El escrache en debate: discusiones en el Encuentro Plurinacional de Mujeres y Disidencias.

Por Noelia Manso*

En los años recientes, los escraches en redes sociales y blogs se han multiplicado, consolidándose como una de las principales formas de denuncia que mujeres y disidencias encuentran para visibilizar, encausar y elaborar diversas situaciones de violencias género. Las múltiples modalidades que el escrache adopta, en lo que refiere a quién denuncia y cómo lo hace, a quién se denuncia, en qué medio, qué situación se denuncia, cuáles son los motivos y cuales sus consecuencias, convierten a las nuevas formas de escrache en un fenómeno complejo de analizar. Este artículo se propone aportar a esa discusión, a partir del análisis de las principales discusiones que se dieron en el taller de Escraches realizado en el marco del 34° Encuentro Plurinacional de Mujeres, Lesbianas, Travestis, Trans y No Binaries. Este taller —al que asistieron más de 200 participantes— fue coordinado por Ariell Carolina Lujan, primera denunciante de Cristian Aldana y fundadora del blog de denuncias públicas Ya No Nos Callamos Más.

Los debates sobre el escrache continúan dentro del marco del punitivismo y antipunitivismo, pero podemos señalar algunas emergencias que comienzan a mostrar tensiones  y limitaciones a esta forma de denuncia sobre violencias de género. En ese sentido, este trabajo abordará dos de los ejes principales sobre cuales se articuló el debate: los efectos biográficos de los escraches sobre las personas que denuncian y el abordaje de los escraches en las escuelas y las tensiones institucionales. En el primer eje se busca atender las formas en que los escraches se realizan, las decisiones que se toman y las implicancias físicas, psicológicas y emocionales que implica. En el segundo eje, se analizarán los impactos institucionales, especialmente en las escuelas medias, y las tensiones de derechos. En los análisis se buscará traer la voz de las participantes para explicitar lo dicho.

Este aporte, se inscribe en una serie de trabajos realizados sobre escraches, denuncias mediáticas en redes sociales y su vinculación con los medios masivos y busca contribuir a la reflexión entendiendo a los escraches como un fenómeno vigente y complejo sobre el cual las ciencias sociales pueden realizar un aporte valioso a la discusión.

“Hablar del escrache es hablar de cómo se vivió”

La narración de experiencias permite dar cuenta de las diferentes modalidades que el escrache adopta y las decisiones que las denunciantes y organizaciones toman a la hora de realizar las denuncias. La publicación y proliferación de los escraches para visibilizar diferentes tipos de violencias de género en redes sociales debe pensar en el marco de una nueva coyuntura feminista, en el que el colectivo Ni Una Menos puede considerarse como un punto de inflexión. Sin embargo, este fenómeno también se inscribe en una serie de cambios en el escenario mediático y las nuevas configuraciones sobre la producción y circulación discursiva. Si bien la publicación en redes sociales y blogs es el modo privilegiado para escrachar, observamos, a partir de los relatos, que esta modalidad convive con estrategias que irrumpen en el espacio público tradicional.

En ese sentido, se relataron experiencias de escraches que incluían pintadas en paredes de instituciones donde los escrachados estudiaban o trabajaban, pegatinas o carteles con la foto del denunciado que se dejaban en baños y otros espacios de circulación del escrachado, la realización de una fanzine que compilaba las caras de diferentes acusados por diferentes violencias y movilizaciones a las casas de denunciados con pancartas y sus fotos, estrategia que retoma la modalidad con la que H.I.J.O.S. realizaba los escraches para visibilizar y sacar del anonimato a los genocidas de la última dictadura militar. Estas diferentes modalidades dan cuenta no solo de diferencias a la hora de escrachar, sino que, en el marco de un encuentro federal, permitió resaltar diferencias en las realidades de cada provincia y observar modalidades que se retoman.

