Por Rocío Mateos*
“Ni sin sentimiento, ni con sentimiento”, fue la frase tajante que un joven adulto privado de su libertad utilizó en un encuentro del 2018, cuando se charlaba acerca de que siempre que exista consentimiento dos compañeros podían tener el vínculo que ellos quisieran, lo cual incluía una relación amorosa y/o sexual. La respuesta de él, avalada por el resto del pabellón, fue veloz e indesarmable en ese momento. No había espacio para otra postura y eso, a pesar de haberlo visto varias veces con otros temas, nos sorprendió en más de un sentido. Por un lado, porque sabemos que en las cárceles estos vínculos existen y son visibles y por otro lado porque nos llevó a pensar en las limitaciones que había (y hay) en comprender de qué se trata el consentimiento y sobre todo en la importancia de sensibilizar e incluir de forma transversal el enfoque de género y lo enunciado en la Ley de Educación Sexual Integral en todas nuestras prácticas.
Sabemos que los lugares de encierro son contextos invisibilizados, el último tramo de un largo camino de vulneración de derechos, espacios segregados de la sociedad donde se suelen potenciar y agravar las desigualdades que se reproducen en el mundo extramuros.
El camino que empezamos a recorrer entorno a ponernos “las gafas violetas” dentro de la cárcel comenzó durante el año 2018. Ese año desarrollamos una serie de talleres que posibilitaron espacios de recreación, sensibilización y educación hacia personas en contexto de encierro; más precisamente, jóvenes adultes (18 a 21 años) de la Unidad 24 (U24) del Complejo Federal de Jóvenes Adultos en Marcos Paz (CFJA). Estos talleres se realizaron dentro del marco del Programa Específico Marcos de Paz , programa que tiene como finalidad prevenir la violencia y los malos tratos en contextos de encierro, fundamentalmente a través de la promoción de la palabra, el diálogo y el encuentro. “Marcos de paz” viene funcionando oficialmente desde 2017 y es coordinado por la Procuración Penitenciaria de la Nación (PPN), institución independiente que tiene como misión defender los derechos humanos de las personas privadas de su libertad.
La experiencia anteriormente nombrada (y otras que fuimos acumulando) dieron como resultado la necesidad de profundizar cuestiones que hacen a los cinco ejes de la ESI como puntapié para repensar prácticas intracarcelarias que funcionan a través de roles de poder definidos que producen tipos de vínculos signados por la violencia, tanto física como simbólica. Estas prácticas son ejercidas mediante un discurso realizado a través de una única voz autorizada cisheteronormativa y patriarcal que subordina otras subjetividades posibles. La censura de las subjetividades afecta a las formas de experimentar la sexualidad dentro de este contexto, ya que se naturalizan las formas violentas y los métodos de coacción frente a lo disidente.
La censura de las subjetividades afecta a las formas de experimentar la sexualidad dentro de este contexto, ya que se naturalizan las formas violentas y los métodos de coacción frente a lo disidente.
Ante ese panorama, se decidió sensibilizar en el año 2019 en los pabellones “G” y “H” de la U24 del CFJA —estos pabellones identificados como de “conducta” albergan, en teoría, a personas que cuentan con menor nivel de conflictividad en sus relaciones interpersonales o tienen penas corta duración o de poca “peligrosidad”—. Allí llevamos adelante una serie de talleres y círculos de diálogos dinámicos donde a partir de diversas iniciativas trabajamos especialmente los distintos ejes de la ESI (derechos, afectividad, cuerpo y salud, género y diversidad).
Realizamos los encuentros sin irnos de las pautas del programa: llevar adelante espacios confidenciales, basados en la igualdad y el respeto mutuo, en los que invitábamos a las personas a hablar y participar de dinámicas lúdicas. Cada encuentro se enmarcó en un proceso de producción y reflexión, tanto grupal como individual, buscando desnaturalizar algunos discursos y generar nuevas posibilidades de acción ante las situaciones de violencia existentes en los espacios de encierro.
