Antonio Pasquali, militante de la comunicación

Por Emiliano Sánchez Narvarte*

Era febrero de 2015. Esos nueve pisos por ascensor en el edificio de su casa en la urbanización Altamira, en Caracas, fueron eternos. El autor de Comprender la comunicación, con sus 86 años, abrió la puerta en camisa, pantalón corto y ojotas franciscanas. Luego del saludo inicial, amablemente y tras disculparse por su disfónica voz, me realizó tres preguntas: ¿Quiere un café? Sí, gracias—respondí. ¿Por qué está haciendo una tesis doctoral sobre mí? Porque su obra y trayectoria intelectual son relevantes para el campo de la comunicación. ¿Así que ustedes [la Facultad de Periodismo] le dieron un premio a Chávez? Sí, el premio Rodolfo Walsh por su labor en la comunicación popular. Se produjo un breve e intenso silencio. No sin titubeos, comencé a entrevistarlo.

En estas breves líneas ensayaremos un mapa que nos ayude a situar el pensamiento y la trayectoria del teórico venezolano en algunos debates de los que participó activamente

Pasquali nació en la ciudad italiana de Rovato el 20 de junio de 1929 y falleció en Reus, España, el 5 de octubre de este año. A finales de la década del cuarenta había llegado junto a su familia a Venezuela, producto de las vicisitudes experimentadas a lo largo de la Segunda Guerra, en particular luego de que una bomba incendiaria destruyera el local donde estaba el negocio de su padre. Unos años después, en 1955, adoptó la nacionalidad venezolana.

Entre 1958 y 1965, Pasquali comenzó a participar activamente de múltiples espacios formativos y con una fuerte militancia cultural. Como estudiante en la carrera de Filosofía y Letras en la Universidad Central de Venezuela, se incorporó a los Círculos Universitarios de Cine. Posteriormente, accedió a una doble formación de posgrado en Francia, donde se doctoró en filosofía y se especializó en filmología. En París se conectó con los debates que una franja de la intelectualidad —Edgar Morin y Gilbert Cohen Séat, por ejemplo— tenía en torno a la producción audiovisual y las problemáticas emergentes sobre la cultura de masas.

Al regresar a las tierras venezolanas, además de publicar su primer trabajo, Información Audiovisual (1960, UCV), fundó junto a compañeros de la universidad la revista Crítica contemporánea. Desde ahí, participó en los debates políticos y culturales en torno a la reorganización de la democracia tras diez años de gobiernos militares, la necesidad de modernizar la producción cultural e intelectual, y la emergencia de movimientos radicalizados más o menos orgánicos con los grupos guerrilleros que imaginaron a Cuba como un nuevo ideal de sociedad.

Varias de las discusiones en las que Pasquali participó se condensaron en su trabajo Comunicación y cultura de masas (1964, EBUC). Su reflexión sobre la comunicación emergió tendiendo a la formulación de nuevas estrategias teóricas y fundamentalmente políticas. Fueron interpretaciones que no estaban destinadas simplemente a ofrecer una representación crítica de los problemas vinculados a los medios masivos, la cultura de masas, la ideología o la política, sino que era una orientación para actuar conforme a las mismas. En sus artículos de Crítica contemporánea y en trabajos como Comunicación y cultura de masas, la relación entre cultura y medios masivos era mediada por la lectura de los procesos políticos de la región. Específicamente, el rol de los medios de comunicación era pensado a la luz de las estrategias norteamericanas y de los países latinoamericanos que atacaban a la Revolución Cubana. En la intersección de las fronteras porosas entre la militancia, la academia y la intelectualidad, la “comunicación”, más que un “tema”, fue un problema epistemológico y político que interpeló a Pasquali y sobre el cual discutieron políticos y militantes al interior de la academia.

En la intersección de las fronteras porosas entre la militancia, la academia y la intelectualidad, la “comunicación”, más que un “tema”, fue un problema epistemológico y político que interpeló a Pasquali y sobre el cual discutieron políticos y militantes al interior de la academia.

