Por Gabriela Costanzo*
¿Puede decirse cualquier cosa en cualquier momento? ¿Conocemos el alcance de las adjetivaciones que hacemos de las personas y de los grupos? ¿Qué prácticas habilitan algunos discursos y determinados sentidos? ¿De qué manera se difunden y se fomentan prácticas xenófobas? ¿Qué sucede cuando los discursos oficiales son los que afirman este tipo de ideas discriminatorias?
En marzo de este año, en España, se difundió un proyecto de ley del Partido Popular (PP) denominado “apoyo a la maternidad”. En él se proponía que si una migrante “sin papeles” embarazada daba en adopción a su hije se retrasarían los trámites de expulsión. Según el PP, esto ayudaría a compensar el problema demográfico en el país, denominado «invierno demográfico”. Sucedía a pocos días del 8M (Paro Internacional de Mujeres), y luego de que el presidente del partido, Pablo Casado, deslizara subrepticiamente su opinión en contra de la nueva ley de aborto.
Ya en tierras americanas, son conocidas las políticas del Donald Trump sobre la migración, desde la propuesta de una construcción de un muro fronterizo divisorio hasta los pedidos de expulsión. El 17 de junio de este año, mediante su cuenta de Twiter, afirmaba: “la próxima semana, la ICE (la Agencia de Inmigración y Control de Aduanas) va a comenzar el proceso de sacar (removing) a millones de extranjeros ilegales que encontraron formas ilícitas de entrar a Estados Unidos”.
En Brasil, a días de la asunción a la presidencia de Jair Bolsonaro, en enero de 2019, dicho país abandonó el Pacto Mundial sobre Migración de la ONU. Según declaró: “Brasil es un estado soberano para decidir si acepta o no a migrantes. Quien venga aquí deberá estar sujeto a nuestras leyes, reglas y costumbres, además de tener que cantar nuestro himno y respetar nuestra cultura. No cualquiera entrará en nuestra casa ni en Brasil a través de un pacto adoptado por terceros”.
En la Argentina, en octubre de 2018, el senador y actual candidato a la vicepresidencia de la fórmula de Mauricio Macri, Miguel Ángel Pichetto afirmaba en una entrevista: “Hay que expulsar inmediatamente a los extranjeros que delinquen. Sobre todo a los que cometieron delitos menores: hay que echarlos a patadas rápido”. Y agregaba, “No digo que se cierre la frontera, ni que no permitas entrar a la gente que viene honestamente a trabajar a la Argentina. Estoy diciendo que hay que tener una política migratoria inteligente. No se puede ser más el país idiota del continente”.
Por su parte, el Director Nacional de Migraciones, Horacio García decía sobre los migrantes: «Necesitamos orientarlos hacia los lugares del país que necesitan desarrollo. Ahora comenzamos en las provincias patagónicas, donde hay una alta demanda insatisfecha de mano de obra: médicos, ingenieros, personal para los corredores frutihortícolas, etcétera», destacó. «El 83% de los migrantes de los últimos tres años se quedó en Capital Federal y el primer cordón del Gran Buenos Aires, un atentado demográfico que no le sirve a nadie» .

En este mismo camino, hace unos pocos días, se firmó un acuerdo para la implementación de una Policía Migratoria Auxiliar impulsado por el Gobierno nacional y el de la Ciudad de Buenos Aires. En él se conceden facultades de policía migratoria auxiliar a la Policía porteña. O para decirlo literalmente: una policía especializada en determinada población.
Según Horacio García: “para darle más seguridad a la gente necesitamos trabajar en equipo con todas las áreas y niveles de gobierno de manera sostenida en el tiempo y eso es lo que estamos haciendo. Además, esto demuestra que seguimos manteniendo nuestras puertas abiertas a todos aquellos que vengan a construir, con esfuerzo, un futuro mejor, pero tomamos una actitud diametralmente opuesta con todos aquellos que vienen a delinquir. Nuestro deber es proteger a las personas que eligen vivir aquí, con acciones y políticas que las cuiden, para que se sientan seguras y tranquilas. Esto incluye a los argentinos y también a todos los migrantes”.
El vicejefe del Gobierno de la Ciudad, Diego Santilli, afirmaba que este trabajo en conjunto es “brindar cada vez más seguridad a los vecinos y vecinas”. Y agregaba: “este convenio permitirá mejorar los mecanismos para detectar y capturar a ciudadanos extranjeros que hayan violado las leyes de nuestro país. Vamos a colaborar, a través de la Policía de la Ciudad, con la notificación de intimaciones, participar en operativos de control de permanencia y eventualmente trasladar a quienes se determine que deban ser expulsados. Queremos establecer mecanismos de trabajo ágiles y efectivos, para mejorar cada vez más la política migratoria en la Ciudad”.
