Violencias de género mediatizadas: el caso de Lopilato y Bublé

Por Noelia Manso, Rocío Rovner y Josefina De Mattei *

Desde el comienzo del Aislamiento Social Preventivo y Obligatorio en nuestro país y en gran parte del mundo, producto de la pandemia del Covid-19, las y los artistas se volcaron a las redes sociales a producir contenido para mantener el contacto con sus seguidores. Instagram y YouTube se convirtieron en las plataformas preferidas para hacerlo, a partir de transmisiones en directo, invitaciones y colaboraciones con colegas, videos amateur y producciones caseras que mezclan la intimidad del hogar con lo privado de las celebrities.

En este contexto, la actriz Luisana Lopilato y su esposo, el cantante canadiense Michael Bublé, comenzaron a realizar transmisiones diarias en directo vía Instagram desde su hogar en Canadá. A mediados de abril, un vivo en Instagram del matrimonio generó numerosas repercusiones tanto en redes sociales como en medios masivos. Al inicio del video en cuestión se observa cómo Bublé —mientras saluda a la audiencia— le pega un codazo a Lopilato y ante la mirada sorprendida de su esposa, la toma del brazo de forma brusca para traerla hacia sí y posteriormente rodear el cuello de ella con su brazo. Este hecho encendió la alarma ante la incómoda sonrisa de Luisana: estas violencias ya no pasan desapercibidas a los ojos de los y las espectadoras. A lo largo de la transmisión Bublé se fastidia cada vez que su esposa habla. Por ejemplo, cuando ella lo interrumpe en la lectura de un cuento infantil para traducirlo al español o cuando se aparta bruscamente mientras ella intenta acomodarle el pelo.

Momentos más tarde, Twitter estalló. Luisana Lopilato se convirtió en trending topic ante el repudio de las y los internautas por los modos en que el cantante canadiense maltrató a la actriz. Llegado este punto destacamos nuestro interés en pensar la manera en que las violencias contra las mujeres se expresan en múltiples escalas y contextos en el momento actual. Siguiendo a Rifiotis y a Castelnuovo, hablamos de violencias y no de violencia en sentido amplio, hecho que permite comprender cómo las violencias forman parte de la experiencia cotidiana, incluyendo procesos de subjetivación y la dimensión simbólica en la vida social. Atendiendo a su especificidad, pensamos en una noción de violencia, no como una falla, un error o algo indeseable y desperfecto, sino cumpliendo una función específica dentro de un sistema, lo que nos permite describir este caso. Nos referimos a la violencia física, a la violencia mediática, que incluye la violencia en las redes sociales, hecho que nos exige poner en juego una mirada crítica sobre lo que observamos.

Luego de la transmisión del video en cuestión, las lecturas fueron múltiples. En algunos medios masivos catalogaron actitudes de Bublé como “cuestionables” o “reprochables” y “polémicas”. Por su parte, en las redes sociales —principalmente en Twitter—, internautas, por un lado, defendieron a Luisana, revisaron discursos anteriores y denunciaron distintas violencias observadas en otros videos de la pareja. En cambio, otras posiciones reflejan una defensa a Bublé, argumentando que aunque tenga “actitudes feas y un tanto brutas”, sea “torpe y super desatento” no implican que sea un violento. Al mismo tiempo, otro grupo se posiciona burlándose de la situación de maltrato mientras que otros generaron diferentes discursos risibles. Lo mismo sucede con la burla hacia otros internautas ante el pedido a la actriz para que, en su próxima aparición en Instagram, produzca determinadas señales si necesita ayuda. Por otro lado, se sumaron a la discusión enunciadores reconocidos. Tal es el caso del instagramer y youtuber conocido como La Faraona, que a partir de sus producciones reideras sobre el caso hizo que la repercusión aumentara exponencialmente. De este modo, se produce un giro del sentido por la burla realizada de manera colectiva, al ridiculizar el maltrato a la actriz y a su esposo. Observamos, entonces, diferentes posicionamientos. Por un lado, discursos que tienden a naturalizar las acciones de Bublé, ya sea por medio de la defensa explícita o a través de producciones risibles. Por otro lado, y quizás de forma mayoritaria, discursos en clave de denuncia contra el cantante.

La intimidad se vuelve un espectáculo a partir de cambios generados en las prácticas culturales y sociales, desdibujando los antiguos límites que definían lo que era considerado propio del ámbito privado. En el contexto actual de aislamiento, estas transformaciones se acentúan aún más producto de la exposición mediática a través de las redes sociales, donde el hogar es el protagonista y se vuelve un espacio posible no solo de ser habitado sino también mostrado. 

