Por Eugenia Silvera Basallo*
Ahora que esta cuarentena parece ficción. Ahora que estamos encerrados en casa mientras en la televisión saltan propagandas de prevención del Covid-19 y cifras de infectados y muertos –que son personas– en países lejanos y en el propio. Ahora que un virus en pleno siglo XXI nos deja sin respuestas, con incomodidades e incertidumbres, con temores…Desencajados. Ahora, aparece otra vez la ficción.
No es quizás una novedad que la ficción televisiva se encuentra resistiendo frente al desplazamiento de las audiencias a otras plataformas que brindan contenidos a la carta, personalizados, como es el caso de Netflix. En tiempos de streaming, el público se interna en nuevas pantallas. Un dato que destaca el investigador del Conicet Ezequiel Rivero muestra cómo la ficción tiene una caída mucho más rápida que la de los otros productos televisivos: “En 2010, la tira diaria Valientes (El Trece) promedió 29,3 puntos, mientras que en 2018 100 Días para Enamorarse (Telefe) alcanzó 15,1”. Así, este hundimiento de la ficción televisiva requiere mecanismos que le permitan salir a flote. Más allá de la necesaria emergencia de políticas de fomento y fortalecimiento del sector, en estos días de aislamiento social, preventivo y obligatorio aparecieron algunas propuestas que vale la pena destacar.
De golpe el teléfono suena. No, no hay «Una voz en el teléfono». Es un mensaje de Whatsapp. Son las 13.54 y veo un video de YouTube. Ahí está ella: Roxana Presutti (Roxy) junto a Héctor Panigassi (Pani). No son los actores, no la veo a Mercedes Morán, no veo a Juan Leyrado. Veo sus interpretaciones. Decía el dramaturgo y guionista Doc Comparato que algo importante para los telenovelistas es crear personajes con cuerpo que, con sus visiones de mundo, puedan servirle a los espectadores para encontrar reconocimiento. Se dice, habitualmente, que componer un personaje es un arte.
La ficción ahora nos desacomoda: los personajes de historias pasadas –también en estos días se viralizó un video de Los Simuladores– se introducen, sin pedir permiso, en los chats de Whatsapp. Estos nuevos formatos ficcionales, compartidos ya no a través de la pantalla televisiva, generan asombro
Hacia fines de la década del noventa apareció en la pantalla televisiva una tira costumbrista de la productora Pol-ka que alcanzó niveles de audiencia todavía recordados: la “telecomedia” Gasoleros (1998). A partir de la inclusión del estado de situación de la clase media local en la época y de personajes que se acercaban a la cotidianidad de miles de espectadores logró –como explica la investigadora María Victoria Bourdieu– marcar un nuevo camino para estos productos audiovisuales, más alejados de la irrealidad y los mundos de fantasía, por una dosis de conexión con la propia vida.
Marzo de 2020. Roxana Presutti (Roxy) ya no tiene el pelo rojizo como hace veintiún años pero sigue mordiéndose el labio al ver a Héctor Panigassi (Pani) como hace veintiún años. Él todavía sigue siendo un sujeto hipocondríaco, temeroso. ¿Quién no recuerda la expresión de frotarse el pecho con las manos como signo de angustia? ¿Cuántas veces no hemos dicho “Me siento como Panigassi”, imitando el gesto, para describir una situación indecible? Roxy y Pani fueron los gasoleros, los sujetos de barrio con una historia de amor como cualquiera puede tener, lo suficientemente cercanos porque no eran triunfadores. Roxy y Pani fueron seres comunes que se ganaron la atención del público desde las primeras apariciones en el verano del 98.
La ficción ahora nos desacomoda: los personajes de historias pasadas –también en estos días se viralizó un video de Los Simuladores– se introducen, sin pedir permiso, en los chats de Whatsapp. Estos nuevos formatos ficcionales, compartidos ya no a través de la pantalla televisiva, generan asombro. Pero que la ficción genere rupturas no es novedad. Vale recordar que muchas veces la crítica a los productos ficcionales –el caso de la telenovela es quizás el más representativo– atacaba la dosis de evasión que ellos proponían y el alejamiento y falta de compromiso con la realidad (hay aclarar que la crítica provenía tanto de izquierda como de derecha). Como estudiaron varios académicos, la resistencia estuvo más bien orientada a la imposibilidad de querer discutir teóricamente acerca de los placeres de los sujetos.
Ante la incertidumbre, otra vez la ficción nos vuelve a salvar (por un instante) de la realidad. Habrá que pensar, en estos tiempos más que nunca, en las nuevas formas de construcción de lazos sociales e individuales.
Como decía David Morley (autor de Televisión, audiencias y estudios culturales, entre otros), tal vez habrá que revisar y reflexionar sobre cómo las audiencias obtienen placeres y significados de los materiales que proveen los medios (antaño, los medios tradicionales; hoy, internet y sus redes). Tal vez en este tiempo de zozobra generado por una pandemia que nos deja sin palabras, debamos buscar refugio en nuevas historias ficcionales que recuperen lo local. Apostar por estas nuevas formas de reencontrarse con el público implica considerar e indagar los espacios de circulación, entendiendo que los lugares son, como explica Edward Relph, autor de Place and Placelessness (1976), el foco de la experiencia, de los recuerdos y los deseos. Y, también, el epicentro de identidades.
En esos videos que circulan por las redes hay un pasado que se reactualiza pero también una seguridad para los antiguos televidentes en el presente: los personajes están ahí, acompañando. Ante la incertidumbre, otra vez la ficción nos vuelve a salvar (por un instante) de la realidad. Habrá que pensar, en estos tiempos más que nunca, en las nuevas formas de construcción de lazos sociales e individuales. Porque hoy son esos viejos personajes entrañables los que vienen a nuestro rescate y, sobre todo, al rescate de la ficción local que nos conecta con lo propio.
* Magister en Cultura y Comunicación (UBA). Profesora y licenciada en Ciencias de la Comunicación (UBA)