Desmadejando teorías para salir del laberinto: Ariadna, el libro póstumo de Sergio Caletti

Por Daniel Mundo* 

Para cualquiera que haya fatigado como estudiante los pasillos de la carrera de Ciencias de la Comunicación de la UBA, tener entre sus manos un libro de Sergio Caletti le debe provocar una conmoción emocional: desde tiempos inmemoriales esperábamos este acontecimiento. Se produjo el año pasado. El milagro hay que agradecérselo, antes que nada, a los equipos de cátedra y discípulos que se tomaron el trabajo de editar y corregir el material manuscrito. El libro, que se lee de corrido (lo que no es poco), se titula Ariadna. Para una teoría de la comunicación.

Con lo primero que se topa el lector es con la última conferencia que dio Caletti en San Juan, en el año 2006. Allí Sergio, sin medias tintas, presenta lo que para él constituye el gran déficit de nuestro campo: los investigadores, docentes, estudiantes y profesionales de la comunicación, por lo menos en nuestro país, no pudimos organizar una comunidad: “una serie de elementos que suelen ser característicos de la presencia de una comunidad disciplinaria, desde el sentido de pertenencia hasta la acumulación de conocimientos, etc., resultan obstruidos”. Es muy importante que esto lo diga uno de los actores fundacionales de la carrera de grado, que tuvo a su cargo una de las cátedras más importantes, que fue decano de la facultad y que supo casi no publicar nada durante su vida docente —hay varios casos con este síntoma en la carrera— .

Igual, la impotencia para armar una comunidad de discusión epistemológica no se debe solo a la dificultad para publicar, se debe también a que los que publicaron una obra importante, como por ejemplo Jorge Rivera, Aníbal Ford, Nicolás Casullo o el ‘Toto’ Schmucler, para nombrar algunos, fundadores del campo, compañeros e investigadores, no digo que no sean discutidos en el libro (no lo son), tampoco son citados o referenciados en la bibliografía que cierra el ejemplar —el único argentino que es citado con fruición es Eliseo Verón. Difícil armar comunidad si no nos conocemos. ¿Y cómo conocer a un docente o un intelectual si no es leyéndolo? El problema, para decirlo rápidamente, es que no hay lectura. Cada cual en su cubículo, con los anteojeras propias de su disciplina o temita, tratando de copiar lo mejor que puede a un autor de moda, o de patentar un concepto para que los alumnos repitan en el examen.

El problema, para decirlo rápidamente, es que no hay lectura. Cada cual en su cubículo, con los anteojeras propias de su disciplina o temita, tratando de copiar lo mejor que puede a un autor de moda, o de patentar un concepto para que los alumnos repitan en el examen.

Sergio asegura que sufrimos un “síndrome o síntoma de cohabitación cortés”, así lo llama. En realidad, es un estado de ánimo rayano en la indiferencia, que da cuenta no solo de “la baja o nula intensidad de los conflictos”, sino también de nuestra incapacidad o desinterés para enfrentar conflictos y diferencias. Esto se ve con claridad tanto en la producción teórica como en los espacios y redes sociales donde se intercambian ideas. Las discusiones más fructíferas terminaron con el “exilio” de algune. Una compañera llama “el aplausómetro” al grupo de whatsapp que reúne a los habitantes de este delta que es el campo de la comunicación.

