Alejandro Seselovsky*
Fueron tres viernes debatiendo en el aula 110 de la sede Santiago del Estero de la Facultad de Ciencias Sociales. Los alumnos que estaban en contra de invitar a Victoria Xipolitakis para producir una entrevista en grupo tenían un punto: «Vamos a exponer a la UBA y a Sociales frente a los medios, como ya pasó con el posporno. Nos van a masacrar». Era una línea clara, prudente, pero en minoría. Los que estaban a favor, se repartían sus motivos entre la fascinación por una presencia encantadoramente anómala y las ganas de decirle a Clarín «nos chupa un huevo lo que vayas a decir». Podría suavizar la expresión poniendo “no nos importa lo que vayas a decir” pero entonces no serían las palabras que escuché en clase. Siempre, en una comisión con alumnos de 20 años, hay gente enojada con el estado de las cosas. Es de lo más saludable.
Siempre, en una comisión con alumnos de 20 años, hay gente enojada con el estado de las cosas. Es de lo más saludable.
Como docente a cargo, tuve que asegurarme de que la experiencia fuera percibida con seriedad, como la puesta en marcha de una exploración académica. Hubo que hacer un trabajo hacia afuera del aula que me encontró con el respaldo de Grisel El Jaber, adjunta regular de la cátedra de Taller de Expresión III y de Luciana Ruarte, egresada de la carrera y ayudante. Y uno hacia adentro del curso, que consistió en moderar el debate sobre la invitada, darle valor a todas las posiciones, ofrecer las propias y votar. Lo hice a favor y mi voto valió uno. Se impuso con contundencia la opción de invitarla.
A las 17:06 del viernes 13 de Octubre de 2017 me entró un whatsapp de Vicky Xipolitakis. Decía: “Llendo”.
La exploración entregaba sus primeros resultados. De golpe somos un docente de taller y sus alumnos en la puerta de la facultad hablando sobre la construcción del error para favorecer los consumos y preguntándonos si habrá escrito “Llendo” a propósito, es decir, si la falta ortográfica es real o quiere que nosotros creamos que es real. Llevamos semanas trabajando el personaje Xipolitakis y su relato massmedia, el borde ficción-no-ficción sobre el que monta su aparato enunciativo, así que este whatssap, para nosotros, fue como savia.
“Llendo”, leemos todos y nos gana cierto entusiasmo de verificar en el campo como un personaje comienza a ser dicho, o está apto para ser escuchado, mucho antes de que comience la entrevista formal. En todo caso, la entrevista, que estará hecha de preguntas y respuestas, será sólo otro apéndice de nuestro trabajo. El dispositivo de aprehensión en que se constituye el sujeto periodístico debe acopiar sentido, es decir valor, desde la aparición del primer significante. “Llendo”, nos escribe Victoria Xipolitakis. Cuarenta minutos después, se baja de un auto. Sube las escaleras de la facultad rodeada de un primer estupor. Los estudiantes la miran como un hecho que va ocurriendo de a poco.
Lo que sucedió después fue una charla abierta, cordial, con una mujer que conoce su rol en la industria del entretenimiento de masas y lo lleva adelante con decisiones estratégicas. Conocimos la cocina de algunas de ellas y pudimos asomarnos el interior de la fabricación de los enunciados públicos. De todas las cosas que generosamente contó Victoria Xipolitakis en el aula, hay una sobre la que quise apoyar el argumento de toda la experiencia. Contó cómo logró perder su peluca rubia durante su participación en vivo en el programa Bailando por un Sueño que conduce Marcelo Tinelli. Nos dijo cómo se aflojó la hebillas antes de salir al aire para crear una escena en medio de su número, llora en cámara, el conductor le da su consuelo y recibe el aplauso final de compasión y cariño de los presentes. Fue un acting presentado como un hecho. Para el aula no fue sospechar que la televisión produce realidad, fue corroborarlo.
