Posverdad: Cuadernos y alquimistas

*Por Mariano Gallego.

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En la mitología lovecraciana existe un libro que contiene las leyes de los muertos y quien lo encuentre será capaz de apoderarse del mundo. Éste guarda la fórmula para volver a los muertos a la vida y a su vez transformar los metales en oro; se sabe que el mundo de los muertos y la alquimia se encuentran vinculadas. Se sabía también que el libro podía estar encubierto o camuflado, pero lo que Lovecraft no podía haber imaginado nunca es que estuviera fotocopiado. Como dice la frase que todos ya conocemos, “la realidad se repite dos veces…”.

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“El espectáculo aniquila la facultad de encuentro para reemplazarla por un hecho social alucinatorio” predijo Guy Debord hace más de cincuenta años. Hoy los medios nos generan la ficción del vínculo a través de los procesos de identificación, generalmente placenteros, sustituyendo el encuentro real por uno virtual. De este modo, a través de la publicidad, de la inducción al consumo, construyen vínculos aparentes que no hacen más que generar un sujeto atomizado, hedonista e infantilizado, arraigado en el principio de placer.

Más que instituciones cuyo fin es el informar (si es que alguna vez lo fueron) los medios de comunicación, en general, se han transformado en instituciones publicitarias y de propaganda política, cuya función -en el mejor de los casos- es la de corroborar y otorgar buenos argumentos que justifiquen y hagan sentir cómoda a una audiencia sumida en las lógicas de pertenencia, acorde a los intereses de las empresas de las que forman parte.

Si la modernidad estuvo signada por la búsqueda de la razón y -de alguna manera- la misma se encontraba fundamentada en la “verdad”, -una Verdad única, con mayúsculas, evolucionista- que, en muchos casos, generó procesos y regímenes autoritarios, atravesados por la voluntad de poder, el discurso posmoderno (montándose sobre la crítica a la idea de una verdad absoluta) parece querer acabar con esta lógica. Sin embargo, de la toma de conciencia respecto a la “imposibilidad” de la verdad, se pasa a un discurso relativista que la aniquila y hace que toda búsqueda de verdad carezca de sentido.

 

El discurso posmoderno (montándose sobre la crítica a la idea de una verdad absoluta) parece querer acabar con esta lógica. Sin embargo, de la toma de conciencia respecto a la “imposibilidad” de la verdad, se pasa a un discurso relativista que la aniquila y hace que toda búsqueda de verdad carezca de sentido.

 

De este modo, aprovechando esta predisposición subjetiva -la eliminación de una verdad trascendental, un sujeto cuyas relaciones se vivencian en forma “líquida”, sin demasiado arraigo social ni territorial, ni toma de posición política, etc.-, los medios de comunicación asumen la función de organizar las emociones a través de la asociación de determinados hechos e imágenes con sus afectos, logrando que estos perduren y dislocando las causas de sus consecuencias.

 

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El pensamiento freudiano denomina como “transacciones” o “formaciones de compromiso”, la manera en que un monto de afecto originado a partir de una vivencia puede trasladarse a un significante no originario, confundiendo las causas y las consecuencias. Esto hace que resulte difícil “desmontarlo”, y que todo lo que se acerca al principio de realidad sea rechazado y –en los casos más graves- reemplazado por constructos alucinatorios, “dispensando al dominio de la fantasía  de la prueba de realidad…”.

Esta lógica es fácilmente trasladable al plano social y los medios de comunicación, ya que estos últimos se han transformado en un vehículo para el vínculo social en el que el referente ha ido perdiendo importancia para focalizarse en la construcción de un “relato” que garantice “el placer de identificación”. Es a causa de esto que, luego de que los “hechos” falsamente construidos saltan a la luz, el efecto que éste produjo subsiste sin mayores consecuencias. Y lo peor es que los intentos por develarlos, no solo carecen de efecto, sino que terminan reforzando los lazos por parte de quiénes consumen “la noticia” al sentirse “atacados”.

Para la maquinaria mediática ya no tiene demasiado sentido la verdad en cuanto a los hechos descriptos. Esto no significa que en otros momentos no existiera la mentira o la construcción de las fakenews, sin embargo, si antes los medios informativos tenían por función diferenciar la ficción de la realidad, hoy esta diferenciación no solo carece de sentido, sino más bien opera en sentido inverso. Como predijo Debord, el mundo se ha vuelto un espectáculo.

