Infografía e iconoclasia

Por Horacio González* 

Hay palabras felices y palabras compuestas. Infografía es una de ellas y es las dos cosas a un tiempo. De la felicidad, tiene la despreocupación de su deformación gozosa. Y del modo en que ha integrado sus mitades, acercándolas de un palmazo, nos trae el sabor de un asesinato bondadoso en el hueco del idioma. Pero infografía parece ser un objeto complejo que se estaba reclamando. Cuando se inventó el cine, fue también una lucha con las palabras, y el kinetoscopio, el praxinoscopio, sus primeros nombres, eran estaciones lingüísticas de un tránsito que terminaría, sabemos, en la cinematografía.

En todos estos casos la grafía es concepto que sabe estar siempre presente, porque el grafo mantiene la memoria del signo y la evidencia de que el pensamiento es de la familia de los íconos. Pero esas palabras en dos periodos, con dos compases muy diversos repentinamente asociados, surgen cuando un momento de la cultura técnica exige apresuramientos para juntar las cosas. Así, encalla en palabras que después llegan al lenguaje común en su verdadera proporción manuable, segadas y amputadas.

Pronunciaremos entonces cine por cinematografía, auto por automóvillogo por logotipo (caso en el cual curiosamente la mutilación lo acerca mucho más a su resonancia primitiva) e info por infografía.

Aunque info significa también la contracción de información, y en esa contracción ya está incluido el gesto al que se alude: información es, de algún modo, siempre contraer, siempre encoger las cosas. La infografía consigue acercar el reino del grafo al reino de la palabra (lo que de todos modos hubiera quedado claro si se hubiera llamado notigrafía, periografía, textografía o redactografía). Estos Intentos de aproximar la escritura a la imagen son un esencial dilema del pensamiento y pueden hacerse cargo de mucho más de lo que pensamos, respecto a la historia de la cultura. Pero es necesario decir algo más: son intentos que no aparecen en cualquier momento, sino cuando la historia de las escrituras se debilitan y precisan el acompañamiento de la imagen.

Edición de papel del artículo de H. González. Puede consultarse en AHIRA https://ahira.com.ar/ejemplares/zigurat-no-1/

Por eso un tacaño destino de ahorro, pedagogía y simplificación, impulsa el actual recurso periodístico a la infografía. La pérdida de creencia en el lector, en la lectura y en la escritura ha llevado a homenajear a la economía del tiempo lectural en la forma de picturas que tienen un aire de realismo neolítico pero no su vacilante ingenuidad. Antes, otros choques de palabras, (como historieta, dibujo animado, etc.) han surgido con combinaciones parecidas de texto e ilustración, pero surgían en momentos en que el tiempo parecía expandirse y donde se creía (con el cine era evidente) que había un nuevo porvenir artístico de por medio.

Porque cuando un arte parece fuerte y seguro, no reclama la compañía de una mitad perdida de palabras. ¿No sufrió el cine cuando debió volver a las palabras con su inevitable sonorización? Ahora, no sería posible pensar que en un futuro bastante cercano, la infografía sea una hallazgo considerado tan relevante, que alguien deba apenarse por el hecho de que por raro acaso deba volverse a las palabras. Un pequeño muestrario de esa pena lo tenemos al percibir la condescendencia con la que se dice que las palabras nunca serán dispensables, pero deben siempre compartir su sentido con la ilustración gráfica.

Sin embargo, cuando la confiante infografía adquiera conciencia artística, percibirá que ya existía. Que era historieta, que era cinematografía, que ya estaba inventada. Percibirá que había creído que esa novedad que la hacía desconfiar del lector era tan antigua como las luchas de todos los modernismos con todas las iconoclastias.

¿Pero secretamente el periodismo no tuvo siempre algo iconoclasta? Toleró fotos, diagramaciones y osadías de la imagen dentro suyo. A desgano. Y ahora la infografía viene a decir que lo que parecía tolerancia es el encuentro definitivo de un destino: el grafo final de la llamada “prensa escrita”. Pero no es así: la prensa fue y seguirá siendo la resignada tolerancia de la imagen. Cuando deje de serlo, el tiempo de comprensión no será más rápido, sino que desaparecerá la propia ilusión de esa cansina anomalía temporal, que es lo único que nos lleva a leer los diarios.


*  Este ensayo fue publicado en el primer número de Revista Zigurat, en noviembre de 1999.

Fotografía de portada: Mauro Rico/ Ministerio de Cultura de la Nación.