Por Daniel Mundo*
Este pequeño recuerdo que voy a compartir tiene que ver con mi mamá y unos extraterrestres que mandan señales a unos humanos desconcertados. Lo hacen por los más variados medios de comunicación imaginables. Debo aclarar, también, que solo porque el Pentágono liberó los videos que ya todos conocíamos, me atrevo a escribir todo esto.
Lo de mi mamá se trata de un sueño. La interpretación de los sueños no es una gran novedad en el 2020, ¿no? Yo, igual, no lo voy a interpretar, lo voy a relatar. En realidad, en el caso de mi mamá se trataba de muchos sueños reiterados, y que giraban más o menos siempre sobre lo mismo. De hecho, hablar de humanos y extraterrestres como hice en el párrafo anterior da cuenta del error que estoy cometiendo al contar así la historia. Hay otros personajes, además muy prestigiosos, que participan de esto, como K. Vonnegut, W. Burroughs, D. Cronenberg y Charly García, pero mi mamá no sabía nada de ellos. Mamá se limitaba a recibir señales y a contentarse o angustiarse con la historia que vivía en sueños. Durante los últimos años de su vida las historias se intensificaron. Mamá murió hace unos años.
No estaba pensando en ella, obviamente, la tarde del sábado, cuando me puse a ver videos de Charly G, esas cosas que solo haría porque estoy en plena cuarentena. No es muy buena esta bio-video-grafía de Charly, aunque ya verlo a Charly y escucharlo sobre todo me basta. Charly está grande, arrastra las palabras, pero no pierde lucidez. En un momento dice que él cree que los seres humanos somos como recortes figurales (como los muñequitos que recortamos en una cartulina) de ondas sonoras que circulan la tierra. Dice que esta idea se la contó Yoko Ono la vez que la vio, y él ahí se dio cuenta que la venía pensando desde hacía un tiempo, sin saberlo, por supuesto. Todo lo que somos son sonidos o silencio que cada una modula o recorta a su manera, entonces él, Charly, por ejemplo, modula como músico con oído absoluto, mientras que otro modula como científico racionalista y otro como lo que sea. Cada individuo modula la onda vibratoria como puede (siempre de la mejor manera posible para él), y recorta una singularidad. Acá me parece que ya estoy tratando de traducir las ideas de Charly a la lengua de Deleuze. Pero bueno, no importa. A mí me preocupan los que recortan figuras que persiguen cosas tan estúpidas como la felicidad, por ejemplo, y terminan arruinando su vida, y culpan a cualquier otro de las cosas que decidió él solo. A Yoko Ono le preocupan en cambio los que recortan figuritas que están muy seguras de las verdades a partir de las que lo juzgan todo.
Como sea, el tema es que justo el día que vi el video, el sábado, estaba releyendo una novela de Vonnegut que se llama Barbazul. Como siempre en Vonnegut, todo es realista y desopilante a la vez. La cosa es que Rabo Karabekian, el personaje principal, se hace amigo de una mujer viuda. Esta mujer había estado casada con un neurocirujano que justo antes de morir de una enfermedad que lo había dejado parapléjico le escribió en un papel: «Yo arreglaba radios». A la mujer esta frase le parecía tan misteriosa como las palabras de un oráculo. O su cerebro dañado le hacía creer cualquier cosa, o él creía que el cerebro era un receptor de señales que llegaban de otro lado: “El que de una cajita que llamamos radio salga música no significa que haya una orquesta sinfónica dentro”. Nuestra personalidad se conforma a esas señales que recibe. Vivir, cambiar, convertirte en otro, incluso morir, serían como opciones semejantes a las repetidoras que integran el dial de la radio. Si girás el dial, si algo provoca que gires el dial, te podés volver una persona que no sabías que eras. De este modo, cada una de nuestras ideas más originales y brillantes no sería mucho más que el calco de una idea que se había escuchado o leído o visto antes. Lo que pasa es que eso que escuchamos, leímos o vimos antes lo olvidamos y terminamos creyendo que lo que decimos es un producto de nuestras grandes capacidades de pensar. El viejo Platón no decía algo muy diferente. Burroughs, con su inédita teoría de la comunicación (el lenguaje es un virus que nació de una infección en la garganta de unos animales que algunos cientos de años más tarde se convertirían en humanos), tampoco dice algo muy diferente. Solo que en lugar de radios, en Burroughs los extraterrestres utilizan máquinas de escribir para transmitir sus mensajes. Son máquinas de escribir que a su vez se van a convirtiendo en anos. Tal vez está prejuzgando algo sobre lo que podía salir de una máquina de escribir al mando de individuos como Burroughs.
¿De dónde vienen estos mensajes? Nadie lo dice o lo sabe.
Unos años antes de morir, mi vieja me empezó a contar que a veces soñaba que escuchaba la radio, y que lo raro era que hablaban en un idioma que ella no conocía, el yugoslavo. Bah, lo raro para mí no era que hablaran en yugoslavo (la lengua y la patria de mi abuela materna), sino que mi vieja pudiera entender lo que decían. Y mi mamá me contaba que ella no solo entendía perfectamente lo que decían, como si hablaran en español, sino que también podía interpretar el mensaje cifrado o subliminal que le transmitían. Entonces ella obedecía las órdenes secretas que le daban. Por lo general consistían en prostituirse. Yo me acuerdo uno de esos sueños donde la mandaban a tener sexo en un tranvía con un tipo obeso que ella nunca había visto en su vida. Me contaba que se desvistió en el pasillo y tuvo sexo en los asientos de atrás mientras subía y bajaba gente. Nadie se escandalizaba. En pleno frenesí escuchó por la radio del chofer que tenía que bajarse en la parada siguiente: Silazite na sljedećoj stanici. En algunos sueños dejaban que ella decidiera cuándo terminar la historia, y en otros, como éste, le ordenaban lo que debía hacer. Se puso de pie a los apurones, se calzó como pudo el saco, se acomodó la pollera y saltó a la vereda.
* Licenciado en Ciencias de la Comunicación, Magíster en Filosofía de la Cultura, Doctor en Ciencias Sociales y pornólogo. Docente del Seminario Informática y Sociedad. Integrante del grupo editor de la revista Artefacto. Pensamientos sobre la técnica.