Escenas de la ciudad hostil. Vulneraciones al derecho de ciudad

Por Betina Guindi*

Hace poco más de dos meses -a mediados de abril- circularon noticias acerca de la instalación de “contenedores de basura inteligentes” sobre la remodelada avenida Corrientes, en pleno centro porteño. El jefe de Gobierno los inauguraba con el habitual gesto de satisfacción con el que él y su equipo protagonizan todo evento que entienden como la mostración de una gestión exitosa. En el mismo lenguaje (a)político, funcionarios públicos, la empresa encargada de la instalación y varios medios de comunicación explicaban exultantes que esto acabaría con la práctica de revolver basura por parte de los indigentes y mantendría la ciudad más limpia ¿El contexto? En tres años de esta gestión –a nivel nacional- se duplicó la cantidad de personas en situación de calle ¿La solución? Continuar con las políticas que propiciaron el incremento (y no solo eso, sino también cercenar hasta las posibilidades de subsistencia indigna) al tiempo que invisibilizar su existencia.

Entre el 25 y el 28 de abril, alrededor de cuarenta organizaciones populares realizaron el Segundo Censo Popular de Personas en situación de calle de la Ciudad de Buenos Aires. Los organizadores denunciaron que en esos días, el GCBA llevó adelante una (muy) precaria política de hotelización en la que el Estado proveyó de dinero para alojamiento de varias personas. También, la evidencia de colchones quemados que alejaban a sus moradores de los lugares habituales. El objetivo era obstaculizar los resultados del censo popular y negar la existencia de los desamparados.

A diferencia de otras imágenes del fotoperiodismo que muestran lo acontecido en el mundo, aquí la acción está pensada para convertirse en imagen de marketing político. Fotografía: Veolia, empresa proveedora del  GCBA.

En aquellos días se cumplían seis años de la represión en el Hospital de Salud Mental Borda, en el barrio de Barracas, en el sur de la Ciudad de Buenos Aires. El 26 de abril de 2013, en horas de la mañana, comenzaron a circular por distintos medios de comunicación y redes sociales, noticias respecto de una situación violenta en las adyacencias del hospital. La violencia estuvo dirigida a destruir un taller protegido (el 19) donde se llevan a cabo actividades para la recuperación de pacientes de la institución; alcanzó a profesionales de la salud, militantes de organizaciones sindicales y políticas y a los propios pacientes. Esos terrenos aparecían como blanco dentro del proyecto de traslado del Centro Cívico pese a la decisión de la justicia de no avanzar sobre ellos. “El Centro Cívico es la punta del iceberg del negocio inmobiliario” decía ante una multitud el secretario general de la Asociación de Trabajadores del Estado, en el acto en repudio a la represión pocos días después de los hechos. Denunciaba las nuevas formas de mercantilización de lo social en el espacio de la ciudad en coincidencia con los modos de reestructuración socioeconómica neoliberal a nivel global. En este caso, dentro de un contexto de desinversión profunda de la educación y la salud públicas, la acción afectaba directamente a los enfermos, arrasando con sus derechos.

Una de las imágenes de gran circulación de la represión en el Borda. Un cuerpo cae –probablemente de un trabajador de la salud- en medio de los cuerpos pertrechados de las fuerzas policiales. Fueron muchos los violentados. Un paciente recibió más de diez balazos de goma; otro sufrió un ataque de pánico. Fotografía: Télam

¿Cómo dar inteligibilidad a esa serie de escenas violentas? No se trata de las más violentas en la historia porteña –tristemente, las hubo peores- pero sin duda la serie –que seguramente merecería ser expandida- guarda enorme significación política a la hora de pensar la actualidad de los procesos de neoliberalización. Tras varias décadas de reconfiguración desdemocratizadora del espacio porteño, a diario se renuevan prácticas y discursos que revigorizan esos procesos, trastocando los modos de habitar la ciudad.

