Porteñocentrismo recargado

Por Lucrecia Gringauz* y Sebastián Settanni**

Desde hace poco más de un año, el coronavirus es un tema preponderante. Ocupa espacio a diario, de manera constante, en la prensa escrita, en la televisión, en las redes sociales, y también en las charlas cotidianas. Al comienzo de la pandemia, la Covid–19 se asumió como un problema que afectaba a la población en su conjunto, cuya resolución convocaba la unión de toda la nación. Una lejana –y acaso olvidada– campaña publicada en todos los diarios proponía el trabajo mancomunado y el esfuerzo colectivo como fórmula de éxito: “Al virus lo frenamos entre todos. Viralicemos la responsabilidad”, auguraban las tapas de los medios gráficos al comienzo de la primera cuarentena.

Con el correr de los meses, los posicionamientos comenzaron a cambiar. Los medios de comunicación –en especial los auto nominados periodísticos– fueron convalidando sus propios argumentos y líneas editoriales con voces de autoridad de distinta talla. Esas voces tendieron, en general, a prescindir de las complejidades y los matices, en pos de fidelizar a sus públicos a partir de aglutinar posturas, plantar banderas y unificar consignas (sanitarias, médicas, económicas, políticas y hasta morales).

Frente a la segunda ola y el abrupto crecimiento de los contagios (y el consecuente aumento en la cantidad de camas de terapia intensiva ocupadas y en la cifra de muertos), el Poder Ejecutivo Nacional decretó nuevas medidas con el foco puesto en disminuir la circulación de las personas y del virus. Para ello se restringieron algunas actividades sociales, culturales, educativas, deportivas y comerciales. La entrada en vigencia de esas medidas puso fin a cierta paz establecida de hecho desde los últimos meses del año pasado.

Abril de 2021 marcó, entre otras cosas, el retorno mediático de las voces de comerciantes, empresarios y gente de a pie, acompañando a los “expertos” polifuncionales, que fueron (re)posicionados a la vanguardia de los cuestionamientos a las medidas de cuidado. Uno de los ejes sobre los que se articuló la controversia fue el de la escolaridad. El tema se configuró como una dualidad irreconciliable: presencialidad o virtualidad; apertura versus cierre; interés en la educación o abandono a su suerte de les alumnes.

Esa disputa se montó sobre el antagonismo político de oficialismo y oposición, encarnados en la coyuntura principalmente sobre las figuras del Gobernador de Buenos Aires, Axel Kicillof, y del Jefe de Gobierno porteño, Horacio Rodríguez Larreta. El enfrentamiento engarzaba, además, con la histórica, sinuosa y atiborrada conflictividad entre capital e interior, ahora configurada en términos de “la ciudad” y “la provincia”.

Como ha destacado María Esperanza Casullo en un artículo publicado en Cenital, la ciudad capital del país y la provincia de Buenos Aires se consagraron, de un tiempo a esta parte, como materia excluyente de la enunciación y la representación mediática. En los medios de comunicación (mal)llamados nacionales se titula, se habla y se escribe diariamente sobre “la ciudad” y “la provincia”; sin más, como si sólo hubiera una de cada una en toda la Argentina.

 

En los medios de comunicación (mal)llamados nacionales se titula, se habla y se escribe diariamente sobre “la ciudad” y “la provincia”; sin más, como si sólo hubiera una de cada una en toda la Argentina.

 

Si “la ciudad” pretende remitir a los barrios que integran la capital nacional (aunque siempre a algunos más que a otros), “la provincia” se construye sobre una notoria y regulada plasticidad. Sin abarcar la totalidad del territorio, Buenos Aires puede ajustarse, en cambio, a un conurbano de márgenes blandos, que se expande o se contrae a conveniencia de las noticias y, sobre todo, de la línea editorial de cada medio.

Por supuesto, la pandemia no diferencia territorios y afecta a toda la nación (al mundo, en realidad, por eso se habla de una pandemia). Sin embargo, allende “la ciudad” y “la provincia”, cualquier acontecimiento queda, cuando menos, fuera de foco. El prisma de los medios nacionales no logra –y ni siquiera intenta– captar la complejidad de la realidad que dice reflejar.

Podríamos postular aquí que la creciente visibilidad mediática de “la provincia” -aún en su violento recorte como conurbano- junto a “la ciudad” (acaso una consecuencia de la centralidad creciente del AMBA en el contexto de la pandemia), conlleva una ampliación positiva de ese prisma porteñocéntrico al que nos hemos habituado.

