La educación del pueblo

* Por Verónica Mistrorigo y Dolores Guichandut. La multitudinaria movilización que conmovió las calles de Buenos Aires en la jornada fría y lluviosa del pasado jueves, pone de manifiesto que la lucha por la defensa de la educación pública no sólo no pierde vigencia sino que se torna ineludible en este contexto de avanzada conservadora y neoliberal. Convocada por el sector universitario, la marcha nacional universitaria afirmó el compromiso del pueblo argentino en relación al acceso a la educación como un derecho de todos y todas.

Esta histórica movilización se enmarca en un contexto político, económico y social adverso, signado por políticas de ajuste cada vez más brutales por parte del Gobierno de Mauricio Macri. En el ámbito educativo universitario estas acciones se traducen en políticas recesivas y recorte presupuestario que ponen en riesgo la continuidad de muchas Universidades, sobre todo en el conurbano bonaerense y que repercute en los salarios de los y las docentes que aún esperan una propuesta paritaria digna. Además de esta situación que impacta negativamente en las condiciones que son necesarias para garantizar el derecho a la educación, existen otras que también obstaculizan la efectivización de ese derecho. La recesión económica, la baja del salario real, el índice de inflación son elementos que dificultan no sólo el acceso sino también la permanencia, ya que a pesar de la gratuidad hay gastos cotidianos que se vuelven cada vez más difíciles de afrontar para quienes desean graduarse en nuestras Universidades.

Pero eso no es todo. Hoy, la comunidad educativa en su conjunto se enfrenta a otra realidad: el (relato del) desprecio por lo público y su correlato en clave de gasto. Esto se manifiesta en una doble dimensión: la material, como hemos señalado, a la que podemos agregar recorte presupuestario en ciencia y tecnología y disminución de becas estudiantiles; y en una dimensión simbólica, expresada en la descalificación hacia las/os docentes, sus representantes gremiales y estudiantes. Ese desprecio por lo público se torna más brutal cuando la gobernadora de la Provincia de Buenos Aires se pregunta “¿Es de equidad que durante años hayamos poblado la Provincia de Buenos Aires de universidades públicas cuando todos los que estamos acá sabemos que nadie que nace en la pobreza en la Argentina hoy llega a la universidad?”. María Eugenia Vidal enlaza lo público (las Universidades en este caso) con “los pobres”, con lo cual el problema ya no es lo público solamente sino qué es lo público cuando puede significar una oportunidad para “los pobres” o cuando se ubica en “el terreno de los pobres” que, como dice la gobernadora, es la provincia de Buenos Aires. Esa frase encierra otro presupuesto: que las Universidades Públicas no son (no deben ser) de o para “los pobres”. En esa afirmación se les quita a los y las jóvenes el derecho de acceder a la Universidad, no solo como ingreso concreto sino aún más perverso, como proyección de un futuro posible.

 

María Eugenia Vidal enlaza lo público (las Universidades en este caso) con “los pobres”, con lo cual el problema ya no es lo público solamente sino qué es lo público cuando puede significar una oportunidad para “los pobres” o cuando se ubica en “el terreno de los pobres” que, como dice la gobernadora, es la provincia de Buenos Aires.

 

Otra cara de este desprecio, son las expresiones de otros funcionarios como la del Ministro de Educación, Alejandro Finocchiaro, quien refiere a la calidad educativa y a una relación estudiantes/docente sin discutir concepciones ni modos de valoración; habla de una ratio de estudiantes por docente a partir de un promedio, como si las Universidades, las Facultades, los Departamentos, las Carreras fuesen todas iguales y como si el proceso de enseñanza – aprendizaje solo tuviera lugar en un aula.

Este escenario de ajuste y estigmatización se enfrenta no obstante con otro que actúa como resistencia. La movilización del jueves es un hecho elocuente. Dentro y fuera de las Universidades hay jóvenes que han crecido en el marco de un proceso político en el que el valor por lo público, en tanto medio de inclusión, se convirtió en una de las características principales de diversas políticas de Estado. En el ámbito educativo, la creación de nuevas Universidades garantizando una por provincia, el aumento de los salarios para docentes, la asignación del 6% del Producto Bruto Interno para el presupuesto Universitario, entre otras acciones, instalaron en la sociedad una conciencia acerca del derecho a la educación y tal como se manifestó ayer una conciencia acerca de la necesidad de luchar por ese derecho. Derecho de todos y todas que en materia de educación rompe el supuesto de que el acceso masivo colisiona con la calidad académica. Como sostiene Eduardo Rinesi la elección entre cantidad y calidad es una falacia, construida y sostenida por la derecha.

 

Foto: TN

Las calles colmadas de personas, como muestran las imágenes tomadas el día de la marcha,hablan por sí solas. Ni la copiosa lluvia, ni el frío penetrante, ni el viento mordaz fueron suficientes para correr a los y las miles de docentes, estudiantes, científicos, trabajadores de la educación, ciudadanos y ciudadanas. Bajo una marea de paraguas, los hombres y mujeres que se movilizaron ayer dieron una respuesta contundente, épica, a este escenario de adversidad. Es necesario y esperanzador destacar la unidad (del pueblo, de niveles educativos, de centrales sindicales) y la masividad que tuvo la movilización. Reafirma (y con el cuerpo) que “la educación no se vende, se defiende” y que “la educación pública no se toca”.

A cien años de la Reforma Universitaria de 1918 es inevitable no hacer una referencia. Esa gesta fue mucho más que un mero cambio educacional; introdujo a la juventud en la problemática social en la cual estaba inmersa la sociedad de entonces. Los jóvenes sintieron que el siglo que nacía les abría las puertas del protagonismo y no desaprovecharon la oportunidad. Muchas demandas de entonces no se efectivizaron pero el legado ha transitado este siglo defendiendo las premisas de aquellas históricas conquistas.

Es tiempo – histórico, social y político – no solo de reivindicar las luchas estudiantiles y obreras de principios de siglo XX sino de repensar sus premisas y sumar otras, nuevas, nuestras. Este pueblo cuenta –tal como se demostró el jueves- con la fuerza de la política y con la convicción de la movilización popular como herramientas de lucha, dos elementos que logran sacudir los deseos elitistas y las políticas excluyentes de quienes hoy están gobernando el país.

La postal de la Marcha Nacional Universitaria nos invita a pensar en los debates necesarios a dar en pos de una segunda reforma universitaria que seguramente tendrá que ser democrática, popular, decolonial, nuevamente latinoamericana y sin lugar a dudas feminista. Mientras tanto, la lucha por la defensa de la universidad pública como un derecho irrenunciable no termina, continúa en las aulas y en las calles. La marcha demostró, una vez más, que tenemos con qué y con quienes luchar bajo el arco iris de un para qué promisorio. Como decían los cordobeses en el 18 “la única puerta que nos queda abierta a la esperanza es el destino heroico de nuestra juventud”.


*Dolores Guichandut es Licenciada en Ciencias de la Comunicación (FSoc, UBA), Docente de Políticas y Planificación de la Comunicación (Cátedra Postolski – UBA), Becaria doctoral (Conicet – UNLa)

Verónica Mistrorigo es Licenciada en Ciencias de la Comunicación (UBA) y Profesora en Comunicación. Maestranda en Educación (Filosofía y Letras UBA). Docente de las materias Didáctica Especial y Residencia (Cátedra Gamarnik UBA), Teorías del Aprendizaje (Cátedra Marano UBA). Coordinadora de los Profesorados (FSOC – UBA)