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Quienes cuestionan el uso del concepto de posverdad, -tanto desde un punto de vista conservador, en defensa de la corporación periodística, como por parte de quienes apelan a la solidificación de una Verdad contrastable o una simple inversión de conceptos- lo hacen equiparándolo a la mentira. Sin embargo, una simple mentira sería demasiado fácil desarticular, contrariamente, cuando los relatos se construyen en términos afectivos y delimitan parte de la vida, la trayectoria y los grupos de pertenencia del sujeto que los habita, la antítesis mentira-verdad se torna más compleja y los intentos de diferenciación entre ambas, un gasto de energía difícil de afrontar.

 

Cuando los relatos se construyen en términos afectivos y delimitan parte de la vida, la trayectoria y los grupos de pertenencia del sujeto que los habita, la antítesis mentira-verdad se torna más compleja y los intentos de diferenciación entre ambas, un gasto de energía difícil de afrontar.

 

La pantalla se encuentra ahí para cumplir las ilusiones proyectadas por el principio de placer y corroborar lo dado. De este modo, se construye una espectacularidad que tiene como efecto este placer de identificación. “Lo importante es que haya circo”, dijo Pagni hace unos días, citando a un ministro de este gobierno. Incluso la muerte puede morir… decía el Necronomicon. Los cuadernos Gloria, versión 2012 o 2009, son un buen síntoma de ésto. Cual Necronomicon, éstos sirven para despertar a los muertos (Nisman y  hasta Antonini Wilson ya han resucitado), y para generar oro, algo que los funcionarios de este gobierno y las empresas periodísticas vinculadas vienen haciendo hace por lo menos tres años. Para envidia de Lovecraft, estos cuadernos tienen el poder de adecuar la realidad a las necesidades del gobierno y los grupos económicos que representa, y si es necesario excluir candidatos, o lo que fuere.

Basta observar la convocatoria de hace un par de días al congreso, los motivos de la misma y los argumentos por parte de los participantes para asumir cuál es el escenario. Hay que aceptar que sus guionistas tienen lo que hace falta y conocen bien el jugo. Se robaron un PBI es un argumento fácil de digerir, casi hollywoodense, es mucho más simple que tener que explicar cuáles son los condicionamientos internos y externos, tanto económicos como culturales, el rol de los organismos internacionales, los fondos de inversión, consultoras, etc.. Lo mismo con la metáfora de la grieta y la del flan. El espectáculo requiere de guionistas capaces de otorgar argumentos simples, sencillos, y al igual que la comida rápida, ya procesados y fáciles de digerir. Que puedan ser pronunciados en menos de quince segundos.

 

Se robaron un PBI es un argumento fácil de digerir, casi hollywoodense, es mucho más simple que tener que explicar cuáles son los condicionamientos internos y externos, tanto económicos como culturales, el rol de los organismos internacionales, los fondos de inversión, consultoras, etc.. Lo mismo con la metáfora de la grieta y la del flan.

 

En la era de la posverdad la importancia de la noticia radica en el marco ficcional –en su espectacularidad-, es por eso que los cuadernos no aparezcan, sino su “huella”, resulta hasta sintomático, ya que no es la prueba lo que se busca, sino su “corroboración”, y las fotocopias son la “garantía” necesaria; la repetición.

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La mitad de las cosas que se dicen por televisión respecto a los cuadernos no tienen el menor fundamento “legal” (de la otra mitad se encargará la justicia). Sin embargo, eso ya no importa, el monto de afecto ligado a los hechos perdura. No tiene sentido intentar rebatir los argumentos, ni refrendar los hechos de corrupción comprobables (el bolso en la casa de Michetti, los tres millones en el techo del intendente de chaco o las empresas off shores), el público no se encuentra predispuesto a escucharlos, para éste será pura disonancia.

El principio de placer se encuentra al servicio de la pulsión de muerte, dice Freud en Más allá…, el caso de los cuadernos gloria, y el “público” gozando la “noticia” en el congreso, es el mejor ejemplo, sean éstas fotocopias o el mismo Necronomicon, lo que el macrismo ha encontrado.

 



*Mariano Gallego es Licenciado en Ciencias de la Comunicación (UBA). Doctorando en Ciencias Sociales (FSOC, UBA). Docente de Teorías y Prácticas de la Comunicación 2 (Cátedra: Contursi).