La ciudad es, dice Gorelik, un artefacto que expone la relación entre ciertas configuraciones urbanas –materiales o no- y la política. Las formas estéticas que presenta el espacio urbano se incardinan a los procesos de subjetivación política y a las posibilidades y obstáculos para la construcción de la vida democrática. Tomando el lenguaje de Rancière, puede incluso pensarse que la forma urbana es política en tanto habla de una distribución sensible entre el todo y aquello que excluye. La arquitectura y el diseño urbanos no permanecen ajenos a esta cuestión. En los últimos tiempos varios artículos han tematizado –algunos, críticamente; otros, celebratoriamente- acerca de la ciudad hostil: espacios urbanos diseñados para evitar usos indeseados del espacio público. Bancos con obstáculos en sus asientos, umbrales con pinches, proliferación de los alambres de púas. Objetos en el espacio que parecen dirigidos a incomodar a los ciudadanos, aunque en realidad, están diseñados para maltratar más a ciertos grupos que a otros.

Las formas estéticas que presenta el espacio urbano se incardinan a los procesos de subjetivación política y a las posibilidades y obstáculos para la construcción de la vida democrática

Objetos que laceran cuerpos y atentan contra la posibilidad de emergencia del ser-en-común. Fotografía de Carter News en China.

Hace unos pocos años, durante una actividad en uno de los institutos de la Facultad de Ciencias Sociales de la Universidad de Buenos Aires, la filósofa Judith Revel ponía en cuestión la figura del migrante en clave derridiana. Los migrantes son mucho más que figuras, decía, son personas con cuerpos. Restituirles la condición de cuerpos sensibles es fundamental como tarea política. Las figuras se difuminan e invisibilizan fácilmente. Los cuerpos, no; dan cuenta de una existencia innegable. Las figuras no mueren, las personas con cuerpos, sí. Como Sergio Zacariaz, ese hombre de 52 años que murió de frío –de hambre, de abandono- al encontrarse en situación de calle en una de las noches más crudas del invierno de este año. La cuestión de la politicidad estética del espacio urbano se enlaza a la cuestión de los derechos de ciudad (1). Los problemas que se le plantean al ciudadano –sujeto paradigmático del espacio de la ciudad- no pueden pensarse sin atender a la cuestión acerca de quiénes encarnan hoy las renovadas formas de exclusión.

Carpa instalada por la Policía de la ciudad para cubrir el cadáver de Sergio Zacariaz. Fotografía de Bernardino Ávila para Página 12

La cuestión de la politicidad estética del espacio urbano se enlaza a la cuestión de los derechos de ciudad. Los problemas que se le plantean al ciudadano –sujeto paradigmático del espacio de la ciudad- no pueden pensarse sin atender a la cuestión acerca de quiénes encarnan hoy las renovadas formas de exclusión.

Pese a los intentos de negarlos, son miles las personas cuyos cuerpos están atrapados en las calles porteñas. Fotografía: Camila Godoy, ANCCOM.

¿Quién es digno de ser porteño y quién goza de los derechos de ciudadanía en  Buenos Aires?

Atravesado por una lógica neoliberal, el espacio porteño actual recrea cotidianamente más y nuevas formas de vulneración a los derechos de ciudad: grupos de inmigrantes a quienes se les impide trabajar, niños a los que se les niega una vacante al sistema educativo, carencias en el sistema de salud que empeoran las condiciones de vida de los sectores populares, ausencia de políticas de vivienda. Nuevamente, la serie debería ser más larga.

Existen otros, sometidos como objetos de inmovilidad forzada: los enfermos mentales abandonados en condiciones de precarización sanitaria; los indigentes atrapados en las calles de la ciudad; los habitantes de las villas, ocultados y segregados por fronteras internas. Michel Foucault habla de heterotopías de desviación, “aquellas en las que se ubica a los individuos cuyo comportamiento está desviado en relación con la media o con la norma exigida” (2). La función social que guarda esa desviación –junto a otros aspectos estrictamente ligados a la gubernamentalidad neoliberal– parece explicar el escaso repudio social pese al conocimiento público de las constantes prácticas de denegación de ciudadanía.

