«Cumple sus sueños quien resiste”

*Ana Broitman.

Los barrios de la ciudad de Buenos Aires tienen una larga tradición cinematográfica alrededor de la cual se han tejido memorias e identidades. Siguiendo la tendencia mundial, muchos tuvieron salas desde las primeras décadas del siglo XX y en su seno se gestó el gusto por el espectáculo popular.

Distintos hitos tecnológicos de la historia de los medios de comunicación (la televisión, la televisión por cable, la videocasetera y los sucesivos medios de reproducción de films en el espacio doméstico), así como las transformaciones sociales y urbanas dieron pie a su decadencia, especialmente a partir de los años ochenta cuando cedieron su protagonismo a manos de otras formas de consumo y entretenimiento.

 

 

Desde la década de 1990, con la llegada de las cadenas internacionales y la apertura de multisalas en centros comerciales, este declive se acentuó y pareció que había llegado el tiempo, quizás, de su ocaso definitivo. Muchos, la mayoría, desaparecieron: fueron demolidos o transformados en templos, estacionamientos, supermercados u otro tipo de locales comerciales. Pero ya en el nuevo siglo encontramos algunos casos en los cuales los habitantes (ahora, “vecinos”) de los barrios respectivos resistieron y aún resisten su cierre. Amparos judiciales, proyectos de ley, asambleas, festivales, recolección de firmas, presencia en redes sociales y medios de comunicación, campañas en change.org, fotos con personalidades y apelaciones a la solidaridad colectiva se repiten en distintos casos.

Con la frase “Cumple sus sueños quien resiste”, los vecinos de Parque Patricios celebraron el acuerdo alcanzado ante el Tribunal Superior de Justicia de la Ciudad de Buenos Aires con el propietario del Cine Teatro Urquiza. La lucha por la preservación del espacio se remonta a 2013, cuando la amenaza de demolición se hizo presente. Desde entonces, representantes de la asamblea de vecinos se constituyeron en parte actora para presentar proyectos ante la Legislatura y amparos judiciales que frenaron la destrucción de lo que consideran un patrimonio arquitectónico y cultural que debe ser resguardado, con el apoyo de organizaciones de comerciantes e instituciones sociales y deportivas del barrio.

Desde entonces, representantes de la asamblea de vecinos se constituyeron en parte actora para presentar proyectos ante la Legislatura y amparos judiciales que frenaron la destrucción de lo que consideran un patrimonio arquitectónico y cultural que debe ser resguardado, con el apoyo de organizaciones de comerciantes e instituciones sociales y deportivas del barrio.

 

Ubicado en la avenida Caseros 2826, entre Lavardén y Arriola, de estilo “eduardiano” con influencias renacentistas, el Urquiza fue inaugurado el 20 de mayo de 1921 en un terreno de 1.000 metros cuadrados. Su techo corredizo y sus escaleras de mármol de Carrara lo convirtieron en el más lujoso de los cuatro que tenía el barrio en ese entonces. En su escenario se presentaron Carlos Gardel, Tita Merello, Azucena Maizani y Aníbal Troilo, entre otros artistas de renombre. Allí también se pudo ver Tango, la primera película sonora argentina. Con una capacidad para 1.400 espectadores, tuvo su pico de esplendor en la década del cincuenta, cuando su oferta de actividades teatrales se ubicaba en el primer nivel de la que podía apreciarse en la ciudad.

 

La sala dejó de funcionar a finales de los setenta y albergó una concesionaria de autos y un supermercado. En 2013 fue adquirida por Establecimientos Campana, con el proyecto de demolerla para construir un edificio de oficinas. Mientras el abogado de los nuevos propietarios afirmaba en los medios que “las salas de cine de 1.400 butacas son un recuerdo de una época que ya terminó”, los vecinos de Parque Patricios lo consideraron un hito de identidad y sostuvieron que su preservación y puesta en valor le devolvería vida cultural a un barrio que actualmente no tiene opciones de esa naturaleza.

Y se organizaron para evitarlo, haciendo honor a memorias propias y heredadas de quienes frecuentaron esas butacas en su época de gloria.

Si bien no lograron el objetivo de máxima -la expropiación del predio por parte del Estado-, el 25 de mayo pudieron festejar con un gran festival que, después de seis audiencias, se firmó de un acuerdo entre los vecinos, la firma propietaria y el Gobierno de la Ciudad, que estipula que el emprendimiento que se llevará a cabo incluirá salas de cine, teatro y actividades culturales en la planta baja y el primer piso. Además, se preservará la fachada y se trabajará en forma conjunta para garantizar la participación vecinal en las actividades culturales a desarrollarse en el futuro espacio a construir. De todos modos, los vecinos todavía reclaman que el privado desista de las acciones por daños y perjuicios que les inició a los representantes de la asamblea.

…el emprendimiento que se llevará a cabo incluirá salas de cine, teatro y actividades culturales en la planta baja y el primer piso. Además, se preservará la fachada y se trabajará en forma conjunta para garantizar la participación vecinal en las actividades culturales a desarrollarse en el futuro espacio a construir.

En el camino quedaron los proyectos presentados en las comisiones de Cultura y Planeamiento Urbano de la Legislatura porteña, que no lograron que el bloque del PRO los pusiera en tratamiento, pese a contar con el apoyo de otros sectores políticos. Apuntaban a declarar de utilidad pública al cine teatro, disponer su expropiación y su puesta en valor; y catalogarlo con nivel de Protección Estructural. Adicionalmente, la Defensoría del Pueblo de la Ciudad presentó otro proyecto para catalogarlo con nivel de protección cautelar. El objetivo era lograr el respeto a la historia y la identidad barrial, y la puesta en marcha de un espacio multicultural, respetando la Ley Nacional de Teatro 14.800 que, en uno de sus artículos, indica que en casos de demolición de salas teatrales “el propietario de la finca tendrá la obligación de construir en el nuevo edificio un ambiente teatral de características semejantes a la sala demolida” respetando el 90% la capacidad de la vieja sala.

El cine contribuyó a construir y fue parte del imaginario colectivo de un siglo que, en sus postrimerías, se apuró a darlo por muerto como espectáculo capaz de concitar la reunión colectiva. No obstante, en tiempos de consumos domésticos, portátiles, individuales y online, importantes movilizaciones ciudadanas se convocan en su nombre e interpelan al Estado en defensa de espacios significativos para la identidad barrial.

 

Quienes se organizan para sostener el reclamo por la necesidad de un centro de actividades artísticas y culturales en sus barrios, lo hacen, no casualmente, en torno a sus antiguos “palacios” cinematográficos. Si bien son monumentos de una época pasada en lo que al consumo de películas se refiere, mantienen su valor como elemento aglutinante de la identidad barrial.

Invocando a Raymond Williams, podemos arriesgar que, en torno a su preservación, se juega mucho más que un gesto arcaico: se construyen luchas colectivas y surgen nuevas identidades en diálogo con las pasadas, activando memorias residuales que pueden dar lugar a la emergencia de lo nuevo.

 



*Docente de Historia de los Medios y Sistemas de Comunicación en la Facultad de Ciencias Sociales de la UBA y codirige, con Máximo Eseverri, el Grupo de Investigación en Comunicación “Circulación, recepción y crítica de cine en la Argentina” (FSOC-UBA).