Por Belén López Peiró* Todo empezó cuando él te lastimó. Ya sabemos que vos no lo elegiste, que no tuviste nada que ver aunque él te hiciera sentir lo contrario. Pero te tocó. Te tocó a vos. ¿Qué vas a hacer? Todos arrastramos una roca, a vos te tocó una grande y bien pesada. Está bien, sí, pero siempre puede ser peor. Al menos no te violó. O eso creés. Pero bueno, en fin, después la que siguió lastimándose fuiste vos. Sí. Porque él empezó. Él te hizo mierda, bien fuerte. Te manoteó, te tiró al piso, te pasó por arriba, te arrastró, te dejó en pelotas, te metió los dedos, te abrió de punta a punta. Pero después, después de la última vez que lo hizo, fuiste vos la que siguió. Y duele más ¿no? Sí, duele el doble, porque no te lo hace otro, te lo hacés vos misma. Porque podés todo, menos curarte. Porque podes todo, menos olvidarte. Porque sos la única que no perdonás: no te perdonás haberlo dejado, no te perdonás ser quien sos, no te perdonás querer ser otra persona. Aunque te rasguñes, aunque te lastimes, aunque te prendas fuego, siempre vas a estar adentro de este cuerpo. Así que mejor te sacás los guantes y te bajás del ring.
Te manoteó, te tiró al piso, te pasó por arriba, te arrastró, te dejó en pelotas, te metió los dedos, te abrió de punta a punta. Pero después, después de la última vez que lo hizo, fuiste vos la que siguió. Y duele más ¿no? Sí, duele el doble, porque no te lo hace otro, te lo hacés vos misma. Porque podés todo, menos curarte. Porque podes todo, menos olvidarte.
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Te toca por la noche y a la mañana te sonríe, te trata como si fueses una reina. Te halaga delante de sus amigos, elogia tu elongación y tus curvas, y en el baño se hace la paja de su vida. Te llama sobrina, dice quererte como a una hija, pero te desea y te quiere cojer tan duro como su cuerpo obeso se lo permite y sin forro como a su esposa. Te ve pasar en pijama y su pija se pone dura, tan dura como el bastón que usa para quemarle el lomo a los pibes de la garita. Te lleva con él a todos lados, te muestra como un diamante en bruto, pero puertas adentro te da masa, te rompe y te aplasta, te come como a un pedazo de carne que asó desde hace años en el patio de su casa. Te llama por teléfono, te cuida cuando volvés del boliche, te aconseja y reconcilia con tu mamá cada vez que hay una pelea. Te defiende frente a tus primas, celebra tus cumpleaños, te hace los mejores regalos, te hace sentir amada. Pero también te toca, te lastima, te penetra con sus dedos hasta sangrar. También te trata como a un objeto, como una porquería que come de día y caga de noche. Porque eso te hace: te convierte en excremento, en alimento procesado por su asqueroso intestino y expulsado por su culo sucio. Te hace sentir la peor lacra. Te convence de que es tu culpa, de que merecés lo que te pasa por puta. Te convence de que tenés que pagar ese derecho de piso para dormir en su casa, para sentirte querida. Querida por él y por cualquier otro hombre. Sí, porque él te quiere y te cuida. Pero no te olvides: primero te coje y te caga.
Te hace sentir la peor lacra. Te convence de que es tu culpa, de que merecés lo que te pasa por puta. Te convence de que tenés que pagar ese derecho de piso para dormir en su casa, para sentirte querida. Querida por él y por cualquier otro hombre. Sí, porque él te quiere y te cuida. Pero no te olvides: primero te coje y te caga.
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Mejor me quedo acá, no quiero despertar a la tía.
Me duele.
Me duele mucho.
Me asusta que caigan gotitas pero no puedo decirle a mamá.
El agua me hace sentir mejor.
Agarré una manta clarita del armario.
Es suave.
Los pies igual me quedan afuera, como siempre. Por eso uso mis medias celestes aunque sea verano.
La tía se despertó para ir al baño y me vio. Tenía su camisón gris de siempre.
No dijo nada.
El futón del comedor es un poco incómodo.
Después de que el tío se pasara a mi cama preferí venir.
Espero que no se enoje. Sólo quise dormir un poco más tranquila.
El tío me despertó con el desayuno en una bandeja blanca.
Yo ya estaba despierta igual. Flor es un poco más dormilona.
Él se ríe mientras le pone dulce a mis tostadas.
A mí me duele todavía.
Me senté arriba de un almohadón.
Ya tomé mi jugo. Estaba rico. Era multifruta.
Por suerte es de día.
Todavía falta mucho para la noche.
Quereme o no te voy a querer. Quereme o no voy a dejar que te quieran. Porque quererte, creeme, no es tarea fácil. Y eso que te vi nacer y crecer entre nosotros. Y eso que te vi jugar y coquetear con otros. Pero no eras igual, creeme que no. Tus berrinches se oían más alto y no había con qué saciar tus gustos. Sólo podía hacerlo tu madre pero cuando ella no estaba yo debía encargarme. Para tu tía, Florencia ya era suficiente. Pero yo nunca quise cerrarte la puerta. A medida que crecías, sabía que cuidarte era apostar a futuro y también sabía, eso es cierto, que sería el único ganador. Todas necesitan una figura masculina y yo quería ser la tuya. Pero también quería que no te olvides de mí. Quería que llores en mis hombros, quería sostenerte entre mis brazos, quería abrirte al mundo, pegarte la primera cojida, que aprendas que siempre debe haber amor. Sí, fue amor. Creeme, no quería que sufras, solo quise enlistarte. Es que, entendeme, eso me enseñaron. Y quise compartirlo con vos, no me culpes. Quise abrirte puertas, quise sumarte a las filas, quise armarte de vacío para que nunca más vuelvas a sentir ese dolor. Y decime si no, después del primer sangrado ya eras toda una guerrera. El resto. Lo admito. Fue desmesura.
***
No sé cómo ni cuándo, pero pude cortar. Cortar con todo eso que como una ola inmensa y brava, me arrastraba hacia sus adentros pero nunca me devolvía. No existía una orilla. Se llevaba mi cuerpo, lo daba vueltas, lo despedazaba. Y no podía parar. No podía decir no. Mucho menos cuando no veía la ola. Cuando el peligro o, mejor dicho, el maltrato, era la única realidad que conocía. Sólo cuando caí en la cuenta de que era eso o mi vida, corté. Y corté por eso: todo lo que perdí se volvió mi escudo.
*Escritora, periodista y estudiante de Comunicación (UBA). Por qué volvías cada verano, de la que aquí se reproducen estos fragmentos, es su primera novela. Se presenta en la Facultad de Ciencias Sociales el miércoles 22 de agosto a las 19 con Claudia Piñeiro, Irina Hauser, Alejandra Oberti y Ana Clara Camaroti.