Por Mirta Amati*
Cada 2 de abril conmemoramos la Guerra de Malvinas. Relatos e imágenes de 1982 reaparecen en la radio y la televisión, en los periódicos y las redes, en los actos escolares y las tareas para historia y ciencias sociales. Una reiteración de ciertas representaciones que se fueron consolidando sobre la guerra, irrumpen nuestra vida cotidiana para hacernos recordar. Sin embargo no lo hacen sin disputas y, de tanto en tanto, en algún medio aparecen voces y relatos silenciados: Otras memorias de Malvinas.
No es nuestra intención reiterar esas representaciones. Nuestro propósito no consiste en mitificar ni tampoco repetir lo que ya se dijo para “desmitificar”. En cambio, propongo repensar “Malvinas, hoy”: ¿Qué olvidamos? ¿Qué no queremos recordar? ¿La conmemoración puede dejar de ser un “culto a los muertos”? O aún siéndolo, ¿Puede dejar de desoír el reclamo de nuestros contemporáneos?
“Malvinas, hoy”: ¿Qué olvidamos? ¿Qué no queremos recordar? ¿La conmemoración puede dejar de ser un “culto a los muertos”? O aún siéndolo, ¿Puede dejar de desoír el reclamo de nuestros contemporáneos?
Para esto, planteo un recorrido que parte de algunas “ideas de base” sobre las que parecemos coincidir, para seguir por algunas “proposiciones poco aceptadas” y finalizar con los silencios y olvidos de “Malvinas, hoy”.
Puntos de partida
Algunas proposiciones parecen ser la base para cualquier debate sobre la cuestión Malvinas, en la Argentina actual. Entre otras cosas porque –luego de un largo proceso histórico de disputas por los sentidos, de periodos de desmalvinización y remalvinización, pareciera que llegamos a un consenso sobre algunas cuestiones. No es que no existan otros sentidos pero, en la actualidad son “residuales”, sólo sostenidos por algunos actores sociales y grupos minoritarios que en el pasado tuvieron más presencia. Estas ideas basales nos dan un marco para el debate pero también nos obliga a tomar una posición y delimitar lo que podemos recordar o no sobre Malvinas.
Uno. La pertenencia de las islas Malvinas a la República Argentina está demostrada geográfica e históricamente. La soberanía sobre las mismas, también.
Dos. El reclamo de la soberanía es irrenunciable, parte de un proceso más amplio, espacial y temporalmente, de lucha contra los colonialismos.
Tres. Los isleños, los “kelpers”, no son un pueblo originario por lo cual el reclamo de la autodeterminación no sería legítimo.
Cuatro. La guerra de Malvinas fue apoyada por la sociedad civil, se apoyó un acto de la dictadura: la recuperación de las Islas. Pero con esto no se apoya a “la dictadura” y el genocidio, no se apoya lo que llamaron “la guerra interior”.
Cinco. Los excombatientes de Malvinas no son víctimas, ni chicos, ni locos. Tampoco existe el Panteón de Héroes que el periodo de posguerra y la apropiación militar y oficial de la experiencia quiso perpetuar.
Seis. El reconocimiento a los excombatientes es una restitución de las memorias de la guerra pero también de la Nación Argentina, de nuestra historia reciente y de nuestro presente.
Todavía en disputa
De partida, cualquier debate sobre Malvinas en la Argentina respeta las premisas anteriores. Tal vez la más consensuada, más allá de las diferentes posiciones, sea la pertenencia de las islas: “las Malvinas fueron, son y serán argentinas”. También hay cierto consenso respecto a la modalidad del reclamo, la oposición a una estrategia “guerrera” y el apoyo al reclamo diplomático. Siguen estando en disputa, las modalidades de ese reclamo y suele olvidarse que si bien en la actualidad no apoyamos ningún tipo de guerra ni violencia, en el pasado nuestro país no fue “pacífico”, justificamos la muerte propia y ajena (si esta distinción hoy fuera posible).
También, en principio, es indiscutible el apoyo a la lucha contra los colonialismos, un consenso internacional y social que no se condice con las posiciones de quienes, en estos años, llegaron al gobierno tanto de nuestro país como de otros. Sin embargo, todavía no diferenciamos que la lucha es contra “el colonialismo” y no contra “las poblaciones” y los distintos grupos que viven en esas colonias o países imperialistas. Tampoco es una lucha contra los inmigrantes ni los hijos de inmigrantes de esos territorios que viven en Argentina desde hace tiempo y que hoy son argentinos. En ese olvido está la reedición del cantito futbolero, actualizado como mensaje whatsappeado o retuiteado, “el que no salta es un inglés”.
