Por Nelson Cardoso*
En su libro Las Organizaciones de la Sociedad Civil, Sergio De Piero, a propósito de las consecuencias sociales y económicas de muchos años de implementación de políticas neoliberales en la región y particularmente en Argentina, desarrolla el concepto de la nueva cuestión social. La vieja cuestión social hacía referencia a un status de vida bajo un modelo de Estado de Bienestar.
El presente es un (pre) texto para reflexionar sobre este momento particular y tal vez único en la historia argentina. Parafraseando a De Piero, una suerte de nueva cuestión cultural que hace referencia a este período especial en relación a lo que genera la cuarentena provocada por la amenaza del COVID 19 (Coronavirus), particularmente en la cultura comunitaria.
De un día para el otro los/as argentinos nos hemos tenido que recluir en nuestros hogares, producto de la decisión del gobierno nacional que decretó el distanciamiento social, preventivo y obligatorio. A partir de entonces, una gran parte de la sociedad ha tenido que trasladar y adaptar todas sus actividades del mundo concreto (off line diría Bauman) al mundo virtual o digital (on line).
Como afirma Castells, “hemos entrado de lleno en una sociedad digitalizada en la que ya vivíamos pero que no habíamos asumido”. Transitamos un período caracterizado por los intercambios simbólicos e interacciones líquidas. Nunca antes en la historia los usuarios de los medios conectivos hemos desplazado tanto nuestras tradicionales actividades cotidianas a entornos on line de todo tipo.
El territorio digital, dominado ampliamente por el mercado, nos estaba esperando con los brazos abiertos para ofrecernos todo tipo de alternativas de espacios de encuentro virtual, para comunicarnos, comprar, entretenernos, trabajar, tener sexo, capacitarnos a través de redes de mensajería, redes sociales. Donde hay una necesidad aparece una aplicación.
Es un escenario que exacerba esta nueva manera de estar con otros, con mayor contacto con pantallas que con humanos. Estamos mediáticamente próximos; pero a una remota e infinita distancia espiritual, diría Bauman.
Hoy el presente período especial de cuarentena deja en suspenso los vínculos directos, presenciales, estrechos y de cercanía que caracterizan y caracterizaron al campo de la cultura comunitaria. Es un momento de excepción fuertemente mediatizado por el uso de todo tipo de plataformas digitales. Vivimos como nunca antes en el ecosistema on line que nos propone la Web.
El territorio digital, dominado ampliamente por el mercado, nos estaba esperando con los brazos abiertos para ofrecernos todo tipo de alternativas de espacios de encuentro virtual, para comunicarnos, comprar, entretenernos, trabajar, tener sexo, capacitarnos a través de redes de mensajería, redes sociales. Donde hay una necesidad aparece una aplicación.
La cultura comunitaria entre paréntesis es una expresión tomada de la objetividad entre paréntesis acuñada por el científico chileno Humberto Maturana, que representa desde mi punto de vista este nuevo y particular estadio comunicacional.
Esta nueva socialidad moldeada por plataformas, pone en tensión los tradicionales lugares de encuentro de vínculos físicamente próximos. Desde un punto de vista comunicacional, la comunicación de proximidad es un concepto que va en sentido contrario a los vínculos que nos proponen hoy las relaciones mediadas por las redes sociales, que ofrecen muchos contactos pero pocos encuentros reales. Es decir, se trata de procesos comunicativos que permitan una interacción dialogante. El valor de involucrarse, acceder, acercarse, participar, conocerse, intercambiar opiniones y sensaciones. No necesariamente significa borrar las diferencias y acordar, sino tomar contacto con una realidad y con la realidad de un otro.
Hoy por hoy la comunicación de proximidad está suspendida. ¿Desaparece? ¿Asistimos al funeral de la comunicación cara a cara? Seguramente no, pero queda en suspenso. El nuevo territorio digital pandémico pone entre paréntesis conceptos propios del campo tales como la intervención, la enseñanza situada, leer el contexto como un texto, pensar con la cabeza con lo que pisan los pies, técnicas grupales participativas, y tantos otros conceptos caros a la hora de pensar la comunicación/educación como un proceso de interacción e intercambio con otros y otras en un contexto concreto: grupo, organización, barrio.
Qué difícil es repensar y adecuar “intervenciones” en este contexto (reuniones, cursos, clases, entrevistas, encuentros…) en grupos, organizaciones y materias viniendo de la cultura tradicional donde se ponen en juego intensas relaciones y flujos comunicacionales directos, producto de prácticas, experiencias y proyectos en organizaciones sociales y comunitarias.
La comunicación y cultura comunitaria históricamente estuvo asociada a la vieja cuestión social y cultural analógica -concreta o pesada (en términos de Bauman)-, al barrio, al participar en sus diversas organizaciones, a la radio popular y comunitaria, al periódico, donde las miradas, los abrazos y el mate pasando de mano en mano, son parte de ese paisaje. La actual coyuntura pone en tensión las viejas y tradicionales lógicas y estrategias de comunicación popular y cultura comunitaria; ligadas a interacciones concretas, directas o mediadas por los medios de comunicación. El aislamiento tecnológico no es algo nuevo, Román Gubern hablaba de la soledad de los bunker electrónicos y el ocio en la cueva aterciopelada.
