Por Agustina Sabich*
La entrega de los Martín Fierro del Cine no pasó desapercibida. Realizadores audiovisuales argentinos y figuras del espectáculo local se subieron una y otra vez al estrado para recibir su premio, pero la enunciación se sintió pujante, sin ánimos de tibieza. Puan arrasó: guion, actor y actriz de reparto, protagónico, música, dirección, película. La ironía de una coyuntura que se empeña en mostrar que la identidad nos resguarda, que somos el resultado de algo que nos trasciende. Como dijo el decano de la Facultad de Filosofía y Letras de la UBA: “Ir a la facultad transforma vidas, familias, cumple sueños y proyectos, y es fundamental para el crecimiento y el desarrollo de nuestro país”. Las expresiones no son menores, ya que gran parte de los galardonados -hoy profesionales- son egresados y profesores en universidades públicas nacionales.
En este contexto de desfinanciamiento visceral, de juego de palabras, en donde se pronuncia que no van a arancelar a la universidad, pero al mismo tiempo reducen el presupuesto y congelan el salario de la planta docente, todo se vuelve más robusto. El carácter de denuncia y alarma del evento fue impetuoso: la crisis del sector audiovisual se extiende a otros planos como la ciencia, la educación, la literatura, el arte, la cultura. Un circuito productivo que genera empleo, crecimiento, movilidad social, y que además es coronado en el mercado internacional. El diálogo y la retroalimentación de todos estos ámbitos es una potencia económica, social y simbólica que nunca produce déficit: nos permite pensar, nos hace mejores, nos enriquece.
Sabemos hacer cine, que no nos digan más cómo tenemos que hacer cine. Según el Informe Sectorial para Inversores Internacionales (2023), en las últimas dos décadas, la Argentina ha incorporado tecnologías digitales en el mercado audiovisual, con un crecimiento sostenido en la formación de recursos humanos y una pronunciada capacidad competitiva. Esta industria es la tercera más importante que produce valor agregado, habiendo recaudado más de US$ 1.389 millones en 2021. Nuestro país se encuentra en el puesto N° 10 de los mayores productores de películas en el mundo y en el N° 1 de Latinoamérica.
A filmar hasta enterrarnos en el mar. El informe Evolución del empleo en el sector audiovisual entre 2007 y 2022 identifica tres etapas: entre 2007 y 2015 se evidencia un acentuado crecimiento del 42%; la segunda instancia (2016-2019) concluye con un marcado estancamiento, al mostrar una caída de trabajadores en actividad del 0,4%. Con la irrupción de la pandemia en 2020-2021, la tercera etapa mostró signos evidentes de perdida de empleo, pero alcanzó una recuperación notable en 2022 con un crecimiento anual del 17,8%. Asimismo, a partir del análisis efectuado entre 2020 y 2022 de los programas Soluciona, Fortalecer, Nodos de la Economía del Conocimiento y Potenciar Videojuegos, el sector audiovisual obtuvo el financiamiento para 64 proyectos, convirtiéndose así en el cuarto actor de la Economía del Conocimiento de acuerdo al monto total recibido (Ministerio de Capital Humano, 13/09/2023).
No es mercurio retrógrado, nos están afanando la ficción. La resolución 27/2024 implica la ausencia de pagos de subsidios, la destrucción de pequeñas y medianas empresas especializadas en el rubro, la falta de políticas de promoción y exhibición, el despido masivo de empleados calificados, la postergación o nulidad de recursos y el cierre de áreas centrales. Esto sucede porque se suspende la recepción de proyectos realizados mediante el sistema de ventanilla continua (Página 12, 22/10/24).
Que no nos digan más cuántos espectadores tenemos que meter para ser buenos. Con el decreto 662/24 de reestructuración del INCAA -el principal órgano dedicado al fomento y regulación de la industria audiovisual en la Argentina- se explicita que las producciones deben financiarse con recursos propios en un 50%; tampoco podrán solicitar recursos adicionales al año siguiente de la finalización de su proyecto. Al mismo tiempo, se establece que se priorizarán la calidad y las posibilidades de exhibición, capacidad de audiencia (“éxito de taquilla”) y recuperación de los fondos otorgados por sobre preferencias ideológicas (Infobae, 11/08/2024).
Eso que llaman reestructuración es neocolonia. De acuerdo con los datos arrojados por el Sindicato de Televisión (SATSAID), entre 2021 y 2023 la producción de rodajes para plataformas de streaming descendió un 27, 7% (de 18 a 5). De hecho, se espera el despliegue de tan solo 2 rodajes para el 2025. Otras cifras aportadas por el Sindicato de la Industria Cinematográfica (SICA APMA) advierten que en el 2023 se estrenaron 146 largometrajes, mientras que para el año en curso se espera tan solo el lanzamiento de 40 producciones, es decir, nuevamente un fornido descenso del 27, 3% (Página 12, 22/10/24).
Esta historia termina mal. En el mes de abril del corriente año, la asistencia a salas de cine en la Argentina sufrió una caída del 56%; los datos ni siquiera son similares a los que presentaba el 2001. La venta de entradas fue de 1.735.000, comparada con la del 2023, que osciló en un total de 3.925.000. Hacia mediados del 2024 ya se habían perdido más de cuatro millones de espectadores, generando un descenso del 31,3 % (Diario Mendoza, 2/05/2024). De acuerdo con un informe realizado por la consultora Ultracine el fenómeno responde a dos factores: por un lado, la poca oferta en cartelera como consecuencia de la escasa producción, y por otro lado, lo costoso que resulta concurrir al cine en la actualidad, aún disponiendo de promociones y descuentos (ANUNM, 4/06/2024).
No dejemos que destruyan a nuestra cultura, nadie quiere hacer una mala película. La paralización del INCAA implica el abrupto detenimiento de 400 proyectos audiovisuales que habían comenzado a trabajar en el 2023 y que hoy no disponen de fondos para continuarlos. Sumado a ello, corren peligro las distintas plataformas digitales de acceso internacional, como Cine.Ar y Cine.Ar Play, junto con el espacio Gaumont, la Escuela Nacional de Experimentación y Realización Cinematográfica (ENERC) y la progresiva desfinanciación de eventos tradicionales como el Festival de Mar del Plata (LASA, mayo de 2024). La pérdida de trabajo y la reducción de fuentes de financiamiento para solventar proyectos ubica en una situación apremiante a personas altamente calificadas y reconocidas dentro del sector que tienen que buscar, o bien otras formas de subsistencia, o bien aceptar salarios con un atraso de dos años (ANCCOM, 26/09/2024).
Gracias al público, pero sin producción, sin inversión, sin formación de recursos, no hay audiencia que pueda ofrecer reconocimiento.
* Becaria postdoctoral del CONICET en el Instituto de Lingüística (FFyL-UBA) y docente de la Carrera de Ciencias de la Comunicación (Facultad de Ciencias Sociales, Universidad de Buenos Aires).
Fotografía de portada: Gustavo Gavotti/Infobae