Si bien se coincide con la idea que “los kelpers” no son un pueblo originario del territorio malvinense, se pasan por alto sus ciudadanías e identidades (¿sino por qué insistir en llamarlos kelpers en lugar de -no digo falklanders- sino simplemente “isleños”?). También se olvida que tienen perspectivas y vivencias de la guerra muy distintas a las nuestras, para ellos no se trató de una guerra “de liberación” sino de “una ocupación”.
En el mismo sentido, la pluralidad de experiencias y memorias de la guerra Malvinas queda solapada ante nuestra lógica centralista y dicotómica. Somos, como nos recuerda Federico Lorenz y mal que nos pese, “porteñocéntricos”, olvidamos las diferencias regionales como las de la Patagonia o las de Corrientes, de donde provinieron un gran número de los soldados que murieron en Malvinas.
La historia de las identificaciones de los ex combatientes y las historias que pudieron reconstruir los historiadores permitieron dejar de considerarlos como chicos, locos o víctimas para pasar a comprenderlos como “sujetos activos”. Sin embargo, pocas veces recordamos que son “emprendedores de memoria”, que conformaron asociaciones civiles desde las que reclaman y se movilizan.
También actualmente se diferencia a los soldados o “colimbas” de los militares de carrera. Y dentro de estos últimos se comenzó a distinguir a aquellos que tuvieron un desempeño militar excepcional como los pilotos de la Fuerza Aérea que Rosana Guber indagó previniéndonos de los riesgos de pensar a las Fuerzas Armadas “en bloque”. Se trata de memorias que hoy logran llegar a la arena pública por la acción de los mismos ex-combatientes como por el trabajo de analistas: universidades, observatorios y proyectos se desarrollaron en las últimas décadas aunque todavía son marginales.
Malvinas, “hoy”
Como comenzamos este artículo, si nos preguntamos por las memorias de Malvinas que hoy circulan en los medios, las escuelas y las plazas, el contexto actual nos encuentra con algunas ideas consensuadas, otras todavía en disputa y varias olvidadas.
Sin duda, las “proposiciones de partida” van a estar circulando sin mayor confrontación. También hay otras que comienzan a emerger y algunas que todavía no pueden proponerse o no quieren recordarse. Considero que hay dos que reactualizan la temática y que décadas atrás parecían imposibles: los viajes de ex combatientes y familiares a Malvinas y el reconocimiento de ADN de los Caídos del Cementerio de Darwin.
Volver o no a las islas fue controversial para aquellos que no aceptaban ingresar con el pasaporte bajo la idea que con esto se desconocía ese territorio como argentino. Los viajes de ex combatientes, de familiares y grupos escolares muestran cambios en la modalidad del recuerdo y en la lucha por la soberanía sin la necesidad de asumir posturas rígidas ni imputaciones ligeras.
Volver a las islas es controversial para aquellos que no aceptaban ingresar con el pasaporte bajo la idea que con esto se desconocía ese territorio como argentino. Los viajes de ex combatientes, de familiares y grupos escolares muestran cambios en la modalidad del recuerdo y en la lucha por la soberanía sin la necesidad de asumir posturas rígidas ni imputaciones ligeras.
El reconocimiento de ADN también sufrió esa lógica de silenciamientos. El cementerio de Darwin aparecía como un lugar sagrado que no podía “tocarse”, como si la búsqueda de la verdad y la justicia fuese un sacrilegio: ¿Por qué esos soldados argentinos debían ser “sólo conocidos por Dios”?
Días atrás se informó que el equipo forense de la Cruz Roja terminó de exhumar 121 cuerpos de los 246 que se encuentran en el cementerio de las islas. El Secretario de Derechos Humanos de Mauricio Macri, Claudio Avruj, fue el que comunicó los resultados y acompañó a las familias bajo un discurso que se dice “no político” luego de los acuerdos bilaterales entre Argentina y el Reino Unido concertados el año pasado. Sin embargo, poco se menciona que fue la ex presidenta, Cristina Fernández de Kirchner, quien en 2012 solicitó a la Cruz Roja Internacional que intercediera en la identificación de los cuerpos. Esa medida gubernamental fue acompañada de otras como la creación de un Museo, de una secretaría en Cancillería y hasta el billete alusivo de cincuenta pesos.
En cambio fue más publicitada la mediación de Roger Waters, ex integrante de Pink Floyd, como si el apoyo de un músico pudiera expresar un pacifismo y humanitarismo “apolítico” y sin relación con los conflictos actuales, algo que el propio Waters cuestionó al denunciar que “la guerra contra el terror” que proclama Estados Unidos es una mentira. Sin embargo esa denuncia omite otras: “la guerra contra el terrorismo” de la última dictadura y la actual relación entre Argentina y Reino Unido. Con esa crítica hacia el imperialismo norteamericano, el músico y activista británico no señaló (o los medios no lo dijeron) que fue una ONG, el Centro de Ex Combatientes de las Islas Malvinas (CECIM) quien pidió esa mediación. Se olvida que el reclamo nació del CECIM de La Plata quienes en 2011 presentaron, junto con el Centro de Ex combatientes y familiares de Caídos del Chaco, un amparo judicial reclamando la identificación de esos cuerpos.
