Las políticas del posthumanismo

Por Juan Pablo Ringelheim*. En el marco del humanismo renacentista, la racionalidad dio lugar al debate para alcanzar lo más justo, verdadero y bueno que ya no quedaría exclusivamente en poder de la autoridad eclesiástica. Por eso el humanista Leonardo Bruni (1369-1444) dijo: “En nuestros estudios [derecho, historia, ética, política, etc.] ejercitarse consiste en dialogar, indagar y examinar aquello de lo que se trata en nuestras disciplinas, todo lo cual designo con una sola palabra: debatir”. Ejercicio del debate que, como observó Pico della Mirandola (1463-1494), debía remontarse a “Platón, a Aristóteles y a los filósofos más eminentes de todas las épocas; todos ellos compartían la clara certeza de que no había nada más provechoso que alcanzar ese conocimiento de la verdad al que aspiraban que ejercitarse en el debate”. Entre humanos, durante una comida fraternal, alcanzar lo verdadero consiste en debatir. En los asados y bares, en las aulas, en las asambleas, en los congresos científicos, en las revistas se pueden dar argumentados debates acerca de lo que es verdadero, bueno y justo para el individuo y para el conjunto social.

 

Entre humanos, durante una comida fraternal, alcanzar lo verdadero consiste en debatir. En los asados y bares, en las aulas, en las asambleas, en los congresos científicos, en las revistas se pueden dar argumentados debates acerca de lo que es verdadero, bueno y justo para el individuo y para el conjunto social.

 

De otro modo, el posthumano evitará debatir con argumentos racionales; en cambio propondrá una adhesión emocional que lo llevará a votar a un candidato por odio a otro o por simpatía a los gestos payasescos de este (y al grupo mediático que lo apoya con el cotillón audiovisual más estresante y generador de odio). Incluso el algoritmo de las redes jugará del lado posthumano: filtrará los comentarios opuestos a su ideología que podrían invitarlo a debatir. El humanista ejercicio del debate como procedimiento de búsqueda de la verdad quedó aplastado por el “filtro burbuja” que mantiene a los usuarios a salvo de cualquier posición que no coincida con su punto de vista. El confort emocional y el temor a la confrontación intelectual han relevado al debate fundamentado racionalmente. Será muy difícil que el “usuario” de la nación posthumano debata, someta a discusión su posición, antes castigará con latiguillos mediáticos y dirá que todos los políticos son corruptos y que el sistema democrático está podrido; pero carecerá de procedimientos racionales en los que apoyar su rechazo visceral a toda forma humanista, fraternal e igualitaria de hacer política. Incluso en los comentarios a las notas periodísticas de los diarios digitales sólo soltará insultos sin más fundamento que el que sus vísceras ventilen.

La institución política que encarnó en las democracias modernas el ejercicio del debate fue el parlamento. En términos ideales (es decir: si cuando el diputado vecino parlamenta este lo escucha y no se la pasa mirando el celular) en las cámaras parlamentarias se debate qué es lo bueno y justo para la sociedad.

 

 

El confort emocional y el temor a la confrontación intelectual han relevado al debate fundamentado racionalmente. Será muy difícil que el “usuario” de la nación posthumano debata, someta a discusión su posición, antes castigará con latiguillos mediáticos y dirá que todos los políticos son corruptos y que el sistema democrático está podrido; pero carecerá de procedimientos racionales en los que apoyar su rechazo visceral a toda forma humanista, fraternal e igualitaria de hacer política.

 

Pero para el posthumano el parlamento es un problema. Cree que es la guarida de una banda de ladrones que cobran dinero para representarlo. Y a él nadie lo representa: el posthumano se representa solo. Él cree que no es igualable a nada, ni a otros ciudadanos con los que formaría una masa “choriplanera”, ni a un partido que lo consideraría un representado más (entre otros iguales); cree ser independiente y ahí fija, de paso, su enorme estatura moral. Encima de sentir la afrenta de ser un argentino entre argentinos, debe pagar sus impuestos para que los que se arrogan representarlo sigan haciéndolo. Su ideal es el hombre que combate solo, el que no tiene iguales, el que lucha contra la clase política y su corrupción; su héroe cede la vida en soledad: Nisman.