Podríamos continuar presentando fragmentos de entrevistas, políticas públicas, proyectos de ley e intervenciones oficiales sobre la cuestión de la migración. Cada día, se suman declaraciones que tematizan quiénes son los migrantes que ingresan, en qué condiciones lo hacen, qué actividades realizan y dónde se establecen. No nos detendremos a explicar cómo en Estados Unidos, España, Brasil y en la Argentina existen legislaciones que protegen los derechos de migrantes, especialmente de las mujeres y sus hijes. Sin embargo, sí nos interesa reflexionar sobre cómo se presentan ante la sociedad estos temas, y de qué manera es posible decir y expresar este tipo de ideas.
Los medios de comunicación junto con las declaraciones oficiales retomadas dejan abierto el camino para el remate por parte de sus lectores de cierto tipo de sentidos. Afirmaciones como “los inmigrantes vienen a sacarle el trabajo a los argentinos”, “son la causa del aumento del narcotráfico” se pueden leer en los comentarios de las publicaciones o escuchar en las intervenciones radiales.
Sobre cómo se denomina
¿De qué forma los discursos se articulan unos con otros? ¿Cuál es el sustento de cada uno de ellos? Si pensamos, por un momento, de qué manera podemos analizar una cadena de significantes para lograr entrever cómo se articulan sus eslabones, cada uno sostenido por el anterior y por el siguiente, como un trama, para reflexionar sobre cómo se (de) construye el sentido común en un momento dado ¿a qué destino arribaríamos?
Los medios de comunicación, junto con las declaraciones oficiales retomadas, dejan abierto el camino para el remate por parte de sus lectores de cierto tipo de sentidos
Como sostenía el italiano Antonio Gramsci en Cuadernos de la cárcel: Literatura y vida nacional, el sentido común “es una concepción del mundo no solo no elaborada y asistemática, ya que el pueblo (es decir el conjunto de las clases subalternas e instrumentales de cada una de las formas de sociedad hasta ahora existentes) por definición no puede tener concepciones elaboradas, sistemáticas y políticamente organizadas y centralizadas aún en su contradictorio desarrollo, sino también múltiple; no solo en el sentido diverso y yuxtapuesto, sino también en el sentido estratificado de lo más grosero a lo menos grosero, si no debe hablarse directamente de un aglomerado indigesto de fragmentos de todas las concepciones del mundo y de la vida que se sucedieron en la historia, de la mayor parte de las cuales solo en el folklore se encuentran sobrevivientes, documentos mutilados y contaminados”.
En la actualidad, el sentido común da cuenta de la complejidad del discurso sobre los migrantes, en especial de los latinoamericanos. A partir de allí, puede leerse casi a modo de chivo expiatorio, cómo circulan acríticamente reflexiones periodísticas, con apoyaturas en entrevistas a funcionarios, sobre la peligrosidad de las migraciones. Así, el discurso adquiere características xenófobas, en el uso, por ejemplo, de figuras retóricas.
En 1994, Aníbal Ford publicaba el libro Navegaciones. Comunicación, cultura y crisis, en su capítulo 2, “De la Aldea global al conventillo global”, trabaja sobre la deconstrucción (en aquel momento no se decía así) de la metáfora aldea global propuesta por Marshall MacLuhan para explicar, para decirlo rápidamente, el fenómeno de la globalización. En su artículo propone una contrametáfora, la de conventillo global, que según él se corresponde mucho mejor al proceso desigual social, político y económico de las diferentes regiones del mundo. La metáfora nos invita a pensar sobre su doble función: la cognitiva y la de control social.
Según Ford, “el rol de la metáfora en la invención y la hipótesis es fuerte. Las metáforas nos permiten conjeturar y generar leyes y explicaciones y también diseñar el itinerario de nuestras preguntas”. Y luego agrega, “pero [en] otros casos las metáforas no son modelos de ruptura y de creatividad […] también son vehículos de orden, de control social”. Entonces una metáfora puede obturar la comprensión de procesos.
Si pensamos en las significaciones (que componen el sentido común) que circulan en los discursos sobre las comunidades migrantes latinoamericanas en la Argentina, podemos observar que allí habitan diferentes metáforas y figuras retóricas. Estas se combinan con la utilización de adjetivaciones y verbos sobre los migrantes como capturar, apresar, echarlos a patadas. Una manera de animalizar, deshumanizar su identidad y, por ende, retirarles derechos. La explicación de García sobre el “atentado demográfico” que supone la localización y residencia de migrantes en la Ciudad de Buenos Aires, también invita a la reflexión. ¿Qué significa? ¿A qué tipo de agresión, ataque u ofensa hace referencia? ¿A quiénes estaría afectando?