Nos propusimos ciertos objetivos: sensibilizar sobre los cinco ejes de la ESI, contribuir al fortalecimiento y promoción de los derechos humanos desde una perspectiva de ESI, ejercitar el respeto y la escucha activa, desplegar el potencial individual en el marco de los intercambios grupales y que les jóvenes puedan aprender y vincular los conceptos relacionados a la ESI.
A partir del desarrollo de las actividades surgieron inquietudes por parte de les jóvenes en torno a la sexualidad. Al principio exponer algunos conceptos fue arduo. En los encuentros se trató de anclar experiencias personales a definiciones básicas en torno a los ejes de la ESI: diversidad fue relacionada por varios de ellos como “diversión”, nos pareció positivo tomar esta primera aproximación para desarrollar lo distinto, lo diverso, como algo enriquecedor, donde a partir de sumar valores, gustos, culturas distintas, somos parte de un universo o un pabellón más interesante de ser explorado. Ese recurso de reflexionar a partir de las primeras impresiones en torno a estas palabras fue una herramienta que utilizamos y resultó útil para todo el grupo, ya que abrió a que muchos se animen a decir lo que se les ocurría en el momento sin ningún tipo de vergüenza (un chico relacionó las siglas de la ESI con la ESMA, por lo que hubo que aclarar diferencias, pero también se pudo hablar de derechos humanos).
Como equipo creímos importante que ellos también tengan acceso a este vocabulario “nuevo”, el cual se puso en agenda a partir de la lucha por los derechos de las mujeres y al que los jóvenes escolarizados acceden (en mayor o menor medida) a partir de la implementación de la Ley 26.150. El entusiasmo por conocer más del tema fue muy grande. En cada encuentro nos pedían más material, que nos hacía subir la vara al contenido que creíamos teníamos que dar (pasamos de la oralidad a llevar fotocopias de canciones a impresiones de manuales de ESI con una gran cantidad de páginas y cuentos cortos para leer y reflexionar en grupo).
Como equipo creímos importante que ellos también tengan acceso a este vocabulario “nuevo”, el cual se puso en agenda a partir de la lucha por los derechos de las mujeres y al que los jóvenes escolarizados acceden (en mayor o menor medida) a partir de la implementación de la Ley 26.150.
“Traigan algo fuerte” nos dijeron con mucho entusiasmo y poniéndonos un desafío, luego de trabajar el sexismo en varias canciones de reggaetón de sus ídolos. Así llegamos a trabajar una temática muy sentida que fue en torno a cómo nos posicionamos frente a una masculinidad hegemónica y a las masculinidades disidentes, cómo nos pensamos por fuera de una única concepción normada e imperante, cómo y de qué nos responsabilizamos.
La confianza previamente alcanzada nos permitió charlar en un clima relajado y de mucho respeto sobre los mandatos que cada uno de ellos sentía al ser hombre. Para abordar esta temática, se partió de la lectura del cuento “La larga risa de todos estos años” de Rodolfo Fogwill, sugerido por una compañera que suele traer material vinculado a la literatura. Entre cada una de las integrantes unimos nuestras potencias y nos motivamos y complementamos al ver las ganas que surgían de cada encuentro, ganas que también crecían en nosotras para seguir trabajando con mayor profundidad. La dinámica resultó oportuna, no solo en términos de reflexión (el cuento busca generar empatía con un personaje que no responde a una lógica heteronormada), sino que también fomentó la cooperación entre pares, respetando los tiempos de lectura de cada uno y ayudando a aquellos compañeros que mostraron ciertas dificultades a la hora de leer en voz alta. La realización de esta actividad marcó un antes y un después con el grupo que fue explicitado al finalizar la actividad y en las siguientes donde se continuó trabajando con ese nivel. Para las facilitadoras fue impensado al iniciar los encuentros que un grupo de 32 jóvenes (alrededor de 15 estables) iban a poder/querer estar en silencio, sentados, leyendo un cuento durante más de 40 minutos, debatir con absoluto respeto y luego pedir más dinámicas de lectura.
