La noche más verde

*Varias autoras. Como una continuidad de las emociones vividas el 13 y el 14 de junio pasados, Revista Zigurat convocó a 5 mujeres a escribir sus pensamientos y sensaciones a partir de 5 fotos de la agencia ANCCOM. El resultado es esta crónica colectiva llena de jóvenes, alegría, lucha, expresiones antiderechos y el color de una noche fría y verde que tardará en pasar a la historia.

13 J. Vigilia. Apenas una pausa.

Por María Rosa Gomez*. Llegaron temprano, desde la mañana. Bancaron el frío y los comentarios hostiles en las redes. Con frescura y serenidad se plantan ante cada cámara, cada micrófono, no eluden ninguna foto. Hacen una “v” o levantan el puño. Equipo de mate, mochila y mantita. Y purpurina. Estrellas, corazones, rayos. Para que las vean. Para que las veamos. Sonrientes. Creativas. Saben del valor de las imágenes. Por eso el glitter y el pincel. Por eso el delineador intenso y los labios de fucsia subido. Apiñadas en el suelo, acurrucadas en frazadas multicolores, no duermen. Están atentas, por suerte.

“¿A qué hora se vota?” “¿Cómo vamos en el conteo?” “¿Dónde hay un bar abierto para buscar agua?” La temperatura no llega a los 3°. La manta polar no alcanzapara devolverle el calor al cuerpo. No importa. Esta vigilia la están ganando ellas. Estrella, corazones, rayos. Son muy jóvenes, pero no son nuevas en reclamar por sus derechos. El karma de vivir al sur. Las vimos en las tomas de colegios secundarios de la Ciudad, (justo el año pasado). Esa vez denunciaban el carácter inconsulto de las reformas que pergeñaban los funcionarios de los Ellos.Estuvieron codo a codo con decenas, miles de nosotras en la convocatoria del #NiUnaMenos. Y el 24 de Marzo. Y por Santiago Maldonado. Y contra el 2 X 1. O pintando pañuelos en veredas.

Ellas son solidarias con luchas anteriores, de otras mujeres. Hay un listado largo de derrotas y repliegues, pero también de algunos triunfos: El voto femenino, la ley de cupo, la tenencia compartida, el matrimonio igualitario, el derecho a la identidad de género, por nombrar unos pocos. Hoy la vigilia protege el derecho a decidir sobre los propios cuerpos, el frío se soporta para que #nuncamásnadie pretenda prevenir mutilando úteros y deseo. Sororidad que se acurruca bajo esas mantas coloridas. Estrellas, corazones, rayos. Varios fuegos se improvisan sobre el asfalto.Ojos enormes abiertos, carcajadas. Pañuelo verde al cuello, o en la cabeza, o la muñeca, o el tobillo.

Ellos acompañan, bancan los trapos, y la espera. Quiero verte bailar.

*María Rosa Gómez es periodista, docente e investigadora. Titular del Taller de Expresión 3 de la Carrera Ciencias de la Comunicación-FSOC, UBA
Foto: Lucía Barrera Oro /ANCCOM

Ahora que sí nos ven

Por Andrea Mallimaci*. Mujeres que en cualquier otro escenario serían tratadas como niñas. Amigas, madres, tías, abuelas, compañeras, amantes. Todas de verde. Todas juntas. Como escuchando un partido, como una foto vieja de las carreras de caballos. Pintadas, felices, bailando, jugando. Una marea emergiendo como sujeto político, acompañadas por la militancia, abrazadas por las históricas, generando un montón de problemas a los que necesitan comprender. Con un frío que helaba los huesos y mil capas de ropa encima. Con mantas, bolsa de dormir, mate o whisky. Con fogatas improvisadas o departamentos copados. Con rumores que iban llegando a los teléfonos. Con una pantalla que por momentos quitaba la esperanza.