Otra denuncia del CECIM es poco recordada: la de torturas y estaqueamientos a soldados por parte de sus jefes militares. Por vez primera, algunos oficiales y suboficiales fueron acusados por crímenes (no de “guerra”) sino de “lesa humanidad”. Sin embargo para la Justicia “el delito prescribió”.
También circula poco que hace unos días la Comisión Provincial por la Memoria entregó al CECIM archivos del Departamento de Inteligencia de la Provincia de Buenos Aires donde se registraron seguimientos a los integrantes del Centro, no durante la dictadura (son ex combatientes, es decir una organización que nació en la posguerra) sino en democracia: de 1983 a 1992.
En estas luchas por las memorias y en los silenciamientos y olvidos podemos ver el rol tanto de las asociaciones civiles como de los gobiernos y del Estado nacional para la ejecución de políticas públicas de memoria. Es indudable que Malvinas es una “cuestión política” y un acontecimiento que está fuertemente vinculado a la dictadura y los crímenes de lesa humanidad. Sin embargo se silencian e invisibilizan los reclamos que articulan esas memorias, como los del CECIM: “Memoria, Verdad, Justicia, Soberanía y Paz”. Reclaman el reconocimiento a los ex combatientes con perspectiva de Derechos Humanos.
Hay otra perspectiva que está silenciada aunque comienza a emerger: la perspectiva de género. Si las mujeres ocupan un lugar desigual en todos los órdenes de la vida, incluso invisibilizadas de la historia del pasado reciente, cuánto más en un conflicto mayoritariamente masculino como es el bélico.
Este 2 de abril se realizaron actos en cada plaza local conmemorando Malvinas. Aparecerán en la prensa y en las redes algunos debates sobre el rol del Gobierno actual y una política de la memoria supuestamente “apolítica” que quiere olvidar parte del pasado. La pretensión de transformar la memoria en un “culto a los muertos” sin escuchar el reclamo y la memoria de los vivos como si fuese posible que las memorias prescribieran.
Por último, se desconoce la membresía como veteranos de los soldados “no reconocidos” que fueron movilizados pero no estuvieron en el Teatro de Operaciones de Malvinas (en las islas) sino en el Teatro de Operaciones del Atlántico Sur (en el continente). Recientemente algunas enfermeras y suboficiales que prestaron servicios en el TOAS fueron reconocidas/os por la Justicia, no sucede lo mismo con los ex conscriptos.
En relación a estos olvidos y silenciamientos, la última remodelación de la Plaza de Mayo –escenario de celebraciones y protestas nacionales, lugar de memorias por excelencia en Argentina- puede ser aleccionador: el Gobierno de la Ciudad reemplazó las históricas baldosas con el pañuelo pintado de las Madres pero también desalojó la carpa que, desde hace casi 10 años, los soldados “no reconocidos” levantaron como modo de protesta y reclamo por su reconocimiento. Las Madres donaron las baldosas a las universidades y miles de plazas de todo el país fueron pintadas con imágenes de pañuelos no sólo por familiares y militantes de derechos humanos sino por distintos grupos de la sociedad civil. Los reclamos de los “no reconocidos”, por el contrario, no despertaron ese apoyo social ni la efervescencia de memorias.
Este 2 de abril se realizaron actos en cada plaza local conmemorando Malvinas. Aparecerán en la prensa y en las redes algunos debates sobre el rol del Gobierno actual y una política de la memoria supuestamente “apolítica” que quiere olvidar parte del pasado. La pretensión de transformar la memoria en un “culto a los muertos” sin escuchar el reclamo y la memoria de los vivos como si fuese posible que las memorias prescribieran.
Todavía nos cuesta reconocer que la guerra fue parte de la dictadura pero con-memorar no es “hacer-memoria-con” esos sectores sino con quienes, en el presente, podemos “re-conocer”: militares, civiles, varones y mujeres cuyas experiencias todavía están en el olvido. Ante un gobierno que intenta borrar memorias, el mejor homenaje que podemos hacer desde la Sociedad es reconocer que sus reclamos actuales son legítimos, que tienen el derecho a tener derechos, a reclamar por ellos y a presentar sus experiencias y sus memorias como válidas.
*Doctora en Ciencias Sociales y Magister en Comunicación y Cultura (UBA). Profesora Adjunta a/c de Promoción de Actividades Comunitarias (PAC) en la Carrera de Comunicación de la Comunicación (FSOC-UBA). Investigadora Independiente asociada a la CIC (Comisión de Investigaciones Científicas, Ministerio de Ciencia, Tecnología e Innovación del Gobierno de la Pcia. de Buenos Aires) por la UNAJ (Universidad Nacional Arturo Jauretche)