Posiblemente por su rechazo a lo colectivo y público, el posthumano difícilmente logre entender que en democracias humanistas las leyes no puedan ser votadas por todos los ciudadanos mediante internet como en un simulacro del antiguo ágora griego (es que el posthumano piensa que todo lo bueno y justo sucede en términos individuales y a un clic de distancia). Además, insiste, hay que ser consciente de que gracias a internet está toda la información disponible para hacer de cada usuario un legislador. Las ONGs o partidos que se dedican a militar la implementación de una “democracia directa” basada en el voto electrónico de los usuarios con acceso a la información de “gobiernos abiertos” se fundan en una ingenuidad importante si no en una percepción política de derecha. Suponen que la política en democracia se reduce a elecciones racionales fundadas en información, lo cual sería un supuesto humanista si los usuarios estuvieran dispuestos a leer y escribir proyectos de leyes, a enviárselos unos a otros, a reelaborarlos y volver a ponerlos en discusión, y leyeran más libros sobre filosofía, ética, sociología, política e historia en lugar de agotar su libido óptica en las “historias” de Instagram, los post en Facebook y Twitter, los diálogos en WhatsApp, los titulares de diarios y los zócalos televisivos en programas con paneles al rojo vivo. Pero además de la merma de lectura de argumentaciones extensas y su reemplazo por las lecturas fragmentadas y emocionales, la democracia directa por voto electrónico se encuentra con otro problema: la política exige “poner el cuerpo”, y el cuerpo tiene otros tiempos que el de la velocidad luz de internet.

El cuerpo, su gravedad y lentitud, compromete a las personas en las causas que militan. El cuerpo de quien no duerme buscando escribir o preparar una clase con ideas que clarifiquen y representen, el cuerpo paciente de Madres y Abuelas, el cuerpo resistente de los movimientos sociales, el cuerpo de quienes se manifiestan contra políticas excluyentes, el cuerpo del primer humanista, Petrarca, ascendiendo el monte Ventoso con esfuerzo para llegar a comprender los asuntos humanos. Las ONGs y partidos de la democracia directa por vía digital parecen querer eliminar los cuerpos del ámbito de la política. Y ese es un ideal de derecha y posthumanista. En el 2016 el Ministerio de Modernización de Argentina incluyó la Subsecretaria de Innovación Pública y Gobierno Abierto con esta vocación: hacer de la política algo limpio (abierto), puro (transparente) y sin tradición (moderno) como inodora información.

 

Pero además de la merma de lectura de argumentaciones extensas y su reemplazo por las lecturas fragmentadas y emocionales, la democracia directa por voto electrónico se encuentra con otro problema: la política exige “poner el cuerpo”, y el cuerpo tiene otros tiempos que el de la velocidad luz de internet. El cuerpo, su gravedad y lentitud, compromete a las personas en las causas que militan.

 

En Argentina, después de una movilización popular contra el Presupuesto 2019 empobrecedor de la Argentina, se trató de instalar para gusto del posthumano argentino (que detesta vivir en un país tan poco “serio”) que había habido delincuentes venidos a manifestarse desde otros países (¿a defender intereses argentinos?) y que se los deportaría. En Brasil, Bolsonaro (que eludió todo debate con Haddad) prometió “limpiar” la patria de los “marginales rojos”. El trato hacia el otro como “mugre” (en lugar de como alguien con quien confrontar argumentos) es lo contrario al principio humanista de fraternidad. Como sugiere el logo del Pro, que es una flecha de play, la nueva política propone que iniciemos una máquina digital. ¿Será el cleaner que barrerá toda voz política debatiente y todo cuerpo político humanista? 

 



*Docente de Problemas Contemporáneos de la Tecnología y la Comunicación, y del Seminario de Informática y Sociedad en la Facultad de Ciencias Sociales de la UBA. Docente en la Licenciatura en Ciencias Sociales y Humanidades de la UNQ.