El miércoles fue una de esas noches que vamos a recordar toda la vida. Vamos a saber cómo estábamos vestidas, quien nos acompañaba, con quién hablamos y con todas las que nos abrazamos. La ciudad fue la escenografía perfecta de los cuentos de hadas que nos gustan. Un montón de pibas escribiendo una historia que hoy les graba la certeza de que los derechos se conquistan en la calle, juntas, haciendo una ola y generando un movimiento que nadie entiende y que de golpe todos quieren convencer. El miércoles la vigilia colectiva hizo hogar en cada una y el jueves se iluminó con un festejo ensordecedor, con abrazos desconocidos, con un grito de gol de definición por penales en una final del mundo. Y algunas vivimos una sensación que desconocíamos, la de sentir que tal vez esto puede ser cierto.

Tal vez nos dejemos de esconder. Tal vez podamos decidir. Tal vez seamos cada vez menos juzgadas por eso. Tal vez no vivamos en el cuerpo el costo de la clandestinidad y las mentiras. Tal vez no tengamos que inventar enfermedades en el trabajo, o salidas en la pareja o dolores por otros males. Tal vez podamos ser contemporáneas a la política pública marcando los cuerpos, haciendo gritar al silencio. Tal vez podamos leer revistas superficiales en salas de espera silenciosas, mientras somos libres y estamos seguras.Tal vez lo podamos contar, lo podamos compartir. Tal vez podemos dejar de hacer una coreografía muda en la que un poco todas sabemos pero también ninguna dice. Tal vez podamos ser madres, o elegir no serlo. Tal vez esa decisión pueda no dejarnos marcas para toda la vida.

Tal vez podamos lograrlo en una fiesta inolvidable. Felices. Embanderadas, emponchadas, emborrachadas, emperifolladas. Abrazadas. Conmovidas por el encuentro. Reunidas por una interpelación histórica que nos dice, que les dice, que esta vez, en una de esas, tal vez, si, se va a caer.

*Andrea Mallimaci es Licenciada en Ciencias de la Comunicación (UBA) , docente en la materia Derecho a la Información (UBA-FSOC) y de la materia Comunicación Política (UCES). Es también consultora en comunicación y colaboradora en diversos medios.

Foto: Lucía Barrera Oro /ANCCOM.

Niñas de fuego

Por Wanda Fraiman*. El termómetro marcaba menos de diez grados, pero la escena que estaban montando las chicas era un carnaval: «Esto es una fiesta, hay muchísima gente», le mandé por mensaje a una amiga apenas llegué a la estación de subte sobre Avenida de Mayo.

Brillos, cantos y bailes en ronda. Así me recibió en la noche del miércoles la Plaza del Congreso. Nada tenía que ver eso con el conteo voto a voto, al mejor estilo de una definición por penales de un partido de fútbol, que habíamos vivido remotamente durante el transcurso de la tarde.

Caminé sola en la marea, me emocioné. Pensé, al igual que el día anterior, en las pibas que no podían estar ahí, en las que se mueren por los abortos clandestinos, en las que lo hicimos con miedo pero con decisión ¿Alguien se puede representar la idea de atravesar el dolor de un parto sin deseo?

Seguí recorriendo la plaza, quise encontrarme con unxs amigxs, no lo logré. Caminé entre los grupos que eran, en su mayoría, de chicas. Las vi equipadas, algunas tenían bolsas de dormir, otras mantas. Pensé: vienen preparadas para la noche, vienen dispuestas a poner el cuerpo. Sentí que algo nos unía a todas, pero también otra cosa que me hacía sentir ajena. Me fui contenta pero ansiosa y con una sensación fuerte de incertidumbre por la votación. En los alrededores veía otros grupos llegar. Llevaban mate, algo de comida, pero sobre todo seguían trayendo mucho brillo.

La vuelta fue larga, por suerte muchísima gente se trasladaba al centro, así que viajar era casi imposible. Tuve un buen rato para pensar, me di cuenta que no eran los empujones, ni el humo, ni el frío lo que me estaba sacudiendo, era la sensación extraña (lo admito) que otra generación había tomado la posta (y la plaza).