En 1967, desde el Instituto Nacional de Cultura y Bellas Artes (INCIBA), se fundó la revista Imagen, a cargo de Guillermo Sucre. La revista fomentó la actualización teórica y renovación de saberes del campo cultural, publicando reseñas y traducciones de autores como Herbert Marcuse, Roland Barthes y, entre otros, Lucien Goldmann. En la revista, Pasquali escribió sus primeros artículos sobre la obra de Marcuse y sus primeras reflexiones sobre Marshall McLuhan. Fue desde esta formación cultural que se apropió creativamente de Dialettica Dell’illuminismo de Max Horkheimer y Theodor Adorno en su primera edición italiana de 1966. Las lecturas de algunos referentes de la Escuela de Frankfurt fueron rápidamente incluidas en su marco de interpretación en El aparato singular (1967, UCV).

A las manos de la revista dirigida por Sucre había llegado, también, la primera edición de Understanding Media de Marshall McLuhan, que implicó una pronta lectura de Pasquali que fue sintetizada en una reseña crítica de 1968, publicada bajo el sugestivo título “Marshall McLuhan o la ideología represiva”. Allí acusaba, a contra luz de la lectura de Marcuse, al teórico canadiense de que su obra era un “breviario del pensamiento conservador”. Como “ideólogo de la conservación”, finalizaba, McLuhan podía llenar de “regocijo a la Asociación Interamericana de Radiodifusión y a los publicistas” porque era una teoría que justificaba ideológicamente las estrategias de los “gerenciales de la comunicación”.

En esos años fue emergiendo un movimiento cultural que problematizó y reflexionó sobre el cine en Venezuela en un proceso más amplio que se dio a escala latinoamericana y europea, que suscitó la fundación de la revista especializada Cine al día. Se había conformado luego de la organización de una serie de encuentros nacionales de cine, en los que un sector de la intelectualidad —Alfredo Roffé, Ambretta Marrosu, Oswaldo Capriles y Pasquali, entre otros— promovía una nueva política para la producción cinematográfica en Venezuela. Allí surgió como problema de discusión las condiciones de producción cultural, en un contexto en que algunos intelectuales entendieron que había que promover la cultura nacional y limitar la presencia dominante de la cultura de masas norteamericana. En este marco, la recepción de algunos trabajos de Frankfurt les permitió realizar un diagnóstico crítico del carácter industrializado de la cultura y, también, fue una guía general para imaginar —vía la intervención política— un horizonte cultural diferente.

En este marco, la recepción de algunos trabajos de Frankfurt les permitió realizar un diagnóstico crítico del carácter industrializado de la cultura y, también, fue una guía general para imaginar —vía la intervención política— un horizonte cultural diferente.

Entre 1973 y 1978 se produjeron intensos debates sobre la investigación en comunicación en un marco creciente de estructuración, en Venezuela, de redes de estudios que problematizaron la relación medios, cultura y comunicación. Surgieron nuevos espacios de investigación como el Instituto de Investigaciones de la Comunicación (ININCO), fundado y dirigido por Pasquali entre 1974 y 1978.

Hacia 1974, el gobierno venezolano de Carlos Andrés Pérez (1974-1979) dispuso de una serie de políticas a través del Consejo Nacional de Cultura (CONAC), que apuntaron a la reorganización de la producción cultural, específicamente en lo que se refería al cine, a la radio y a la televisión. Como resultado de ello, se redactó entre 1974 y 1975 el Informe Ratelve, que pretendió delimitar una nueva política para la radio y la televisión del Estado venezolano. Pasquali dirigió el equipo de trabajo que escribió el informe, publicado en 1977 con el título Proyecto RATELVE (editorial SUMA).

El informe situaba a la comunicación en una estrecha relación con la organización política de la sociedad. Una de las definiciones clave que se estipulaba era la dimensión constitutivamente política de la comunicación: se trataba de comprender que la organización comunitaria no podía producirse sin comunicación, es decir, como una modalidad relacional en la cual todos los sujetos debían tener las mismas posibilidades de acceso y participación en los procesos comunicacionales. Los servicios públicos de radiodifusión, por lo tanto, debían estar al servicio de los intereses de la colectividad bajo la dirección de la planeación nacional, haciendo de la radiodifusión un instrumento fundamental de desarrollo. La orientación global de la radiodifusión era tarea del Estado con el objetivo de armonizar los sectores público y privado. El Estado, por lo tanto, debía convertirse en rector de la comunidad política con una función indelegable en defensa y promoción de la libertad, igualdad, desarrollo e independencia del pueblo. En contraste, sostenía el proyecto, la industria tendía a una monopolización cultural: los centros o núcleos del poder económico eran los únicos en condiciones de generar las grandes inversiones requeridas por las nuevas infraestructuras tecnológicas para la producción, distribución y el consumo de bienes simbólicos.

