Zigurat reloaded. Vivos y digitalizados.

La Revista Zigurat nació en noviembre de 1999. Tenía un formato extraño de 25 x 30 centímetros y 80 páginas. El contexto era el del final de la década menemista, y un optimismo expectante reinaba las calles y las aulas de la por entonces sede de la Carrera de Ciencias de la Comunicación en Parque Centenario. La recordada Margarita Graziano dirigía la Carrera aún con serias dificultades de salud, y se preveían tiempos de enormes cambios. La editorial de ese primer número se preguntaba en título catástrofe: “¿Por qué?”, interrogante que hoy encabeza el lanzamiento de esta nueva etapa.

Entre ese primer número y el siguiente transcurrieron dos años. El segundo número trajo consigo un cambio de formato: de aquella gran revista inubicable en los estantes de las bibliotecas a un sutil y clásico 16 x 23 centímetros, ahora de 162 páginas. Mientras tanto, en el país, corrían océanos bajo los puentes. A poco de salir publicado, la realidad argentina explotaba por los aires. La carrera era dirigida por otro memorable: Jorge B. Rivera. Siguieron, con intermitencia y formatos variados, cinco números más de Zigurat. El último, que recuperó el gran formato, aunque ya en un clásico 20 x 28 centímetros, vio la luz en 2013. Allí nos quedamos. Las dificultades de editar en papel y las exigencias impuestas por las publicaciones académicas hacían difícil mantener el interés por una revista de debate político cultural sobre el campo de la comunicación que no otorgara créditos, referatos u otros oropeles.

Hoy, diecinueve años más tarde de aquella mítica fundación, con enorme alegría inauguramos una nueva época de la Revista Zigurat. Pasamos de un soporte en riesgo de extinción, como el papel, a uno digital, con la explosión de posibilidades y bemoles que esto conlleva. No es que las revistas en papel no sean importantes. Pero son testimonio de una época histórica en la que los intelectuales y los científicos se nucleaban en estos dispositivos simbólicos y desde allí lanzaban sus críticas y anatemas. Ese mundo… ¿existe aún?

No es que las revistas en papel no sean importantes. Pero son testimonio de una época histórica en la que los intelectuales y los científicos se nucleaban en estos dispositivos simbólicos y desde allí lanzaban sus críticas y anatemas. Ese mundo… ¿existe aún?

En cualquier caso, son tiempos de vigilia. Hoy, no alcanza con que nuestros injertos tecnológicos puedan mantenerse insomnes mientras nosotros dormimos; también tenemos nuestros propios insomnios de consumo informativo y comunicacional 24 x 7.

Existen también otros motivos que llaman a la vigilia. La derecha accedió mediante elecciones democráticas al gobierno del país. A partir de su accionar articulado con un complejo mediático y judicial que trasciende las fronteras nacionales, (im)pone en circulación  un nuevo sentido común de corte autoritario. Y entonces, tal vez más que nunca, disponer de un Zigurat –antigua torre escalonada construida por los habitantes de la Mesopotamia para observar tanto el cielo como la tierra- sea una necesidad impostergable para pensar(nos). La época reclama nuevas reflexiones.

Como tantas otras veces, Argentina parece un laboratorio político. Así, mientras ellos dicen que el Leviatán no ejerce violencia, sino que más bien la padece, nosotros decimos que el Leviatán encarna una violencia originaria. Violencia es la que practican quienes están decididos a avasallar las reglas del juego democrático, convirtiendo a ese juego en uno que cada vez más se parece a un TEG en el que muchos están siendo expulsados y aniquilados sistemáticamente. Así, se fagocitan el principio de presunción de inocencia, el derecho al honor, el derecho a la defensa o al debido proceso, a la voz pública, dentro de un concierto mayor de muchos otros recortes y ajustes.

Al mismo tiempo, lo comunicacional y lo político se entreveran permanentemente en un duelo sin cuartel. Por momentos la política se vacía de contenido para ser sólo una forma que se adapta a los resultados de lo que demanden los focus groups, mientras que aquello de lo que no se habla en los medios parece no existir. La realidad construida mediáticamente es la de la mise en scène, del “como si”, del marketing. En definitiva, del humo.

Por momentos la política se vacía de contenido para ser sólo una forma que se adapta a los resultados de lo que demanden los focus groups, mientras que aquello de lo que no se habla en los medios parece no existir.

Humo es, en estas condiciones, la forma dominante de la política. Y allí afloran las fake news, las posverdades, los verosímiles, las semiverdades y las mentiras. Todo al mismo precio. Algo sobre lo que las ciencias de la comunicación tienen mucho para decir.

Asumir una posición crítica respecto de la época y a favor del surgimiento de nuevas lecturas en el campo de la comunicación y las ciencias sociales implica ingresar en un ámbito donde muchas veces se niega el factor creativo. Por esto, nos interesa brindar lecturas que confronten esa administración de lo pensable a partir de la reflexión sobre los procesos sociales, culturales, discursivos y fundamentalmente comunicacionales.

No se nos escapa que la lógica neoliberal deja su marca en diversas prácticas, y que la producción teórica y analítica no es ajena a ello. Esto nos estimula a rechazar respuestas evidentes y a desentrañar esa trama desde el amplio abordaje que podemos lograr desde la comunicación en diálogo con otras ciencias sociales, con el arte y con la cultura.

Situarnos en este cruce implica producir nuevos interrogantes y perspectivas analíticas y abrir propuestas de lectura en la complejidad de un presente que se muestra por momentos totalizante y reacio a ser transformado.

El contexto político local y regional se encuentra atravesado por una serie de dicotomías sólo en apariencia contradictorias. Así, por ejemplo, la noción de política comandada por los estudios de opinión pública motoriza una referencia permanente a las grandes angustias sociales –inseguridad, narcotráfico, inflación, etcétera- que convive con llamados vacuos a “ser felices”, a ver “crecimientos invisibles”, a ensayar “emprendimientos personales innovadores”. Resulta imperioso entonces poner en el centro del debate la imaginación de un futuro que sea de todos/as/es y para todos/as/es.

Poner el foco sobre el espacio público como lugar privilegiado en el que se desenvuelven los anhelos y las voluntades del pueblo implica comprender dicho espacio como expresión de tensiones históricas y situadas. Aquí, la universidad pública tuvo y tiene mucho para decir.

Poner el foco sobre el espacio público como lugar privilegiado en el que se desenvuelven los anhelos y las voluntades del pueblo implica comprender dicho espacio como expresión de tensiones históricas y situadas. Aquí, la universidad pública tuvo y tiene mucho para decir.

 

Tal es así, que la recuperación de un Zigurat como plaza del debate político cultural desde la comunicación no puede más que discrepar con la racionalidad hegemónica. Como decíamos, lo que la época urge.

 

Dirección de la Carrera de Ciencias de la Comunicación