El poder del directo —lenguaje propio de la televisión, siguiendo a Mario Carlón— con su inherente imposibilidad de edición, dejó de manifiesto las actitudes violentas de Bublé. Tal como señalamos, las y los internautas no solo se apropiaron del video en cuestión, sino que en un minucioso trabajo de archivo, recuperaron fragmentos de otros directos de Instagram y de programas televisivos donde pueden verse actitudes similares del cantante. En uno de los recortes seleccionados, Bublé se muestra fastidiado con Luisana por su llegada tarde al inicio de la transmisión y le reprocha la demora ante sus seguidores. Ella se disculpa, diciendo a que estaba haciendo cupcakes para la familia. Al finalizar el video y probablemente sin la sospecha de que el dispositivo aún estaba transmitiendo, se puede escuchar que Bublé le dice a Luisana “I´m gonna kill you”. En este caso, resulta evidente no solo que la circulación de los discursos escapa a los deseos y las intenciones de los sujetos, sino que son también las máquinas, tal como señala Mario Carlón, las que condicionan la producción de sentido. Cabe señalar que la construcción de este tejido discursivo con videos de la pareja, contribuye a robustecer las sospechas sobre el cantante, a la vez que legitima las denuncias públicas por violencias de género contra él.

Vivimos un momento histórico en el que las fronteras entre lo público, lo privado y lo íntimo, producto de la mediatización, atraviesan profundas transformaciones. La intimidad se vuelve un espectáculo a partir de cambios generados en las prácticas culturales y sociales, desdibujando los antiguos límites que definían lo que era considerado propio del ámbito privado. En el contexto actual de aislamiento, estas transformaciones se acentúan aún más producto de la exposición mediática a través de las redes sociales, donde el hogar es el protagonista y se vuelve un espacio posible no solo de ser habitado sino también mostrado. Los directos de instagram de Luisana y Bublé presentan escenarios propios de la cotidianeidad. Una puesta en escena hogareña que evidencia agresiones y violencias que se (re)producen cotidianamente contra las mujeres, pero esta vez ante las miradas de miles de seguidores. En ese sentido, el ojo crítico contemporáneo no es solo aquel que logra identificar una situación de violencia en escenas cotidianas antes ignoradas, sino también el que visibiliza en clave de denuncia a partir de los medios que tiene a su disposición. Y en este contexto, las redes sociales se han mostrado como un espacio privilegiado para tal fin. Los escraches que denuncian violencias de géneros son una expresión de ello, aunque no la única. La visibilización de las violencias hacia las mujeres y disidencias adopta diferentes formas y utiliza distintos recursos. En el caso de Luisana, las acciones colectivas y en algunos casos coordinadas en Twitter, evidenciaron —una vez más—que conflictos y violencias en el ámbito familiar no son de orden individual, sino colectivo y político.

El ojo crítico contemporáneo no es solo aquel que logra identificar una situación de violencia en escenas cotidianas antes ignoradas, sino también el que visibiliza en clave de denuncia a partir de los medios que tiene a su disposición. Y en este contexto, las redes sociales se han mostrado como un espacio privilegiado para tal fin.

Como señalamos, el aislamiento ha modificado las formas de habitar nuestros hogares, a la vez que se reactualizan los desafíos de las relaciones intrafamiliares. En este escenario, en Argentina durante la cuarentena se han acentuado las violencias de género, especialmente, en los casos en que las mujeres conviven con las personas violentas. Según fuentes del Ministerio de las Mujeres, Géneros y diversidad, durante el primer mes de cuarentena obligatoria los llamados a la línea 144 (que brinda asesoramiento en situaciones sobre violencias de género) aumentaron en un 40 por ciento. Por su parte, el Observatorio de Violencias de Género “Ahora que sí nos ven” registró que desde el comienzo del aislamiento hasta el 24 de mayo (66 días) las víctimas de femicidios ascendieron a 55, el índice más alto en diez años contemplando el mismo período. El 75 por ciento de estas mujeres fueron asesinadas en sus hogares.

En el marco de una nueva coyuntura, atravesada por profundos debates de los feminismos y caracterizada por una profunda revisión de los vínculos sexo-afectivos, la mediatización de las violencias de género habilita una serie de lecturas que contribuyen a desnaturalizar prácticas y discursos que vulneran los derechos de las mujeres y disidencias. Están a la vista los múltiples efectos y flujos de sentido que circulan en torno a este tipo de manifestaciones, acentuadas en los casos que involucran a personas públicas. Violencias y mediatización atraviesan nuestras sociedades transversalmente, es imposible pensarlas como esferas escindidas, al igual que la circulación y su imprevisibilidad.


* Docentes de la materia Semiótica de redes en la carrera de Ciencias de la Comunicación Social (UBA) e integrantes del proyecto UBACyT «La mediatización en el entretejido de los vínculos sociales», ambos dirigidos por Mario Carlón.