Entre 1979 y 1989, Pasquali participó en la consolidación e institucionalización de los saberes en comunicación en distintas regiones de América Latina. En 1978, había asumido en la Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura (UNESCO), el cargo de Sub-director General Adjunto del sector de la Cultura y la Comunicación. Desde allí, y junto a referentes de los estudios de comunicación, promovió la formación de la Asociación Latinoamericana de Investigadores de la Comunicación (ALAIC). Luego, desde su posición de Coordinador Regional de la UNESCO para América Latina y el Caribe, motorizó y participó de la Unión Latinoamericana y del Caribe de Radiodifusión (ULCRA). Este espacio se propuso discutir críticamente el avance de los procesos de privatización de los medios masivos en la región.

En el proyecto de la ULCRA se pueden leer dos desplazamientos en la formulación de regulaciones y estrategias para el sector de la comunicación y la cultura: el primero se relacionó con la necesidad de formar redes de integración regional en términos culturales, es decir, como intento de construcción de un mecanismo de circulación de los productos culturales que se complementara con los intercambios económicos entre los países del sur del continente. Al mismo tiempo que buscaba una articulación interna, procuraba constituirse como “bloque cultural” y de ese modo competir en el mercado internacional de bienes simbólicos. Para ello fue necesario un segundo desplazamiento: si históricamente las industrias culturales habían representado el carácter dominante de la lógica del capitalismo y era una estrategia política y comercial para “alienar” a las masas, era necesario repensarlas conceptual y políticamente. El objetivo fue pensar estratégicamente a las industrias culturales como posibilidad de revitalizar las economías nacionales y como instrumento de desarrollo económico, progreso social y consolidación democrática. Esto, consideraba Pasquali en De la marginalidad al rescate (1990, en coautoría con Armando Vargas), permitiría a la región incorporarse al “pool de productores y emisores culturales” al distribuir riesgos y beneficios, como así también, generar las plataformas productivas necesarias que posibilitaran las mejores condiciones para “los productores culturales locales”.

Entrados los años noventa, las posiciones teóricas de Pasquali se desplazaron de la pregunta por la industria cultural hacia las condiciones materiales de las telecomunicaciones. Si bien Pasquali mantuvo la pregunta por el carácter político y económico de las comunicaciones, estas adquirieron otra dimensión al ser pensadas como las redes de circulación de la economía, la cultura y el saber. La pregunta que se formuló en trabajos como La comunicación cercenada (1990), El orden reina (1991) y Memorias de un país en subasta I y II (1992 y 1994, respectivamente, ambos en colaboración con Elizabeth Safar), fue cuáles eran las condiciones de acceso y participación de la sociedad venezolana en la producción económica, cultural y educativa. Puntualmente consideró a las telecomunicaciones como dimensiones centrales en los procesos de democratización, modernización e integración regional.

En las primeras décadas del siglo XXI, su producción intelectual se mantuvo vinculada a la reflexión sobre las transformaciones de los procesos comunicacionales, y se siguió ocupando de las reconfiguraciones políticas a nivel regional, pero fundamentalmente sobre el gobierno de Venezuela. Respecto a las políticas estatales de comunicación del gobierno de Hugo Chávez, Pasquali sostuvo en La comunicación mundo (2011) que aun siendo “novedoso” el reordenamiento del mercado infocomunicacional, este se había producido mediante un ascenso “ineficaz” de los medios gubernamentales, que fueron “acosando” progresivamente a los “portavoces de la oposición”. En su último trabajo, La devastación chavista. Transporte y comunicaciones (2017), denunciaba lo que consideraba como el “deterioro” de los servicios infocomunicacionales del Estado, las tecnologías de la información y la comunicación, y la infraestructura del transporte público y privado en Venezuela en los últimos años.

* Profesor adjunto de la cátedra III “Modernidades, Medios y Poder”, Facultad de Periodismo y Comunicación Social (FPyCS/UNLP), miembro del Instituto de Estudios Comunicacionales en Medios, Cultura y Poder, Aníbal Ford (FPyCS/UNLP). Becario del CONICET. Contacto: emiliano.sanchez@perio.unlp.edu.ar

Fotografía de portada por Franzconde, bajo licencia CC BY 2.0