Cuando hace un momento escribí “las anteojeras de su disciplina o temita”, lo hice adrede y provocativamente, porque comparto la inquietud de Caletti de no considerar como una disciplina a las ciencias de la comunicación. Él elige el concepto de transdisciplina, rechazando otros como el de multidisciplina o pluridisciplina, para dar cuenta de los saberes y prácticas propias de nuestro campo. Me encanta esta idea. El futuro de todo lo que es, será trans, no post. Esto no significa que Ciencias de la Comunicación no sea una carrera postdisciplinaria, lo es: a diferencia de otras carreras, como la sociología o la psicología, que son carreras científicas propiamente modernas, con padres fundadores y libros de cabecera, las ciencias de la comunicación, para bien y para mal, no cuenta con ese marco. La riqueza de lo trans- es que nos permite pensar que además de no ser una disciplina, es decir, de no tener un objeto de investigación preciso, como sostiene Sergio, la comunicación constituye una dimensión de cualquier objeto o fenómeno a estudiar o experienciar. Lo trans- implica movimiento, de ahí también la dificultad para apresarlo. Lo que suele capturarse son estados, no transiciones. Esta dimensión comunicacional que atraviesa todos los fenómenos humanos, animales y maquínicos, para Caletti tiene que ver con las informaciones y las significaciones. Son ellas el “objeto” de la investigación y el pensamiento en comunicación.

Ahora bien, ¿qué son esos objetos? De hecho, ¿qué significa, por ejemplo, “información”? Entiendo que en el año 2006 el concepto de información no tuviera todavía toda la densidad que la virtualización y la difusión masiva de internet hizo que asumiera, pero ya vislumbraba ese horizonte. Hoy “información” es un concepto comodín, al que podemos achacarle los males que no entendemos. Para Sergio, ambos conceptos remiten al contenido que transmiten los medios. De hecho, todas las “escuelas” o teorías que recorre a lo largo del libro tienen esa concepción contenidista. Pero el contenido de los medios, lo que los medios exhiben, nos distrae de su auténtico mensaje, el mensaje perceptual o afectivo que el medio proyecta. Esto, como sabe el lector, lo descubrió el mediólogo Marshall McLuhan —al que Caletti cita en su libro (en el cuerpo del libro cita La Galaxia Gutenberg de McLuhan, pero cuando se va a la bibliografía aparece referenciado el otro libro fundamental del canadiense, Comprender los medios). En este sentido, Ariadna… testimonia los límites y los alcances que afectan a las Ciencias de la Comunicación, y constituye un manual introductorio muy fructífero para armar una futura teoría de la comunicación.

Ariadna… testimonia los límites y los alcances que afectan a las Ciencias de la Comunicación, y constituye un manual introductorio muy fructífero para armar una futura teoría de la comunicación.

Al libro lo puede leer tanto un novato como un especialista en los avatares de la comunicación. El que conoce estos temas, siente que sale de paseo por las teorías que conoció cuando estudió en el grado, deteniéndose aquí y allá en alguna interpretación novedosa que arriesga Sergio. El que no conoce las problemáticas, puede encontrar aquí una especie de introducción para luego explorar por sí solo este vasto pantano de investigación. Caletti despliega de modo apretado pero con gran conocimiento las distintas corrientes, “escuelas” o teorías que organizan el campo de la comunicación: Frankfurt, Mass Communication Research, el funcionalismo, la escuela de Chicago, el formalismo ruso, el Curso de lingüística general de Ferdinand de Saussure y sus derivas, la Teoría Matemática de la Información, Charles Sanders Peirce, Birmingham, etc. etc. El lector luego encuentra también una sucinta pero bastante completa historia cronológica de los medios de masas propiamente dichos, desde la imprenta hasta la televisión, con menciones a la digitalización de la información que se desarrolla desde los años setenta en adelante.

La prosa digresiva y enrulada del libro da cuenta de una manera de pensar que nos teletransporta a esos teóricos enrarecidos por el humo de los míticos Imparciales. Como en esas clases magistrales, acá también el lector puede recostarse en el asiento y dejarse llevar por las palabras, que con su ronroneo teórico lo van guiando como Ariadna al pobre de Teseo para escapar de este laberinto mediático en el que gozamos y sufrimos como cyborgs.


* Licenciado en Ciencias de la Comunicación, Magíster en Filosofía de la Cultura, Doctor en Ciencias Sociales y pornólogo. Docente del Seminario Informática y Sociedad. Integrante del grupo editor de la revista Artefacto. Pensamientos sobre la técnica.