Me acordé de mi primera marcha con amigas, a principio de los noventa y en pleno menemismo, se me vinieron a la cabeza algunas de las indicaciones que nos dieron antes de salir: lleven documentos, cámbiense la ropa si las marcan los carros hidrantes y no se metan en el subte si hay corrida. Recordé que teníamos algo de miedo pero también una sensación de libertad de llegar solas a Plaza de Mayo. En ese momento entendí que las chicas ahora lo estaban haciendo distinto. Ellas se movilizan con alegría (aclaremos: una alegría distinta a la que construye el discurso oficialista) y eso fue lo que les permitió hacer una fiesta que duró casi 24 horas. Aún con cansancio, y también con lágrimas de emoción y agotamiento, pudieron decirle a lxs legisladorxes que no se iban a ir y ese mensaje llegó al Congreso. Lo que viene va a ser difícil, pero ellas (y nosotras) tenemos que acompañarnos y relevarnos cuando sea necesario.

Una tradición de militancia feminista nos está mostrando y abriendo el camino: en este momento es la ley por la legalización del aborto, después seguro vendrán otras. Lo importante es que ya nos reconocemos, a través de las diferentes generaciones, como mujeres en la diversidad y como portadoras de derechos. Así, la marea verde es imparable.

* Wanda Fraiman es Licenciada en Ciencias de la Comunicación, Magíster en Investigación en Ciencias Sociales y Doctoranda en Ciencias Sociales (UBA). Es docente de grado y posgrado e investigadora del Instituto de Estudios de América Latina y el Caribe (FSOC-UBA).

Foto: Lucía Barrera Oro /ANCCOM.

Celeste y rosa

Por Natalia Fortuny*. Entre el millón de personas reunidas durante el día 13 de junio -y su gélida noche- para apoyar la media sanción de Diputados a la IVE, cada tanto alguien se preguntaba sobre aquellos que, vallado mediante, se oponían a una ley que iba a otorgar derechos a las mujeres sobre sus propios cuerpos, resguardando no sólo sus decisiones sino sus vidas. «¿Qué estarán haciendo los anti-derechos del otro lado de Rivadavia?» Se hablaba de ecografías en vivo, perfomances de mediáticas y rezos. Cerca de la una de la mañana alguien cruzó las vallas y vino a contar que eran apenas unos pocos cientos (aunque no por pocos eran minoría: se sabe de las fuertes presiones de la Iglesia dentro y fuera del Congreso). Esta foto de Tomás Borgo para ANCCOM viene afortunadamente a dar una imagen que responda esta inquietud, que permita imaginar cómo son -en términos de un colectivo, no como individuos- quienes antes de salvar a la mujer de la clandestinidad prefieren perder las dos vidas.

La foto muestra un atardecer (¿o amanecer?) frío y gris recortado por dos colores: celeste nene patrio y rosa nena barbie. No hay un grupo conformado visualmente como tal, sino sujetos dispersos que levantan globos y banderitas. A diferencia de otras fotos de la jornada de vigilia en el congreso, que subrayan la militancia o la conformación colectiva de una identidad, aquí hay personas cuyos rostros además no se distinguen, porque están de espaldas o fuera de foco. Las identidades no son claras ni francas en la imagen, no por pertenecer a una multitud indiferenciada sino como recurso desplegado por esta fotografía.

Sin embargo, alguien mira a cámara y es el Niño Dios. La figura principal de la fotografía es una mujer arropada por una bandera argentina que, liviana, no parece abrigarla aunque la sostenga como un manto. La mujer nos da la espalda y allí lleva colgado un cuadro de motivo religioso. Se trata de una de las advocaciones de María: la virgen de la leche. En ella, María intenta dar el pecho a su hijo, al hijo de Dios, mientras el pequeño mira a cámara, nos mira, algo inquieto. Una no puede sino empatizar con cierta desfachatez de esa teta al aire de la virgen, con esa teta lista para alimentar, contener e incluso evitar que nos hagan un berrinche en público. Empatizar con la paciencia de la bella María y desear justamente que toda maternidad sea buscada, deseada y querida (a falta de buscado, este bebé será uno de los más amados de la historia).