Sin embargo, si aguzamos la mirada, no podemos dejar de notar que las más potentes construcciones del sentido común mediático reproducen los acentos históricos de un campo de interlocución nacional forjado en torno de la fractura de la capital porteña respecto de sus “otros” de la nación, tal como ha postulado Rita Segato.

Ese sentido común dominante aparece inconmovible incluso -o sobre todo- frente al efecto disruptivo de una pandemia. Los énfasis de los portavoces mediáticos (les periodistas, pero también los propios conglomerados empresarios) han logrado deslizar el “todos” (por ejemplo, el de aquellos todos que hace poco más de un año íbamos a frenar al virus mancomunadamente) hacia un “nosotros” que se acomoda sin tensión con la centralidad excluyente de “la ciudad”.

En ocasión de los debates en torno de las medidas implementadas en abril de este año, una de las voces destacadas de la señal Todo Noticias aprovechaba el tópico de las restricciones del gobierno nacional y de su desigual cumplimiento para indignarse –selectivamente- a viva voz: “Estamos viendo en el conurbano que pasa de todo”. Mientras, las imágenes de las pantallas gigantes del estudio proyectaban tomas en movimiento con muchas personas en el espacio urbano. Nada permitía determinar el anclaje conurbano de la secuencia, excepto la alocución del conductor, que hacía juego con la reiteración del tópico que por esos días se desplegaban en diversas superficies gráficas y audiovisuales.

Una y otra vez, la prensa reflejaba a través de las voces de sus periodistas, o de los espontáneos aportes de “la gente”, el desborde de las ferias en Laferrere, en San Francisco Solano (Quilmes), en José C. Paz y en Bernal, entre otras. En un fragmento de una de las grabaciones que publica la nota, hechas con un celular, el automovilista devenido camarógrafo y cronista ad honorem, mientras conducía se preguntaba: “¿Esta gente tiene todas las vacunas?, ¿cómo hiciste Mayra Mendoza para erradicar el virus?… CABA es el problema de la Argentina pero y ¿cómo hiciste para que en Solano, Quilmes, pase todo esto?”. Más adelante, otra ocasional cronista, nuevamente desde su auto y mientras manejaba por las calles de José C Paz, sentenciaba indignada “así están… esto es lo que quieren para el país… no se puede creer que tengamos un país tan rico y con ferias tan pobres”. Ese modo de mostrar y narrar a los “otros” desde un automóvil en movimiento, reproducía, antes que nada, una serie de arraigados prejuicios -de clase- entremezclados con posicionamientos político–partidarios, en notoria sintonía con los sentidos articulados cotidianamente en buena parte de los medios de comunicación.

En la misma semana, en un programa nocturno de América TV en el que abundan los gritos, una periodista mostraba similar consternación por lo que sucedía en las ferias al aire libre. En el conurbano, por supuesto. Y recordaba a la audiencia, sin mayores aclaraciones, que “todos sabemos lo que eso implica”.

Compactas aglomeraciones de personas, colas para comprar productos textiles de segundas o terceras marcas que remedan el mainstream de la moda, parrillas descubiertas que exhiben cabezas de chanchos. Esas fueron las representaciones privilegiadas para componer, discursiva y visualmente, el caos y la ausencia de controles que se anudaron al –probablemente efímero- tópico de “Las ferias del conurbano”.

Las imágenes y los relatos se construyeron, además, como una suerte de contracara de la decisión del Jefe de Gobierno porteño de desoír y desobedecer la suspensión de las clases presenciales decretada a nivel nacional. Al respecto, cuando una nota publicada en el portal clarin.com anunciaba “Un Centro Comercial La Matanza, un ‘hormiguero’ de gente este sábado”, antes de la serie de imágenes de las multitudes sin orden ni distancia la bajada explicitaba esa contraposición orientadora de la lectura: “Sin clases en el AMBA desde el lunes, nadie controlaba hoy el distanciamiento social ni las aglomeraciones en Laferrere”. Nada se decía de la ausencia de controles en otros eventos y en otras localías (por ejemplo, de las ferias y de los colegios porteños, escenarios de aglomeraciones cotidianas).