Los relatos dan cuenta de la necesidad de que la denuncia se realice en clave colectiva, compartida y reflexiva. Se habló de la necesidad de “estar en la red para poder hacerlo” y se sostuvo que el escrache implica un proceso con etapas definidas, entendiendo que el escrache no comienza y termina en la publicación de la denuncia. La primera etapa es la planificación, una instancia previa de análisis, que considere a quién se va a escrachar, en que medio y modalidad. Esta etapa, según los relatos, no se lleva a cabo en solitario, sino que implica una instancia colectiva, donde se considera fundamental el acompañamiento a la persona denunciante. En ese sentido, una de las participantes hizo referencia a la necesidad de “reflexionar antes de hacer el escrache y no solo hacer catarsis”. La segunda etapa es la de ejecución, es decir, el momento en el que se realiza el escrache. Y una tercera etapa que implica los efectos sobre la biografía de quien escracha, es decir, las repercusiones de la denuncia y sus consecuencias físicas, psíquicas y emocionales. En ese sentido, una de las participantes que solía administrar una página de escraches, comentó que es necesario “poner sobre la mesa a quien vamos a escrachar, cómo puede responder, si estamos listes para recibir esa respuesta y acompañar a la persona que se va a exponer y a partir de ahí analizar qué es lo que hay que hacer”.

El carácter colectivo y reflexivo sobre el cual se insistió a lo largo de los intercambios, permite problematizar sobre las acusaciones que deslegitiman el escrache por entenderlo como una instancia individual y no premeditada, y por lo tanto, desvalorizada frente a acciones colectivas y organizadas. En ese sentido, se vuelve necesario pensar los escraches como procesos complejos, que no terminan y empiezan en una denuncia sino que se elaboran y analizan según las particularidades, las formas de cuidado que implican, las herramientas y medios con los que cuentan las personas denunciantes y los efectos sobre sus biografías.

Se vuelve necesario pensar los escraches como procesos complejos, que no terminan y empiezan en una denuncia sino que se elaboran y analizan según las particularidades, las formas de cuidado que implican, las herramientas y medios con los que cuentan las personas denunciantes y los efectos sobre sus biografías

“No hay postura política desde las escuelas para abordar los escraches”

Al comenzar el taller Ariell señaló que cuando habla del “escrache a machos” se refiere a “varones biológicamente asignados como tales, que jamás en su vida reflexionaron sobre las violencias que reproducen. No a menores de edad, no identidades disidentes y mujeres”. Sin embargo, la presencia de docentes y directivos de diferentes partes del país y el planteo de sus inquietudes respecto a los escraches, dan cuenta que la problemática repercute sobre las y los estudiantes de escuelas medias y que la demarcación del escrache como método se vuelve borrosa. En ese sentido, y tal como lo evidencian los testimonios, las instituciones escolares aún están trabajando en cómo abordar los escraches, discusión que en CABA muchas veces se presenta cómo saldada, donde se toma como parámetro a los colegios universitarios. El escrache como método presenta un horizonte de ampliación en el resto del país frente a sensibilidades más alertas a las desigualdades sexo-genéricas. Los relatos de las docentes muestran que la construcción de soportes institucionales para canalizar las demandas de las estudiantes y prevenir los escraches como método distan de concretarse: “no sabemos qué hacer dentro de la escuela, necesitamos herramientas para no llegar al escrache”.

En ese sentido, una de las docentes relató que a partir de las múltiples denuncias entre estudiantes, los escraches fueron incluidos como uno de los ejes para abordar la ESI dentro de la institución a partir del imperativo del consentimiento, es decir, del No es No: “la institución escuela tiene que responder, no se puede mirar para otro lado. Nosotros lo hicimos escolar, nosotros lo seguimos trabajando en la escuela a pesar que muchas pibas nos dicen ´no hacen nada´”. En ese sentido, ante la demanda punitivista de las estudiantes denunciantes sobre la expulsión de los escrachados con frases como “fuera los abusadores», «fuera los pibes de la escuela», la docente comentó la postura de la institución: “nosotros nos mantenemos como que son sujetos en formación, son pibes que tienen que aprender”.

Si las instituciones pueden ser pensadas como espacios que habilitan, en potencia, el ejercicio de derechos, se vuelve necesario reflexionar acerca de cómo conviven los derechos de quienes denuncian y los derechos los de estudiantes escrachados. En ese sentido, la pregunta sobre cómo se tramitan las exigencias de las denunciantes a transitar su escolaridad de manera segura y el derecho a la educación que tienen los escrachados, se vuelve un desafío y una necesidad de abordaje a nivel institucional. Ante esto una de las docentes refirió que si bien las denuncias comienzan en las redes, las repercusiones se cristalizan en el entorno escolar y que, en consecuencia, la escuela debe adoptar una postura al respecto: “partimos de la base que ahí había una denuncia, un sufrimiento y que había que atender ese sufrimiento. Pero también venían los pibes escrachados a llorar a la dirección. Nos posicionamos ante todos los pibes con la idea de que son todos y todas de la escuela y que nuestra responsabilidad como adultos y adultas es cuidarlos y atender eso que se denuncia”.