Se superponen en esta foto varias capas visuales conservadoras: la Patria, la Religión, la Familia, el rosa femenino -el mismo de las publicidades, cuya ‘tasa rosa’ sirve para sobrepreciar un producto cuando va destinado a las mujeres-. Y hay, también, un (rojo) esperanza en la imagen: la alegría de ese niño de campera roja al agitar el globo (hasta cierta edad, por suerte, un globo es un globo). Me alegra mirar cómo lo agita y saber que cuando ese niño crezca, sus amigas, novias y hermanas tendrán más derechos que nosotras.

* Natalia Fortuny es docente e investigadora del Conicet sobre fotografía argentina contemporánea. Dicta clases de grado y posgrado en UBA y UNGS. Coordina el “Grupo de estudios en fotografía contemporánea, arte y política (FoCo)” del Instituto Germani y el “Grupo de estudios sobre arte, cultura y política en la Argentina reciente” dirigido por Ana Longoni.

Foto: Tomás Borgo /ANCCOM.

Mujeres en Movimiento

Por Amanda Alma* . Moverse del lugar, cambiar de posición, estar en otro lado. En la histórica sesión por la legalización del aborto en Argentina, el movimiento estuvo en el centro de la escena. Tanto adentro como afuera del recinto la política garantizó la aprobación de una de las leyes fundamentales para la plena ciudadanía de la mitad del pueblo: las personas con capacidad de gestar. Años acumulados de andar, caminar, marchar por las calles de todo el país reclamando la legalidad del aborto. Una gimnasia política largamente elaborada que alcanzó para convencer 129 voluntades y obtener el resultado esperado: la media sanción.

El movimiento dentro de la Cámara Baja mostró cómo lo colectivo se sobrepuso a lo individual; y el valor de la política como herramienta para transformar las injusticias y garantizar el cumplimiento de los derechos. Las legisladoras tejieron estrategias y apelaron al trabajo conjunto para convencer indecisxs y aportar argumentos que ampliaran las perspectivas de quienes aún no se habían definido. Todxs los que apoyaban la iniciativa aportaron para ganar cada voluntad que permitiera engrosar la lista de votos positivos. Llamados telefónicos, reuniones de última hora, encuentro imprevistos en pasillos, visitas de referentes a despachos. Todas las estrategias imaginables puestas en movimiento para transmitir el sentir social a una votación afirmativa.

Afuera el frío de la noche se enfrentó con baile, fuego y abrigo. Nadie se movió hasta confirmar que la ley había sorteado el primer obstáculo y seguía su curso hacia la aprobación definitiva. En todas las ciudades del país la expectativa movilizó a millones de personas para seguir atentamente y de manera colectiva, lo que decidían sus representantes, muchos de los cuales habían sido votados el año anterior. En las plazas se reunieron y enfrentaron la espera escuchando los discursos que emanaba del recinto. Esas mismas calles tantas veces transitadas para demandar al Congreso que revisara una prohibición redactada un siglo atrás. La multitud estaba dispuesta a impedir que fallara el intento y el calor de las convicciones se impuso a los fundamentalismos del individualismo y permitió que se definiera favorablemente la primera votación.

El eco de los pasos en los pasillos del Congreso en busca de los votos necesarios se replicaba en las veredas donde millones iban de un lado al otro para que el tiempo pasara más rápido y la angustia mitigara. Discurso tras discurso, la adrenalina del poroteo tensionó los cuerpos que se acomodaban para enfrentar las interminables horas de debate. El frío se sacudió cada vez que se escuchaban discursos que desconocían derechos o animalizaban mujeres. Ese eco de pasos perdidos se volvió uno a las 9:51 de la mañana cuanto se confirmó el resultado y la multitud saltó dentro y fuera del palacio para fundirse en abrazos de felicidad y alegría por la posibilidad cierta de estar cambiando la historia.

*Amanda Alma es Licenciada en Comunicación Social (UBA), periodista parlamentaria y Presidenta de la Cooperativa de Comunicación Feminista Manifiesta. Coautora de Mujeres que se encuentran (2009). Miembra de RedPar (Periodistas de Argentina en Red por una Comunicación no Sexista).

Foto: Lucía Barrera Oro /ANCCOM.