En la reiteración se reforzaba la función de la provincia como un “otro” constitutivo, sobre el que se recorta el “nosotros” reservado a “la ciudad” y sus habitantes. El énfasis en los atributos conurbanos permite recordar y ponderar la civilizada blanquitud porteña.

Esa construcción dicotómica quedó muy bien plasmada por el diario La Nación en su edición impresa del 25 de abril. En dos páginas del matutino, separadas apenas por el pliegue de la hoja, sus lectores podían estar imaginariamente de un lado o del otro de la frontera, con un simple movimiento de sus cabezas y sin tener siquiera que dar vuelta la página. Sobre la izquierda, en la página par, la denuncia: “Los protocolos sanitarios no se cumplen en las ferias del conurbano”. En cambio, hacia la derecha, una semblanza de Palermo Soho, donde “Ahora las cervecerías se llenan de clientes los sábados desde el mediodía”. Si más allá de “la ciudad” todo es desorden e infracción, más acá, en Palermo, “la gente” apenas ha cambiado sus hábitos de consumo. En las ferias (de artesanos, en este caso) no hay incumplimientos denunciables, ni siquiera enunciables. Incluso los comercios gastronómicos ocupados al 100% cumplen con todos los protocolos. (Sí, el artículo de La Nación alude a “una ocupación cercana al 100%” sin vincular esto con ninguna transgresión). Lo cuentan en la nota, de hecho, los mismos protagonistas, sujetos con voz propia, individualizados con nombre, apellido y edad.

La Nación, edición impresa del 25 de abril de 2021

La enunciación no es novedosa, y acaso por su recurrencia prescinde de cualquier aclaración (y desde ya, a nadie desde los medios se le ocurre la necesidad de una excusa, menos aún de una disculpa). Los sentidos están tan naturalizados que los públicos ya sabemos ver con ese mismo y excluyente punto de mira.

Sin embargo, una novedad es que ese enunciador andro, etno y porteño-céntrico de los medios, parece haberse replegado sobre un territorio que se imagina y se narra, cada vez más acotado, y excluyente. El epicentro simbólico de la porteñitud se ha mudado al barrio de Palermo, admitiendo apenas algunas ramificaciones esporádicas, generalmente hacia el histórico centro cívico y monumental de la ciudad. Parece muy apropiada la intuitiva síntesis que hiciera María Graciela Rodríguez acerca de este nuevo enunciador cuarentacuadracéntrico.

 

El epicentro simbólico de la porteñitud se ha mudado al barrio de Palermo, admitiendo apenas algunas ramificaciones esporádicas, generalmente hacia el histórico centro cívico y monumental de la ciudad. 

 

Otra novedad parece ser la manera desembozada –casi obscena- en que aquella fascinación horrorizada (o aquel horror fascinado) por el “otro” que la mejor literatura local había confinado a la ficción, se ha ido anudando con los géneros pretendidamente realistas, de la mano de las narraciones periodísticas.

En la última semana de abril de 2021 la representación mediática recortó una ciudad concebida como el espacio de vecinos con nuevos hábitos de consumo y, sobre todo, como el bastión de las clases presenciales. El conurbano fue, al mismo tiempo, la tierra de las aglomeraciones y el descontrol. Clientes y alumnes de este lado; caos, hormigas y ganado más allá de la frontera. La escuela o el matadero. La analogía se traza sola. Pero por si acaso no hubiera quedado clara, al inicio de la segunda ola del Covid, la prensa –una vez más- se encargó de configurar a “la provincia” como el más inviable y africanizado territorio (y que, para mal de males, define los destinos de la patria).

Y sin duda es así. ¡Nosotros lo estamos viendo! Vemos desde aquí cómo allí “pasa de todo”. Todo lo que nos cuentan los medios. Y nos lo cuentan, pandemia mediante, a través de un porteñocentrismo recargado.


* Docente del Seminario de Cultura Popular y Cultura Masiva de la Carrera de Ciencias de la Comunicación de la Facultad de Ciencias Sociales de la Universidad de Buenos Aires.
** Docente del Seminario de Cultura Popular y Cultura Masiva de la Carrera de Ciencias de la Comunicación de la Facultad de Ciencias Sociales de la Universidad de Buenos Aires y de IDAES / UNSAM

Imagen de portada: fotograma perteneciente al informe «FERIAS SI, SHOPPINGS NO | En el conurbano las ferias al aire libre siguen habilitadas con protocolos», realizado por el canal Todo Noticias.