Por Myriam Pelazas*
La potencia del “Ni una Menos. Vivas nos queremos” nacida de la convocatoria de periodistas y artistas feministas hartas de la anomia con la que se aceptaba cada nuevo femicidio; la audaz perseverancia de quienes articularon acciones en todo el país y formaron la “Campaña Nacional por el Derecho al Aborto Legal Seguro y Gratuito”; los Paros de Mujeres en Polonia para frenar un proyecto de aborto; de Islandia y Francia contra la brecha laboral por motivo de género; la aparición de Lisístratas modernas en Palestina y en Israel intentando la paz y la furia de mujeres en Estados Unidos contra la misoginia de Trump, explican un poco lo que pasó el último 8 de marzo en calles y plazas argentinas. Pero siempre hay más en el país de las Madres, Abuelas y Evita.
En efecto, si las mujeres, lesbianas, trans y travestis veníamos consiguiendo normativas referidas a nuestros postergados derechos, aún está pendiente el tratamiento de una ley sobre interrupción voluntaria del embarazo y nos siguen matando de a una por día. Así las cosas, nuestro Segundo Paro Internacional de Mujeres llegó en medio de un gobierno que se mantiene a fuerza de acolchonamiento mediático y de actuar lo que su asesoría comunicacional le informa. Por tanto, tensiones económicas y políticas mediante, el equipo de Durán Barba y funcionaria que alguna vez estuvo de este lado se agenciaron la intraducible misión de que el Presidente gesticule que le interesan los “derechos de las mujeres”. Ante tal improvisación y manoseo, avanzaron miles de empoderados cuerpos por calles y plazas que es donde suelen suceder cosas trascendentes en nuestro país.
Acá
Pero también ocurren puertas adentro. Así las cosas, repasaremos un poco el vínculo de nuestra carrera con estos asuntos. Primer mojón:el número 2 de esta revista, publicado el rabioso año 2001. Allí en “Estudios Culturales y Feminismo” July Cháneton afirmaba que “la institucionalización de los estudios feministas o de género es una consecuencia del movimiento político. Pero la vida social de género no puede sin más pensarse como externa a la academia, poblada como ésta se encuentra por sujetos sexuados (docentes, estudiantes) conformados en la experiencia histórica que combina las diferencias de género, clase y generación”. En efecto, ese año en Argentina también hubo un grito colectivo “Que se vayan todos, que no quede ni uno solo”, se vociferaba mientras se despedía al Presidente del helicóptero y se desafiaba a otros cinco. Faltaba para que una Presidenta electa gobernara “a todos y a todas”, pero era importante contar que en gran parte del mundo hacía décadas que el feminismo había ingresado en las universidades con sus reflexiones acerca de la igualdad, la diferencia y sobre diversas injusticias. Y preguntarse qué pasaba con ello en los claustros era algo de lo que repasaba ese fundante artículo de July.
La institucionalización de los estudios feministas o de género es una consecuencia del movimiento político. Pero la vida social de género no puede sin más pensarse como externa a la academia.
En una carrera relativamente nueva como Comunicación había que reponer el tema, sin embargo, más allá del denodado esfuerzo de las profesoras que a contracorriente lo iban instalando, hacerlo no era una tarea fácil. Si bien desde la Dirección de entonces se brindaba asesoramiento al Consorcio Nacional de Derechos Reproductivos y Sexuales (CONDERS) que monitoreaba con perspectiva de género las acciones previstas por la Ley Nacional de Salud Sexual y Procreación Responsable y el número 6 de esta misma revista se ilustraba con jornadas de lucha feminista, la causa seguía siendo lejana para la mayor parte del cuerpo académico. Ello comenzó a cambiar a medida que el estudiantado se interesaba cada vez más por estos asuntos. De hecho, la ponencia de Andrea Gutiérrez “Tesinas de comunicación. ¿Todas/os, tod@s y todxs?” escrita para el Congreso Latinoamericano de Comunicación celebrado en homenaje a los 30 años de la carrera, relevó el universo de tesinas escritas hasta ese año 2015 dando cuenta de que 186 estaban vinculadas a estas temáticas, siendo la primera de 1994 y aumentando la cantidad en los últimos años de la muestra. Tendencia que se acentuó en un posterior relevamiento sobre el dato final esgrimido por Gutiérrez y la última tesina de 2017, hallando otras 50 más. También fruto de ese interés y de que hubo un grupo cada vez mayor de docentes especializadxs, se multiplicaron los seminarios con temática de género. De modo que, llegada la segunda década del 2000 el “Área de comunicación, género y sexualidades” fue la primera de las varias que nutren hoy Comunicación.
Innovadora, puso en escena, entre otras actividades, los “miércoles de placer” (vaya, vaya, el documento del 8M además de exigir cambios, reivindica el placer) y desplegó el Programa de Actualización en Comunicación, Géneros y Sexualidades (PACGES). En conjunto con la Defensoría del Público de Comunicación Audiovisual esta iniciativa de la facultad -y de la carrera en particular- conformó una experiencia enriquecedora posibilitando que cientos de estudiantes, gratuitamente, obtuvieran conocimientos sobre la materia que redundaron en extraordinarios trabajos que en algún caso fueron recuperados este 8M para mostrar que aquí producimos y paramos. Y somos feministas.