Dentro de esa actividad se charló del mandato del hombre y de cómo esto también moldeaba el rol de la mujer, de estas reglas que nos dicen qué está bien y mal según nuestro género. Ante eso se expusieron varias historias y dudas profundas sobre cómo cambiar ciertas estructuras de las relaciones: se habló de situaciones con novias y madres que fueron reconocidas por ellos, en muchos casos por primera vez, como violentas, también de expectativas sexuales que se imponían ante verdaderos deseos. Muchos chicos manifestaron la obligación de tener que estar con la mayor cantidad de mujeres que se pueda sin importar si hay ganas y no poder hablar esto con amigos para no quedar como un “puto”. Otro punto fue el económico y la responsabilidad que sienten al “ser el hombre de la casa”, tanto con su familia como con “su señora”, si ellos proveen la mujer tiene que estar a disposición.
La historia de Fogwill también nos permitió reflexionar de modo más sensible sobre la diversidad sexual, el tabú y la discriminación que existe en la cárcel ante los gays y lo desgastante que debe ser para cualquiera que estuviera en esa situación no poder expresarse ni ser uno mismo por el miedo al otro, “Afuera yo a veces también salgo con chicos” dijo uno de les referentes del grupo, generando un silencio similar al del momento de la lectura del libro, gestos de dudas (¿a la espera del remate del chiste?). Luego, se explayó un poco más y lo volvió a decir con seguridad, como si fuera una historia más de las que siempre contaba. Ese día nos fuimos pensado que tal vez este joven se había expuesto demasiado, pero nuestros temores eran infundados. Ni en esa ni en las otras reuniones hubo burlas contra aquel joven. Se valoró la valentía y lo contado no le bajó valor a su rango (es importante destacar que era un referente querido por el grupo y por eso también puede haber influido en el respeto dado al contar su sentir). El espacio de contención y respeto que intentamos lograr en cada encuentro fue creciendo y ocupando no sólo las dos horas del taller sino también parte del pabellón.
A lo largo de los encuentros notamos que cada una de las experiencias tuvo efectos distintos en los grupos y en todes aquelles que participamos. Pudimos dar cuenta de que las intervenciones fueron un puente entre el adentro y el afuera (tanto espacial, la cárcel y la calle, como de su interior y el grupo) que convocó a los jóvenes a salir del rol normado (sometido/gato-sometedor/perro) y poder poner su sentir en palabras, generar un diálogo improbable con les otres y sus emociones. Cada encuentro es una experiencia que les (y nos) invitó a hacer circular vivencias, puntos de vista, repensar situaciones y rever posiciones de cara al futuro.
La singularidad de cada experiencia también habla de la riqueza de las actividades propuestas, las cuales abren un espacio de confianza posible de generar, pero por lo visto inexplorado, en el universo carcelario. Este espacio nos permite trabajar de formas diversas, pero siempre con empatía, respeto y también con humor y cariño, temas centrales para cualquier ser humano tales como los miedos, la felicidad, las adiciones, los vínculos, la muerte, la individualidad, el encierro, las enfermedades, el compañerismo y la familia.
Si bien este fue el universo directo con el que se trabajó, lo cierto es que toda mejora en las relaciones interpersonales conlleva indefectiblemente cambios en los hábitos de vida (en menor a mayor escala) que serán replicados tanto en el mundo exterior como intramuros; esto es, en los vínculos con su círculo afectivo cercano, les docentes, otres agentes del Servicio Penitenciario Federal, profesional de salud y otros equipos que como el nuestro buscan cambiar la realidad de las cárceles, ahora con las “gafas violetas” bien puestas.
* Licenciada y Profesora en Ciencias de la Comunicación UBA, Diplomada en Educación Sexual Integral, capacitadora del “Programa de Fortalecimiento Interno de la Ley Micaela”, Coordinadora del “Programa Específico Marcos de Paz” de la Procuración Penitenciaria.
Imagen de portada: fotografía de Rocío Mateos en el marco de actividades realizadas en la cárcel de jóvenes adultos de Marcos Paz.