1970: cuando la juventud universitaria quiso salvar al tango

Por Mariana Nardone*

«El Círculo Amantes del Tango los invita al Primer Gran Festival en el Aula Magna», versaba un afiche en la Facultad de Odontología de la Universidad de Buenos Aires. Corría el año 1970, y entre las presentaciones estaban tanto músicos consagrados de la talla de Osvaldo Pugliese, Edmundo Rivero y Enrique Mario Francini, como nuevas expresiones del tango, tales como Rodolfo Mederos, Osvaldo Piro y Juan Carlos “Tata” Cedrón.

Cafecito de por medio en unos bares de la Ciudad de Buenos Aires, tres de los participantes de la agrupación amateur “Círculo Amantes del Tango”, Magdalena “Malena” Cattaneo, Julio Tapia y José “Pepe” Paradiso (de las primeras camadas de sociólogos por la Universidad de Buenos Aires), rememoran cómo cinco décadas atrás el Círculo se atrevió a convocar, sin presupuesto, a artistas de primera línea para dar conciertos gratuitos a la juventud en la Universidad pública de Buenos Aires.

El folleto de difusión del evento insignia que se distribuía en la Universidad decía que “los habitantes del país (argentinos y extranjeros) vivimos el privilegio del Tango. Desde su nacimiento hasta hoy, el Tango ha tropezado con muchos tipos de barreras que menoscaban su difusión y calidad.” En un momento en que se discutían los complejos factores que estaban socavando el interés por este género musical en gran parte de las nuevas generaciones, los jóvenes del Círculo tenían la convicción de que “el tango no debe morir, es parte de nuestra cultura”, y que había que difundirlo entre la juventud, dice Malena.

En un momento en que se discutían los complejos factores que estaban socavando el interés por este género musical en gran parte de las nuevas generaciones, los jóvenes del Círculo tenían la convicción de que “el tango no debe morir, es parte de nuestra cultura”

Folleto del Primer Gran festival, 1970.

Con el fin de reconstruir el contexto de ese esfuerzo colosal, Rodolfo Mederos, Juan Carlos “Tata” Cedrón y Osvaldo Piro revelan, en una entrevista telefónica con quien escribe, los desafíos de los músicos de tango en esa época. Es el comienzo del año 2020 cuando converso con los Maestros. No se sabía aún de la pandemia que tanto afectaría el curso normal de la vida, incluidos conciertos, clases de tango y milongas.

“BANDONEONISTA, COMPOSITOR, ARREGLADOR, DIRECTOR. De línea netamente modernista. Ha realizado una obra digna de las exigencias del público más entendido.” Así describe el folleto de aquel Festival a Rodolfo Mederos. La conversación rebalsa de pensamientos sobre el pasado y el presente del tango y va desde un recorrido por los senderos de las distintas etapas del género musical hasta las críticas reflexivas sobre la globalización. Una vez que se asegura de haber expresado los pensamientos que hoy más lo inquietan, la conversación se vuelve un deleite, cálida e inteligente.

Siguiendo la nómina de aquel festival, Juan Carlos “Tata” Cedrón figura como “CANTOR, GUITARRISTA, COMPOSITOR, ARREGLADOR, DIRECTOR. Es una de las figuras de mayor inquietud de la nueva generación.” “Tata” Cedrón es melódico al hablar y transmite entusiasmo por el acercamiento de la juventud del siglo XXI a este género musical. Cuenta animado sobre la larga trayectoria del Cuarteto que lleva su nombre. Es un memorioso. Nombra una pila de músicos y orquestas de antes y de hoy, de escritores y poemas. La conversación se ilumina cada vez que recita versos, canta estrofas de canciones en lunfardo, o hasta tararea el ritmo del llamado “neo tango”. “Estoy de humor hoy”, se ríe el “Tata” y lo da todo.

Si bien no figura entre la nómina de artistas en el folleto del Festival de tango de 1970, Malena recuerda con claridad a Osvaldo Piro como uno de los músicos que participó de aquel evento. Este talentoso bandoneonista, intérprete, compositor y director al frente de su orquesta típica de tango, fue también director titular de la Orquesta Nacional de Música Argentina Juan de Dios Filiberto y de la Orquesta Provincial de Música Ciudadana, en Córdoba Capital. Piro habla en un tono reo encantador desde el terreno en el que vive tranquilo, dice, en la Falda, Córdoba. Cuenta que amanece escuchando el canto de los pájaros. Eso, para él, es “recuperar la vida”. Con el correr de la conversación se suelta e improvisa respuestas, como cuando habla de las parejas de baile: “No se puede creer lo que hacen, en la forma y a la velocidad que se cruzan. Yo que soy músico me sorprendo y sería incapaz de hacerlo”, confiesa.

