete de Ministros, publicó la Resolución 58/22 que anunció el retorno a la presencialidad laboral absoluta para la Administración Pública Nacional. Dicha norma estableció el retorno a la modalidad de prestación de servicios habitual. 

¿Qué nos sucedió psicológicamente cuando llegó el momento de retornar a la presencialidad absoluta? En muchas instituciones no se tuvo en cuenta el impacto que dicho regreso podía ocasionar en los trabajadores y cómo el proceso de readaptación impacta en la vida laboral y privada de cada uno de nosotros. Estamos hablando de afecciones psicológicas a nivel laboral luego de la segunda pandemia en la era de las tecnologías de la información, de muchísimo mayor  impacto que la primera, que fue la de gripe A (H1N1) .

En este sentido, para quienes transitaron el Aislamiento Social Preventivo y Obligatorio (ASPO), el tiempo se volvió eterno, con atípicas jornadas donde todas las rutinas se pusieron patas para arriba.

Marzo de 2020. Los medios titularon en letras de molde la muerte de la primera persona por coronavirus en Argentina, Italia anunciaba que ponía en cuarentena a 16 millones de personas en la zona de Lombardía.

Fue en un abrir y cerrar de ojos. Los sucesos se desarrollaron a una velocidad maratónica que apenas permitió resolver rápidamente lo básico

Todos compartimos el miedo, la angustia y la ansiedad. Todos también extrañamos a alguien. A todos nos faltó una parte de nuestra vida y nos inundó una sensación irremediable. El miedo a la muerte, perder a los que amamos.

En un momento del mundo donde sobreabunda la información y se comparten videos, opiniones, estadísticas económicas con ímpetu y seguridad categórica, resonó con total potencia la palabra incertidumbre.

Horacio, Ingeniero en Sistemas, trabaja contratado para un organismo del gobierno, vive solo. Cuando emergió la pandemia, no solamente cambió el mundo drásticamente sino que también se modificaron los procesos de digitalización y las modificaciones a gran escala de su trabajo. En su caso fue el encargado de relevar las condiciones laborales de cada uno de sus compañeros colaborando con ellos, así como también enviar  las computadoras a sus casas y preguntarles si tenían o no conectividad para poder continuar trabajando de alguna manera. En algunas ocasiones se encontró con que sus compañeros no tenían ni una mesa dónde trabajar cómodamente. Horacio pensó que se trataba de un aislamiento que duraría 15 días, luego y después de muchas reuniones laborales por Zoom (algo nuevo que se había metido en el living del hogar) comprendió que vivir en la soledad de su casa duraría un poco más de 15 días, incluso meses. El mundo ya no volvería a ser el mismo, ya era  un hecho que #quedateencasa duraría más de un mes. Lo transitorio empezó a convertirse en permanente. 

En un principio trabajó un 50% más de lo que solía hacerlo, sin embargo, no le molestaba porque lo sentía como una compensación por no tener que transportarse, vestirse e interactuar con compañeros. Le llegaban mensajes en horarios que no eran los habituales, aún así, entendía que se trataba de una situación excepcional con sus ventajas y desventajas. 

Pasados ya dos años y en la medida en que pudo vacunarse al igual que su familia, se fue relacionando de a poco con “el afuera”, cuidando selectivamente con quiénes se reunía y con quienes no. Pudo arrancar una rutina de ejercicios y hasta modificó sus hábitos nutricionales.

Pasados dos años Horacio debe volver a su puesto laboral, que no requiere presencia física absoluta y está evaluando y negociando nuevas condiciones, incluso considera cambiar el trabajo por otro que le ofrezca home office.

No todos recibieron la noticia del regreso a la presencialidad de la misma manera. Hay quienes sintieron alivio de volver al trabajo en las mismas condiciones que antes; quienes lo vieron como algo necesario en la búsqueda de retomar una dinámica laboral tradicional y equilibrar la dinámica familiar de les hijos en edad escolar. Pero también están quienes consideran que la pandemia permitió pensar la posibilidad de generar un cambio de paradigma en el mundo laboral, donde (en muchos casos) la presencia física es vista como algo innecesario y hasta asociada a cierta violencia psicológica en el regreso a lo que se considera una mal llamada “normalidad”.

Están quienes consideran que la pandemia permitió pensar la posibilidad de generar un cambio de paradigma en el mundo laboral, donde (en muchos casos) la presencia física es vista como algo innecesario y hasta asociada a cierta violencia psicológica en el regreso a lo que se considera una mal llamada “normalidad”.

En algunos casos se entiende como un despropósito el retorno masivo a la presencialidad física sin evaluar las particularidades de cada caso laboral y personal. Muchos trabajadores estiman innecesaria su presencia física para el tipo de labor que desempeñan y hay quienes, incluso, consideran innecesario exponerse a los medios de transporte, al amontonamiento en horas pico y el contacto con sus propios compañeros de trabajo.