Es cierto que esta categoría (la de ciudadanía) ha suscitado numerosos debates en la historia de la teoría política moderna, sin embargo es posible sostener su vigencia a condición de someterla a algunos desplazamientos semánticos de orden político. Como afirma Balibar, la reivindicación en su condición universal pero inacabada e inacabable y desajustándola de una tradición (liberal capitalista) que la limitó a una concepción jurídico-moral, propone restituir su poder constituyente a partir de potenciar  un sentido político fuerte del término. Un desplazamiento que permita el reencuentro con las tradiciones igualitaristas e instituyentes.

En abril del 2015, un conjunto de organizaciones sociales que trabajan por el derecho a la vivienda, focalizando particularmente en la situación de las villas, instalaron una carpa en los alrededores del Obelisco

A la ciudad hostil no cabe oponerle una ciudad hospitalaria selectivamente. Sin duda el gobierno de la actual gestión propone hospitalidad con una ciudadanía de primera y con cierta extranjería, la del turista, pero sabemos muy bien que no es por allí donde se pone en juego una redistribución democrática. Es cierto que instalaron contenedores “antipobres”, pero también se generaron resistencias. No solo voces de repudio: un corte de Avenidas Corrientes y Callao por parte de un número de cartoneros agrupados advirtió que, pese a la represión, no es tan seguro que los contenedores hayan llegado para quedarse. Es cierto que se continúa procurando ocultar a las miles de personas en situación de calle, pero el censo finalmente logró realizarse y, en la vida de la ciudad, la existencia de las familias sin hogar se torna cada vez más inocultable. La noticia sobre la muerte de Sergio Zacariaz –en realidad serían más de uno los muertos a causa del frío en este invierno porteño- circuló por portales de medios y redes generando distintas acciones de ayuda a las personas en situación de calle, aunque de tono diverso: algunas, con consistencia política; otras, algo voluntaristas; no faltaron las marketineras en varios casos propiciadas por el propio GCBA. La situación en el Borda sigue siendo crítica, aunque se logró frenar el traslado del Centro Cívico y las organizaciones siguen disputando allí y en otros terrenos otra concepción de la salud pública. Movilizaciones piqueteras, estudiantiles, sindicales, villeras, trastocan casi a diario el penoso desenfreno de la ciudad capitalista. A las escenas urbanas que resultan expresión de la exacerbación de las formas de exclusión, y de su aceptación por buena parte de la sociedad, se oponen acciones que, recuperando la tradición de la insurgencia, irrumpen en el espacio público y disputan sus usos. Pugnan por una distribución más igualitaria del espacio y, con ello, instituyen y obligan a la institución de los derechos de ciudad. La batalla es desigual, pero habrá que seguir dándola.


* Licenciada en Ciencias de la Comunicación (FSOC-UBA). Doctoranda en la misma casa de estudios. Becaria Ubacyt. Desde 1999 ha formado parte de diversos proyectos de investigación y ha publicado distintos artículos. Docente JTP del Seminario Diseño Gráfico y Publicidad (Cátedra Santos), de la Carrera de Comunicación. Actualmente se encuentra en proceso de culminación de escritura de la tesis doctoral: Habitar Buenos Aires. El derecho de ciudad ante la actual forma política urbana.

(1) Hay que distinguir la expresión  derecho a la ciudad de la de derecho de ciudad.  La primera se ubica en la tradición de los estudios urbanos: acuñada por Henri Lefebvre en los años sesenta; actualmente ha sido revigorizada en trabajos que la entienden en una dimensión ampliada de derechos. El derecho de ciudad, en cambio, se inscribe en la tradición de la categoría de ciudadanía, potenciada por Étienne Balibar. Si bien en la actualidad pueden establecerse claras vinculaciones entre ambas, la referencia a los derechos de ciudad guarda posibilidades de reflexión de mayor densidad política.

(2) Esta idea fue planteada por Foucault en una conferencia titulada “360.- Otros espacios” (Cercle d’études architecturales, 14 marzo de 1967) [Traducción de Felisa Santos].