Por Ana Broitman*
Hubo una vez, en un tiempo que parece ya lejano, unos lugares oscuros, cerrados, donde nos reuníamos en silencio y compartíamos el espacio y el aire con personas desconocidas, en un tiempo recortado del fluir de la vida cotidiana. Pero un día llegó el apocalipsis, tantas veces imaginado por las distopías cinematográficas, y arrojó al territorio improbable de la utopía la práctica de “ir al cine”. La sala virtual, una opción que venía ganando espacio en nuestro hogar, se convirtió entonces en destino ineludible para días y noches encadenados sin finales felices a la vista.
Para el cine argentino, la situación no hizo sino agudizar, inicialmente, una problemática de larga tradición. En el marco de la configuración contemporánea de la distribución y exhibición cinematográficas, las pantallas son monopólicamente ocupadas por unos pocos productos de la industria estadounidense y a lo sumo un puñado de películas comerciales locales, con un espacio muy minoritario para films de otras procedencias o características. Los productores locales tienen grandes dificultades para que el circuito comercial programe sus películas y las mantenga en cartel un tiempo razonable.
A estos problemas históricos se sumaron los derivados de la renovación de las formas de consumo audiovisual, a partir de la multiplicación de opciones para la visualización doméstica y móvil que permitieron las tecnologías que se fueron enhebrando desde la TV por cable, el video y otros formatos de reproducción hogareños, y las actuales plataformas digitales y de streaming. La concentración del circuito de exhibición se replica también en estas plataformas.
En el marco de una actividad que organizamos recientemente junto con Máximo Eseverri, desde el Grupo de Investigación en Comunicación “Exhibición, recepción y crítica de cine en la Argentina”, la consultora Enfoque Consumos Culturales presentó una investigación sobre esta modalidad de visionado de materiales audiovisuales. Allí se verifica que Netflix tiene una posición hegemónica, que su oferta de contenidos locales es casi inexistente y que cuando los incluye en su catálogo selecciona los más comerciales dejando de lado la producción independiente o de características autorales. Algo similar ocurre con las otras plataformas de origen extranjero a las que podemos acceder.
Para contribuir a paliar esta situación, el Estado ha desarrollado las plataformas Cont.ar (video online y TV en vivo dependiente de la Secretaría de Medios y Comunicación Pública) y Cine.ar (dependiente del Instituto Nacional de Cine y Artes Audiovisuales, INCAA) en sus modalidades Play (gratuita) y Estrenos (alquiler). Se trata de dos iniciativas surgidas originalmente durante los gobiernos kirchneristas que fueron rebautizadas durante el gobierno de Cambiemos. Junto con el circuito de salas INCAA, dependiente del Instituto, estas plataformas fueron parte de una política cultural destinada a posibilitar el encuentro de las producciones locales con el público por distintas vías.
Adicionalmente, más allá de las acciones del Estado y de la dinámica del mercado, en los últimos años se formaron colectivos de realizadores y productores de cine nacional dispuestos a tomar el proyector por las astas, mediante la generación de redes y espacios que fueran amigables para la exhibición de sus films, por fuera de los circuitos comerciales tradicionales. En ese camino entablaron vínculos con instituciones estatales, privadas y de la sociedad civil, que les permitieron relacionarse con la comunidad y reafirmar la importancia estratégica de ver cine argentino en espacios comunitarios.
Librando esas batallas siempre desiguales estaban, cuando tuvimos que quedarnos en casa. Ya no hubo cines, ni cineclubes, ni centros culturales (y no podemos saber cuándo volverá a haberlos). Los espectadores nos trasladamos del ámbito cerrado de la sala al espacio virtual, paradójicamente abierto en el contexto de la cuarentena y el aislamiento, haciendo un uso intensivo de las pantallas a nuestro alcance.
En los últimos años se formaron colectivos de realizadores y productores de cine nacional dispuestos a tomar el proyector por las astas, mediante la generación de redes y espacios que fueran amigables para la exhibición de sus films, por fuera de los circuitos comerciales tradicionales.
¿Qué pasó con esas iniciativas novedosas que estaban ensayando alternativas para mejorar las chances de exhibición del cine argentino? Veamos las experiencias de algunos colectivos de la ciudad de Buenos Aires que ya habían encarado previamente iniciativas relacionadas con la exhibición de sus obras considerando la instancia de llegada al público como parte integral de un proyecto creador.