Cuarenta minutos después, Victoria Xipolitakis se baja de un auto. Sube las escaleras de la facultad rodeada de un primer estupor
También escribió su cuenta de Instagram en el pizarrón mientras un asistente con su celular transmitía en vivo el encuentro. Recordó una adolescencia cruzada por la anorexia y en todo momento se mostró cercana y agradecida. Todo lo que teníamos para llevarnos de este experimento, todo lo que teníamos para aprender, empezamos a aprenderlo en el momento en que Victoria Xipolitakis salió de ahí.
Creo que el primero en levantar el encuentro fue Infobae, pero no estoy seguro. Una de las fotos que Xipolitakis había subido a su cuenta de Instagram estaba ahora publicada en un portal de noticias con un título que alarmaba a su lector: «Victoria Xipolitakis dio una clase en la UBA». Durante dos días no hice más que responder por qué eso era falso.
Salí al aire por radios regionales y discutí con Nelson Castro en vivo por TN. CrónicaTV dijo que «Xipolitakis había dado cátedra en la universidad» y un móvil de Canal 9 vino a mi casa para yo explicara lo había pasado: era un vivo para el noticiero. Antonio Laje fue criterioso durante su entrevista en la pantalla de América. Y PrimiciasYa publicó este descargo que escribí:
“Victoria Xipolitakis fue invitada a mi aula en la Universidad de Buenos Aires porque con mis alumnos trabajamos el tema de los medios y la verdad, y Victoria es una constructora de hechos con apariencia real en los medios masivos de comunicación. Mis alumnos, que son chicos entre los 21 y los 22 años, formándose como periodistas y comunicadores, pudieron escuchar a Victoria Xipolitakis explicar cómo se fragua, cómo se fabrica un hecho mediático. Fue muy generosa en salir por un minuto de su personaje y contar la verdad, que es lo que mis alumnos necesitan conocer antes de ingresar al mercado real de los medios de comunicación.”
Nos llevó algunas semanas más comprender en el aula qué era exactamente lo que nos había ocurrido. Como taller, como grupo de trabajo académico, como estudiantes de periodismo y como docente periodista, supimos qué riqueza habíamos obtenido recién cuando nos sentamos a escribirla. Así nació VICTORIA XIPOLITAKIS EN LA UBA, ESCRIBEN LOS ALUMNOS, el cuerpo de textos que publicamos y que pueden visitar aquí: https://xipolitakisenlauba.wordpress.com/
Cada alumno de la comisión abordó con su escritura un aspecto diferente de la experiencia. La profusión de memes; la construcción del error voluntario; la entrevista; una alumna que había atravesado el calvario de la anorexia pudo, a partir del relato de Xipolitakis y su memoria de ese trastorno, producir un relato conmovedoramente propio. En definitiva, obtuvimos una experiencia vital, corpórea, cuyo sustrato es el combustible de la escritura de no-ficción. Y con esa energía produjimos texto periodístico.
Con mis alumnos trabajamos el tema de los medios y la verdad, y Victoria es una constructora de hechos con apariencia real en los medios masivos de comunicación
En trece años como docente de la facultad de Ciencias Sociales de la UBA, esta fue la experiencia más heterodoxa y también la más enriquecedora que he tenido. Porque, finalmente, nos permitió algo que no es frecuente: esta vez, nosotros fuimos la noticia. Dijeron que Victoria Jesús Xipolitakis había dado cátedra en la Universidad, que la habíamos convertido en “profe”. Fue bueno que ocurriera, porque nos permitió ver – a mí y a mis alumnos- la forma apresurada, irresponsable, en la que los grandes medios de comunicación informan lo que informan. Esta vez no asistimos a un hecho y lo contamos: esta vez nosotros fuimos el hecho. Fuimos nosotros los narrados y, desde el estómago de esa narración, verificamos la imprecisión, la falta de rigor, con la que la verdad, esa criatura suprema de la constitución periodística, es traficada en nuestro país.
*Alejandro Seselovsky tiene 47 años y es periodista, escritor y docente de la Facultad de Ciencias Sociales de la Universidad de Buenos Aires. Es autor de Cristo llame ya, crónicas de la avanzada evangélica en la Argentina (Norma, 2005) y de Trash, retratos de Argentina mediática (Norma, 2010). Su campo narrativo y ensayístico aborda los consumos populares y la cultura de masas.