Una de esas tensiones es la idea de un nosotros. Es un nuevo nosotros, alejado, encerrado entre cuatro paredes sin posibilidad del estrecho encuentro con la otredad. El afuera aparece como amenaza. Siempre fue así, hoy más que nunca. Lo más saludable es permanecer en el bunker aterciopelado y ahora seguro y a resguardo. Una vez más la otredad se presenta como amenaza, pero en este caso bajo un disfraz de enemigo invisible (un virus). El otro es una amenaza para mi salud, por lo tanto la única salida es el aislamiento social. Mantener distancia social se vuelve saludable. Dicen Han: “Los individuos que se unen en un enjambre digital, no desarrollan ningún nosotros (…) Los habitantes digitales de la red no se congregan. Les falta la intimidad de la congregación que produciría un nosotros. Constituyen una concentración sin congregación, una multitud sin interioridad, un conjunto sin interioridad, sin alma o espíritu”.
Pero, por otra parte, qué sería de nosotros sin estas herramientas digitales que nos acercan y conectan al otro/a.
Contrariamente al autor norcoreano, Castells afirma que en la era de Internet las personas no se aíslan en la soledad de la realidad virtual. Por el contrario, amplían su socialidad utilizando la multitud de redes de comunicación a su disposición, pero lo hacen de manera selectiva, construyendo su mundo según sus preferencias y proyectos, y modificándolo de acuerdo con la evolución de sus valores e intereses personales. El autor español remata afirmando “La Web no aísla, sino que relaciona. No aliena, sino que alienta. No elimina la emoción, sino que la alimenta”.
Si hay una autora con autoridad para sumarse a este debate es José Van Dijck, quien afirma también que no significa estar cada vez mas conectados en red, sino que es «una nueva forma de estar con otros, una socialidad conectada».
¿Qué pensará ahora José Van Dijck de esta cultura pandémica de la conectividad? ¿Habrá vuelta atrás? ¿Qué nuevos sentidos se están construyendo a partir de esta nueva realidad? ¿Qué efectos colaterales traerá? ¿En qué medida la nueva cultura del encierro no favorece al sálvese quien pueda? ¿Qué cambios se producirán en los vínculos y comunicación interpersonal?
Hay que correrse de la fascinación del nuevo territorio virtual y no perder de vista el trabajo desde la cultura vinculada al territorio físico real. Tenemos que repensar los territorios que pisamos para gestionar desde la comunicación
Esta digitalización casi completa del orden social y económico, ¿pasará a ser la nueva estructura de organización permanente? Se habla de que estamos en la antesala de un nuevo orden político y económico mundial, ¿lo será también de un nuevo (nuevo) orden comunicacional? Lo cierto es que, como afirma Julián Varsavsky, nadie sabe cuándo terminará el aislamiento capsular. Lo que sí sabemos es que la ya evolucionada digitalización de la vida en estos días avanzó cincuenta años.
Por el momento tenemos más dudas que certezas, pero el escenario nos obliga a plantear una serie de interrogantes y desafíos que tenemos por delante quienes intentamos gestionar, analizar y articular procesos comunicacionales situados, desde una mirada participativa y colectiva.
Creo que hay que correrse de la fascinación del nuevo territorio virtual y no perder de vista el trabajo desde la cultura vinculada al territorio físico real. Tenemos que repensar los territorios que pisamos para gestionar desde la comunicación. Los territorios donde se producen los encuentros, las disputas, los diálogos interculturales, se han complejizado. Por un lado, el que estamos más familiarizados a pisar (la calle, la plaza, las organizaciones) y por otro, el nuevo territorio virtual, inconmensurable e inimaginable. Es imperioso seguir repensando, hoy más que nunca, el diálogo entre estos dos territorios; porque si no lo hacemos a través de políticas públicas, lo seguirán haciendo las empresas multinacionales a través de sus medios de comunicación o plataformas digitales.
Otro tanto de certeza es que nuestra cultura comunitaria es y será originaria, histórica y necesariamente convergente, hecha mucho de realidad carnal y un poco, cada vez más, de realidad virtual. Esperemos no estar en la antesala de habitar el mundo desde la ventana. Esperemos no estar asistiendo al nacimiento del aséptico mundo cápsula y que el paréntesis no se abra nunca más.
* Licenciado en Ciencias de la Comunicación con Orientación en Comunicación Comunitaria (FSOC/UBA). Docente titular regular del Taller de Comunicación Comunitaria y adjunto del Taller Anual de la Orientación en Comunicación y Promoción Comunitaria. (FSOC-UBA). Jefe de Trabajos Prácticos en la cátedra de Comunicación Comunitaria del Depto. Humanidades Universidad Nacional de La Matanza (UNLaM). Docente en Comunidades, pedagogías, comunicación y participación comunitaria, de la especialización en Educación y Promoción de la Salud, (UNTREF).
Fotografía de portada por Julieta Ortiz/ANCCOM