El Colectivo de Cineastas reúne a directorxs, productorxs, técnicxs, estudiantes, periodistas y personas relacionadas con el ámbito audiovisual, con el objetivo de representar un amplio arco de las expresiones del cine argentino independiente. Entre sus propósitos está fortalecer las herramientas para la producción, difusión y exhibición, entendiendo al cine como una práctica social y comprometida con la vida política colectiva. Esta organización formó la Red de Cine Argentino que durante el segundo semestre de 2019 hizo proyecciones en centros culturales de la ciudad de Buenos Aires, a precios populares y acompañadas por sus realizadores, para promover el encuentro con el público. Actualmente, desde su página web, la Red se sumó al #YoMeQuedoEnCasa. Allí comparten sus películas, algunas de forma gratuita y otras en modalidad VOD, realizan preestrenos de films que tenían previsto su lanzamiento y transmiten charlas en vivo por sus redes sociales.
Por otro lado, la Asociación de Directores de Cine – Proyecto de Cine Independiente Asociación Civil (PCI) ideó “Puentes de Cine, creación de públicos y estrategias de distribución” con el objetivo de acompañar y asistir a los realizadores para planificar y ejecutar el lanzamiento y la distribución de sus films en distintos circuitos. También buscan fomentar la educación audiovisual mediante programas de formación de espectadores. Durante este periodo, Puentes de Cine creó tres salas virtuales dedicadas respectivamente a programar estrenos exclusivos, ciclos gratuitos y charlas en vivo a través de su plataforma.
Los espectadores nos trasladamos del ámbito cerrado de la sala al espacio virtual, paradójicamente abierto en el contexto de la cuarentena y el aislamiento, haciendo un uso intensivo de las pantallas a nuestro alcance.
Y hay otras iniciativas de inspiración cinéfila, orientadas a potenciar la circulación del cine argentino independiente, que florecieron durante la cuarentena. La Nave de los Sueños, un grupo de producción y gestión cultural que está cumpliendo 25 años, tiene entre sus objetivos trabajar por el acercamiento entre creadores y público a partir de la organización de circuitos alternativos de exhibición. Actualmente lleva adelante la temporada 15ª de su ciclo de cine nacional independiente y de autor por el canal de YouTube de la Biblioteca Nacional, acompañado de charlas con los protagonistas y directores. Mientras que el Cineclub Comunidad Cinéfila, una iniciativa que desde hace 10 años realiza funciones de cine argentino independiente, organizó un «Cineclub de Cuarentena» desde el que propone continuar celebrando la pasión por el cine en forma virtual, hasta que sea posible volver a las salas. Desde su página y sus redes comparte semanalmente una película argentina o latinoamericana y una conversación con sus creadores sobre el proyecto y el estado actual del cine nacional.
Durante abril y mayo de este año, la consultora Atrapa el Pez realizó una Encuesta Nacional de Espectadores de Cine para inquirir sobre hábitos de consumo audiovisual durante el periodo de aislamiento e incluyó una pregunta acerca del futuro que imaginamos como espectadores, una vez superada esta situación de excepcionalidad. Cerca de la mitad (48%) de quienes respondieron indicaron que creen que en el futuro se verá menos cine en salas y más en casa. Mientras que algunos menos sostuvieron que todo seguirá siendo como antes (40%). Si consideramos que ese “antes” ya implicaba una convivencia entre las distintas modalidades, tiempos y lugares donde ser espectadores, la vuelta a la “vieja normalidad” no eliminará las tensiones que supone la coexistencia entre espacios físicos y virtuales.
Es sugestivo señalar que algunas producciones locales de características independientes han tenido en este periodo una cantidad significativamente mayor de espectadores, a través de las distintas plataformas por las que han transitado, de la que venían teniendo en sus exhibiciones en salas de circuitos comerciales o alternativos. Esta constatación plantea desafíos y abre algunos interrogantes. ¿Será la virtualidad una forma de multiplicación de los encuentros posibles con públicos tradicionalmente esquivos para el cine argentino, que se prolongue más allá de este momento? Puede que así sea y en ese caso no habrá que dejarla escapar del todo. Y puede que además, un día cualquiera, volvamos al cine, sin que sea imposible pensar en compartir el aire que respiramos.
* Lic. en Ciencias de la Comunicación, JTP de Historia de los Medios de Comunicación. Dir. del PRI “Espacios de exhibición cinematográfica no comerciales. Historia y actualidad de las salas de barrio, cineclubes y otros formatos en la Ciudad de Buenos Aires (FSoc, UBA). anabroitman@yahoo.com.ar