De hecho, algunos de esos estudios, como algunas tesinas e investigaciones de esta casa revelan aspectos de la injusticia ya puesta en el tapete en importantes artículos de los años ’70 acerca de las implicancias del trabajo no remunerado –invisible- de las mujeres y su impacto en la reproducción de la fuerza laboral. Y como hoy lo invisible es particularmente esencial a los ojos argentinos, éste empieza a ser un punto que no puede faltar en una agenda política, aún en las de quienes recortan derechos, sobre todo cuando al final del gobierno de Cristina Fernández de Kirchner se discutieron proyectos ad hoc sistemáticamente reprobados por el bloque del PRO que ahora anuncia que “por fin” acabará con tal discriminación.
El país de lxs pibxs sin calma
Volvamos a ese artículo de Cháneton que traía al siempre bienvenido Hall que reconocía que las colegas y estudiantes habían sido quienes demandaron cambios institucionales en la “agenda” original de los estudios culturales en pos de que se trataran cuestiones relativas a la identidad y las nuevas subjetividades del escenario político y que reflexionaba sobre el cuerpo en las aulas incluyendo en la noción de “intelectual crítico” a lxs estudiantes. Cuestiones frescas si reparamos en las paredes de la facultad convocando al 8 que estuvo plagado de estudiantes y de tantx otrx pibx que con cuerpos festivos portaban carteles con fotos de –en la mayoría de los casos- otras jóvenes que no están por violencia machista. Carteles que adquieren más poder cuando se sabe que en este mismo marzo hubo similares con imágenes de a quienes -aunque tarde- les había llegado la justicia que hoy se les quiere escamotear con prisiones domiciliarias a genocidas o preguntando si en verdad eran 30.000. Tanto importan al gobierno los números y sin embargo todavía no hay estadísticas oficiales confiables sobre femicidios, travesticidios y pibas que desaparecen. Por eso una pregunta del 8M fue “¿El Estado las busca?” interrogante zonzo si no se respondía con “Nos paramos por las pibas que nunca volvieron”.
Sí, el paro tuvo que ver con la falta. La consigna que encabezó la marcha lo sintetizaba bien: “Paro internacional de mujeres, lesbianas, travestis y trans. Aborto legal ya. Basta de ajuste y despidos”. La denuncia de los cuerpos que ya no están estuvo acompañada por otros que aparecieron en el escenario para señalar que les faltaban sus puestos de trabajo: las trabajadoras despedidas del Inti, del Hospital Posadas, de Ferrobaires, de la Casa de la Moneda. Y por los cuerpos en las cárceles que ahora tienen presas políticas ypresas por aborto y por las muertas por esa causa. Y por los asesinatos de Santiago Maldonado y de Rafael Nahuel, jóvenes varones asesinados en este gobierno por luchar por otras injusticias. Porque toda marcha es política, la novedad fue –tal como lo asentamos al principio- el estrafalario intento gubernamental de usarla. Ante ello las gestoras de la movida se declararon “en alerta y movilizadas frente al uso oportunista del sistema político de nuestro histórico reclamo de autonomía.” Y, en una carrera como la nuestra, es importante decir que también se paró para denunciar la subrepresentación en los medios, en el arte, en la música, en la ciencia y en la literatura de mujeres y de las disidencias sexuales y para “recuperar la memoria escrita en nuestras identidades, en nuestras existencias, con las formas de las luchas y los dolores que nos precedieron”.
La denuncia de los cuerpos que ya no están estuvo acompañada por otros que aparecieron en el escenario para señalar que les faltaban sus puestos de trabajo
De modo que ataviadas con pañuelos verdes y pecheras violetas, con glamoures distintos de las 8 m.ujeres de Ozon, asistimos a una revolución(1) particular. Pequeña quizás, pero intensa, por lo que varixs de quienes habitamos esta torre sumeria transmitiendo informaciones, también ponemos los cuerpos, porque con las patas en las fuentes en Argentina se repusieron derechos y porque hay que ir por lo que falta, aunque suene contradictorio cuando intentan quitarnos lo que todavía tenemos.
*Doctorando en Ciencias Sociales (UBA). Licenciada en Ciencias de la Comunicación (UBA) y Magíster en Historia (UNTREF). Profesora de Historia Social Argentina y Latinoamericana (cátedra López) y de un seminario sobre Leyes y Polìticas de género dentro del Programa de Actualización en Comunicación, géneros y sexualidades en el Programa de Actualización sobre estas temáticas en la carrera de Ciencias de la Comunicación (FSOC-UBA).
Referencias
(1) Luciana Peker -docente del PACGES- el año pasado publicó La revolución de las mujeres para narrar estos aconteceres. Lo hizo no sólo por intuición (que no es una esencia femenina) sino por haber tomado nota minuciosa delo que venía aconteciendocon las mujeres en Argentina y en parte del mundo en los últimos años.