Estas metáforas que fueron naturalizadas en su uso cotidiano llevan consigo una impronta ideológica, es decir, el éxito en su circulación mediática garantiza la reproducción de un tipo de sentido que informa sobre la peligrosidad inherente de los migrantes en nuestro país, y especialmente, en la Ciudad de Buenos Aires. Este magma de sentido, con sus metáforas en forma de lava, derrama expresiones xenófobas que nutren el sentido común.
Estas metáforas que fueron naturalizadas en su uso cotidiano llevan consigo una impronta ideológica, es decir, el éxito en su circulación mediática garantiza la reproducción de un tipo de sentido que informa sobre la peligrosidad inherente de los migrantes.
Pero, claro, el problema avanza cuando este tipo de concepciones difundidas se vuelven enunciados performativos, habilitadores de prácticas cotidianas o legitimadoras de argumentos de políticas excluyentes. En la actualidad, las organizaciones de migrantes denuncian varios tipos de persecuciones, violaciones o restricciones a derechos fundamentales, por ejemplo, la creación de un tipo de policía migratoria o las dificultades en el acceso a la educación.

Lourdes Rivadeneyra es una de las referentes de la organización Red de Migrantes. Entre las actividades que realizan se incluyen consultorías y asesoramientos a migrantes. Rivadeneyra nos contaba sobre el caso de una de las tantas migrantes: “recién atendí a una paraguaya. Se le venció el DNI y tiene que renovarlo. Le dan turno para diciembre [son siete meses desde el momento en que se realizó esta entrevista]. El nene está en la escuela y está en la misma situación porque es migrante. La escuela le está diciendo que no puede ir más porque tiene el documento vencido. Cuando la ley dice que por más que no tengas documentos, tenés que estudiar. Estas son las cosas que generan todos los discursos xenófobos. Ya sabemos cómo viene la cosa. Es terrible. Ayer otra (mujer) que va por la Asignación Universal (AUH) para su hija y le dicen: “No. No podes”. “Pero ¿Por qué?” le contesta. “Eres extranjera. ¿Qué querés?”.
En nuestro país, el decreto 70/2017, que modificó la Ley de Migraciones N° 25.871 al inicio de la presidencia de Mauricio Macri generó un retroceso en las garantías y derechos de las poblaciones migrantes. A pesar que el 23 de marzo de 2018 la Sala V de la Cámara Contencioso Administrativo Federal declaró la inconstitucionalidad del decreto, todavía sigue vigente con las implicancias que conlleva en la consagración de derechos políticos y sociales correspondientes.
Los fragmentos de entrevistas presentados muestran un clima de época, en donde estos legisladores, funcionarios y representantes políticos retoman y fomentan un tipo de sentido que busca encauzar y direccionar las responsabilidades de la crisis económica en un sujeto político. Pero esto no es novedoso. A principios de siglo pasado en 1902 y en 1910 se sancionaron dos leyes infames, la Ley de Residencia y la Ley de Defensa Social. En conjunto permitían que el Poder Ejecutivo expulsara inmigrantes que presuntamente atentaran contra el orden, sin juicio previo, y en pocos días. Además incorporaba la definición de un universo de delitos, vinculados, en aquel entonces, a la acción y prácticas políticas de los anarquistas. En 1910, el diputado Ayarragaray, sostenía enfáticamente el día de la sanción de la Ley de Defensa Social: “Es menester, pensaba, prohibir la entrada del loco, del epiléptico, significando que este país tiene el derecho fundamental, señor diputado, que reconocen todas las constituciones del mundo, de defenderse por medio de leyes de preservación social de los peligros exteriores importados, ya sea de una epidemia, ya sea de un ladrón reconocido, ya sea de un condenado por un tribunal de justicia, ya sea de un anarquista, de una prostituta o de una caften [sic] …nos da a nosotros la facultad de negar la entrada en el país al epiléptico, al loco, a los degenerados, a todos esos que son presuntos anarquistas”. Quizás la historia tenga un paralelismo tanto en sus chivos expiatorios como en los orquestadores de políticas excluyentes.
*Licenciada en Ciencias de la Comunicación (UBA); Maestranda en Comunicación y Cultura (FSOC-UBA); becaria en Formación en Investigaciones Estratégicas (UBA), docente en Teorías y Prácticas de la Comunicación II, cátedra Contursi. Integrante del proyecto UBACyT “Comunicación, discurso y culturas políticas en la democracia mediatizada. Abordajes desde el análisis de la interpelación y la construcción de subjetividades (2018-2019)”. Autora de Los indeseables. La ley de Residencia y la ley de Defensa Social. Buenos Aires, Editorial Madreselva.