El Círculo Amantes del Tango

En las charlas con Julio, “Malena” y “Pepe”, apodos que arrastran desde su juventud, Pepe (quien considera su participación como marginal” dentro del grupo) explica que el “Círculo” se trató de “un emprendimiento cultural de la sociedad civil”, que duró entre fines de la década de 1960 y comienzos de la del ’70. En aquellos años Onganía era el presidente de facto. “Era la época que se empezaba a hablar de la vuelta de Perón, había una reivindicación de lo nacional y popular y el tango era la expresión musical de ese sentimiento”, dice Julio. Para Malena, el emprendimiento era “otra manera de expresión de rebeldía contra el gobierno militar.”

Julio, Malena y Pepe rememoran que de esta pequeña agrupación con una gran causa formaban parte estudiantes y profesores universitarios de la Facultad de Filosofía y Letras, empleados públicos, trabajadores fabriles y otros jóvenes aficionados al tango, que compartían la misma “socialización tanguera”, y que provenían de distintas corrientes políticas. Recuerdan, como si los estuvieran viendo, desde la dirección precisa de los bares donde se reunían para organizar los eventos, hasta el tono del vestido azul que usó Malena como presentadora en la velada cultural. Todo está guardado en su memoria. No conservan fotos, ni grabaciones, ni filmaciones que ayuden a reconstruir el titánico evento. El único registro que les queda guardado es el folleto de aquel “Gran Festival”.

Al consultarle sobre este Festival, Mederos no recuerda “casi nada”. Los cincuenta años que pasaron desde aquel evento y los innumerables conciertos que dio han desdibujado este suceso. Y agrega: “Lo que puedo decirte es que si lo hice, lo hice convencido, no me arrepiento, más allá de que me acuerde o no me acuerde. Nunca hago algo que no esté convencido de hacer.”

“Tata” Cedrón tiene vagos recuerdos del Festival, aunque sí se acuerda bien “de la generación y todo eso.” Al repasar el folleto al otro lado del teléfono, dice: “Estábamos de acuerdo con eso, y por eso yo participé. Yo estaba de acuerdo con ese eslogan. Éramos conscientes de que había una penetración de la música internacional.”

Para Osvaldo Piro “es muy difícil después de tantos años poder recordar. Pero yo creo que era otro país en los años ‘70. Yo recuerdo una juventud pensante que estaba en busca de su identidad, por eso esto se hizo en la universidad. Digo ‘búsqueda de identidad’, porque ya llegaba la música extranjera con mucha potencia, que estaba manejada por los grandes centros de poder.”

El “Gran Festival”: Desafiando una época

Hacia fines de la década de 1960 artistas nuevos comenzaban a reconfigurar la potencialidad, originalidad y expresividad del tango, aunque éste ya no era el género popular de la juventud por excelencia. En esa época se discutía si el tango sufría una declinación, estancamiento o transición. La experiencia del “Círculo” fue una entre otras iniciativas que se esforzaron por mantener viva la música rioplatense.

Desde su perspectiva de artistas, los músicos entrevistados relatan el desafío que era ser un joven músico de tango en 1970. “Tata” Cedrón cuenta que en esa época “los músicos tenían vergüenza de tocar el bandoneón.” De forma similar, Mederos recuerda que en aquellos años “el tango estaba desprestigiado y la música anglófila invadía el mundo”, y continúa: “Entonces tocar el bandoneón era como tocar algo del abuelo, algo de los viejos. Ese es un problema de la ignorancia y de la superficialidad con que se vivía”, afirma Mederos.

En esa época se discutía si el tango sufría una declinación, estancamiento o transición. La experiencia del “Círculo” fue una entre otras iniciativas que se esforzaron por mantener viva la música rioplatense.

Una de las páginas de la nómina de artistas del folleto

“¿A vos te parece que va a querer?”, se preguntaban los miembros del “Círculo”, y allí iban en busca de los músicos para invitarlos a participar del Festival, sin contar con presupuesto, ni mucho menos internet. Malena y otros de sus compañeros trasnochaban en la puerta de los clubes y bares como «El Viejo Almacén», aguardando el final de las funciones para convocar a los músicos. Sorprendidos, éstos les decían: “Pero ustedes son muy jóvenes”, recuerda Malena. Para las figuras del tango, el entusiasmo por el tango entre la gente joven en esa época era para ellos “una anomalía”, explica Pepe.