Las tensiones punitivistas que expone el método dentro de la escuela, permiten reflexionar sobre cómo las estudiantes replican una de las lógicas sobre la cual está montada la escolaridad: la sanción disciplinar. La sanción como intento de fijar límites y resguardar el clima escolar, aun cuando su eficacia esté en discusión, se reclama desde las estudiantes que escrachan como forma de castigo hacia los escrachados. La demanda sancionatoria en estos casos implicaría un pasaje sin mediaciones de un orden de naturaleza escolar hacía aspectos sexo-afectivos entre estudiantes.

En relación a cómo posicionarse respecto de los escraches, una de las docentes participantes se refirió a la necesidad de contemplar “las diferencias entre las simetrías o asimetrías de poder que marcan diferencias a la hora de actuar” para evitar caer en el linchamiento de jóvenes que aún están en proceso de formación y, en muchos casos, en deconstrucción de sus masculinidades. En ese sentido, si bien la definición de macho dejaría por fuera de los escraches a los menores de edad, esta delimitación estalla frente a las realidades escolares provinciales, haciendo que se vuelva complejo la demarcación y diferenciación del escrache que se legitima (o no) según el quién, el qué, el dónde y el cómo. En ese sentido, se vuelve necesario dentro de las escuelas crear mecanismos que colaboren a romper con la lógica de la sanción escolar y construir soportes que permitan un abordaje de las relaciones vinculares desde la afectividad, la sexualidad y el género.

 

Las tensiones punitivistas que expone el método dentro de la escuela, permiten reflexionar sobre cómo las estudiantes replican una de las lógicas sobre la cual está montada la escolaridad: la sanción disciplinar. La sanción como intento de fijar límites y resguardar el clima escolar, aun cuando su eficacia esté en discusión, se reclama desde las estudiantes que escrachan como forma de castigo hacia los escrachados. La demanda sancionatoria en estos casos implicaría un pasaje sin mediaciones de un orden de naturaleza escolar hacía aspectos sexo-afectivos entre estudiantes. 

Un debate abierto

“El escrache es una herramienta política e histórica de los feminismos y transfeminismos de autodefensa y autocuidado. Ante las contradicciones y tensiones que este tema genera, urge la inclusión en la grilla oficial del taller de Escrache para seguir profundizando su análisis y acción en distintos espacios. Vemos con urgencia posicionarnos desde el encuentro por la urgente implementación de la ESI en el ámbito educativo. Somos Plurinacional, Pluriculturales y con las Disidencias”. Así quedaron redactadas las conclusiones del taller.

Los dos ejes analizados enmarcan algunas de las preguntas que orientaron el debate y ayudan a hacer foco en algunas tensiones: la necesidad de centrarse en los efectos biográficos del escrache y no solo en las violencias que llevaron al escrache y el abordaje del escrache dentro las instituciones y cómo canalizarlos.

Seguiremos debatiendo el carácter punitivista del escrache como método que busca justicia y reparación, como una forma de alerta y autodefensa porque las posiciones son múltiples, tan múltiples como las violencias y los modos de tramitarlas. Sin embargo el mote de punitivista parece negar que ahí donde se denuncia, hay algo que necesita ser dicho y que encuentra una manera de hacerlo. Clausurar la discusión sobre los escraches o moralizarlos no puede ser una respuesta. Celebrarlos y alentarlos sin reparos, probablemente tampoco. Considero que necesitamos atender a los por qué de los escraches, los motivos que expresan quienes los han atravesado, las formas en que los han vivido y las consecuencias que implican en las biografías personales y los impactos institucionales. La discusión no está saldada. Esperemos continuar el debate en San Luis.


* Estudiante avanzada de Comunicación Social (UBA). Integrante del proyecto UBACYT “La mediatización en el entretejido de los vínculos sociales” dirigido por Mario Carlón. Becaria estímulo de investigación CIN (2018).  Ig: noe.manso/  fb: noe manso

Fotografía de portada por Pilar Camacho/ANCCOM.