Quienes realizaron el aislamiento en familia debieron incurrir en numerosos malabares para poder dividirse entre tareas parentales y laborales. En un principio todo transcurrió en un entorno hostil para la tarea laboral, las tareas parentales se realizaron en un entorno incómodo y  esta sobre adaptación se convirtió en una nueva rutina.

Juana vive en Berazategui, la pandemia la sorprendió con sus tres hijos y su esposo viviendo en un departamento de dos ambientes alquilado, ella trabajaba en una panadería en la zona de Barracas que se vio obligada a cerrar, dejándola a ella sin trabajo y sin poder pagar el alquiler. Su marido trabaja en una empresa de electricidad y fue considerado personal indispensable, pasó de tener una rutina laboral en donde dejaba a sus hijos en el colegio para poder incurrir en sus tareas laborales a realizar tareas domésticas y de cuidado todos los días en un reducido espacio y con tan solo una computadora para que sus tres hijos continúen las clases. Ya después de 15 días y con sus hijos de 12, 10 y cinco años casi le era imposible mantener el orden psicológico que les causó a todos el cambio drástico. De pronto se encontró con que pasaba todo el día realizando tareas escolares para tres hijos además del cuidado obsesivo y casi invisible que las tareas del hogar conllevan.

Fueron las mujeres quienes afrontaron mayores responsabilidades respecto de las tareas del hogar. Si bien  históricamente son uno de los colectivos más castigados e invisibilizados, ante esta situación excepcional fueron quienes tuvieron a cargo a los menores o aquellas personas mayores dependientes, además de ser quienes también afrontaron en su mayoría el cuidado de las personas contagiadas, generando además la exposición al contagio. 

Según un estudio realizado por el CONICET,  durante la pandemia se produjo una crisis de cuidados en donde el 55,1% de las mujeres jefas de hogar fueron las responsables de los trabajos domésticos y de los cuidados generales, un 92,6% se encargó de acompañar las actividades escolares de sus hijos en el período de cuarentena. También fueron quienes sufrieron el mayor impacto sobre las condiciones laborales: el aumento de la precarización del trabajo, la pérdida de ingresos —al ser parte muchas mujeres de las economías populares, artesanas— y por las propias condiciones materiales de infraestructura de los hogares y barrios donde residen.

La CEPAL (Comisión Económica para América Latina y el caribe) remarcó el retroceso que generó la pandemia del COVID en la participación laboral de las mujeres.

Según el informe, la tasa de participación laboral de las mujeres se situó en 46% en 2020, mientras que la de los hombres en 69% (en 2019 alcanzaron un 52% y un 73,6%, respectivamente). En 2020, se registró una contundente salida de mujeres de la fuerza laboral, quienes, por tener que atender las demandas de cuidados en sus hogares, no retomaron la búsqueda de empleo.

Por otro lado, un 73,2% de las personas empleadas en el sector de la salud son mujeres, quienes han tenido que enfrentar una serie de condiciones de trabajo extremas, con extensas jornadas laborales. Sumado a estos datos el sector más castigado fue el trabajo doméstico remunerado, que se caracteriza por una alta precarización y por la imposibilidad de ser realizado de forma remota.

El regreso al trabajo presencial generó sensaciones diferentes. Según una nota publicada por Télam la licenciada Virginia Borrajo “cuando no se da un acuerdo mutuo en el regreso a la oficina se quiebra el «contrato psicológico» que tiene que ver con las expectativas que tienen tanto las personas con su trabajo como las organizaciones de sus empleados y «aumentan los niveles de insatisfacción». Continuando en este sentido la licenciada Vera Gallegos, presidenta del Colegio de Psicólogos de la Provincia de Buenos Aires Distrito XV dijo «Lo que se ve mucho son crisis de ansiedad y ataques de pánico como algo de lo que aparece ahora en relación a volver a salir».

Más allá de los datos que demuestran los estudios nombrados anteriormente, el paradigma es otro. Se cuestiona básicamente  el uso del tiempo en general, haciendo hincapié fundamentalmente en la calidad de vida. La pandemia dejó al descubierto que, a pesar de las dificultades, las personas pudieron coordinar lo laboral, personal y familiar de una manera más integrada, con lo cual se pudo ser más eficaz desde lo laboral, y al mismo tiempo estar más presente en la vida familiar, en lo cotidiano de cada hijo o hija. 

La pandemia dejó al descubierto que, a pesar de las dificultades, las personas pudieron coordinar lo laboral, personal y familiar de una manera más integrada, con lo cual se pudo ser más eficaz desde lo laboral, y al mismo tiempo estar más presente en la vida familiar, en lo cotidiano de cada hijo o hija. 