Para la difusión del gran evento se hicieron gacetillas en la radio con la colaboración de conductores como Héctor Larrea y Antonio Carrizo, quien anunció, “Hoy los muchachos del Círculo del Tango en la Facultad de Medicina”, recuerda Julio. Asimismo el poeta popular Julián Centeya ayudó en su difusión. Malena rememora que también contaron con el apoyo del poeta y compositor Cátulo Castillo, autor de la letra de “La última curda”. Cuando fue a visitarlo a la Sociedad Argentina de Autores y Compositores de Música (SADAIC) “se le caían las lágrimas.” “Pero tenés veintitrés años”, le dijo sorprendido.

El Festival contó con tal calidad de personalidades del tango, que hoy se agotarían sus entradas en cuanto se anunciara. En un esfuerzo épico, el “Círculo Amantes del Tango” logró convocar a diferentes orquestas, guitarristas, bandoneonistas, pianistas, violinistas, parejas de baile, poetas, compositores y cancionistas del tango en un mismo día, horario y lugar. Así fue como un 23 de octubre de 1970 a las nueve de la noche en el Aula Magna de la Facultad de Odontología, los primeros acordes irrumpieron el ambiente académico a sala llena, en un clima cargado de alegría, esperanza y emoción. Recuerda Malena el susto con el que subió al escenario en su rol de presentadora “vestida de hippie anunciando a Pugliese” para un público de más de ochocientas personas.

Los sociólogos entrevistados comparten el recuerdo de que los Maestros del tango estaban conmovidos, porque no se esperaban tal magnitud de público joven. Fue como un “volver a vivir”, dice Pepe. Según Julio, “aportamos a la difusión general del tango en un momento importante, especialmente porque fue un intento de renovación, de gente nueva” que se incorporaba a este género musical. Para Julio, Malena y Pepe, fue y será un momento único e inolvidable.

La recuperación del tango por las nuevas generaciones

Mederos, Cedrón y Piro crecieron en la década de 1940, la “Época de Oro” del tango y hoy trabajan junto a las nuevas camadas de este género. Relata Mederos: “Me parece interesante que los músicos jóvenes se interesen genuinamente [por el tango].” Y agrega: “Pero llegaron tarde. Esos muchachos tendrían que haber nacido en el año ‘40. Hoy hay que ir a buscar cómo hizo el arreglo Troilo. Entonces, yo sería alguien que tiene la llave del museo.”

Para Cedrón, “hay muchísima gente joven que son muy buenos músicos, y se están retomando cosas de antes,” y reflexiona, “aunque hubo un bache muy grande. Los chicos de ahora no tienen el sonido de Troilo ni de un montón que en el año ‘40 eran extraordinarios. Entonces esos chicos ahora están descubriendo eso, y están como reconociendo a sus abuelos.”

Piro sostiene que: “Si vos ves a los nuevos bandoneonistas te sorprendés. Lástima que no tienen dónde mostrar todo lo que saben hacer.” Y agrega sobre su trabajo con la juventud: “Mezclarnos con los chicos jóvenes es muy lindo, porque los que quedamos somos los referentes de ellos.”

A pesar de los desafíos que hoy plantea la pandemia, los músicos siguen regalándonos su talento. Mederos continúa desarrollando su actividad pedagógica de manera virtual y está muy entusiasmado con su nueva formación de Generación Cero. Cedrón ofrece, desde la puerta de su casa, “música al paso” a los vecinos. Piro participó del Festival de Tango de La Falda, que este año se hizo online.

Nos despedimos, con los “Amantes del Tango” a la espera de asistir a un nuevo concierto de los que quedan grabados en la memoria, debiéndonos una conversación con mates de por medio con Rodolfo Mederos, llevándome una lista de poetas y libros de la charla con “Tata” Cedrón, y, con Osvaldo Piro, mandándonos un abrazo tanguero.


* Doctora en Ciencias Sociales (Facultad Latinoamericana de Ciencias Sociales, Argentina). Associate Postdoc Fellow por el Käte Hamburger Kolleg / Centre for Global Cooperation Research (Alemania). Cientista social y docente.