El teletrabajo permitió reducir los tiempos de traslado, al igual que modificó los hábitos de alimentación y cuidados personales. Al imponerse de manera abrupta la vuelta a la presencialidad, sin la posibilidad de tener en cuenta una modalidad mixta híbrida, se produjo una sensación de frustración en las personas, que ya tuvieron que sufrir lo mismo cuando comenzó la pandemia. La mayoría demostró tener una resiliencia y pudo encontrar los beneficios de un aislamiento que fue para todo el mundo un gran sacrificio. La vuelta a la presencialidad tiene más que ver con una política de consumo y reactivación.

El plan de salida del ASPO y el regreso al espacio del trabajo, es decir, el ambiente que determinada organización o espacio laboral destina para sus empleados, generó innumerables resistencias de todo tipo y situaciones.

Noemi Picón, Lic. en Psicopedagogía de la Universidad del Salvador (USAL), y estudiante del último año en Psicología de la Universidad de Buenos Aires, hace hincapié en que la resistencia al retorno a la presencialidad  proviene de varios aspectos: en principio, en todo ser humano en particular y ante un cambio de cualquier índole operan las resistencias lógicas. Una vez que las  mismas se instalan y pasan a ser norma, se aceptan. Ahora bien, ¿por qué la resistencia a la nueva normalidad? Al parecer la resistencia real se da hacia la vieja normalidad. Durante la pandemia se han puesto en juego muchas variables que hacen que la realidad sea otra. Se ha ponderado la vida familiar y el hecho de pasar más tiempo juntos compartiendo otras cosas, se ha evaluado el tiempo muerto que uno transita viajando, se ha trabajado con otra impronta siendo el mismo trabajo más productivo en muchos casos. Estas son algunas de las tantas resistencias, pero en definitiva la más compleja de sobrellevar. El impacto psicológico es grande, ya que se imprime en el sujeto un doble conflicto. Por un lado el querer volver a una rutina que es añorada y necesaria para crear vínculos sociales, laborales y salir del encierro. Y por el otro quedar recluidos en nuestras casas en un ámbito de confort manejando nuestros tiempos y distribuir de una mejor manera nuestras necesidades, placeres, vida social, esparcimiento, etc.

Por otro lado, hay que mirar retrospectivamente y analizar cómo en los niños y adolescentes esta no presencialidad también hizo estragos en sus vínculos y cuán dificultoso fue volver a las aulas y reinsertar rutinas.

Noemi resalta que las particularidades a nivel generacional. Afirma que muchas personas que estaban cercanas a jubilarse pero aún con posibilidad de seguir unos años más, decidieron retirarse para disfrutar de la vida familiar, de amistad o de desarrollo personal de otra manera. Muchos en esta pandemia trabajaron sin día ni horario, pero más relajados en el seno del hogar y eso fue beneficioso en relación con la comodidad y la cercanía familiar.

Los más jóvenes prefirieron  el trabajo free en su casa, con teletrabajo, valorando sobre todo manejar sus tiempos sin que esas horas transcurren en  una tediosa oficina y sumada a esa situación, las  horas que incurren viajando como sardinas en una lata y con alta posibilidad de contagio, Para Noemí  fue el motivo por el que muchos trabajadores más jóvenes y siempre que pudieran hacerlo, decidieron  la comodidad y economía de tiempo y recursos.

Es evidente que el regreso a esta nueva normalidad todavía genera rispideces para muchos de los trabajadores, los mismos que descubrieron que el ritmo de vida y los elevados niveles de estrés que propicia el sistema capitalista, en donde la cosificación personal pasa a ser parte de un engranaje de una maquinaria al servicio económico carente de toda implicación emocional, podía ser vivida de otra forma .

Ante esta situación de regreso laboral los viejos métodos y rutinas de control quedaron añejos, ya transitando una etapa diferente de esta pandemia comenzamos a comprender que el nuevo control pasa por la tecnología. Y si bien esta forma de control es mucho más específica, aparenta ser menos violentas y puede articular la vida familiar y laboral en lo que se denomina “trabajo híbrido”, con todas sus supuestas virtudes.

Esa rutina alienante que reconfiguro drásticamente la forma de relacionarnos con nuestros afectos no deja de constituir nuevos espacios que están atravesados indefectiblemente por el uso de notebooks y celulares con geolocalización. Se abren entonces nuevos peligros en torno al control y la falta de privacidad.


* Licenciada y Profesora en Ciencias de la Comunicación de la Universidad de Buenos Aires, Periodista, especializada en Estudios Contemporáneos de América Latina y Europa. Ayudante de Derecho a la información en la Carrera de Ciencias de la Comunicación (FSOC-UBA).

Imagen de portada: Melisa Molina/ANCCOM